Algo está pasando en el cine norteamericano actual. Este año hemos visto películas comerciales tan sorprendentemente adultas como Juegos secretos, El buen pastor, Half Nelson, Zodiac, El ultimátum de Bourne, La extraña que hay en ti o Promesas del este.
A estas dos últimas cintas, dirigidas por Neil Jordan y David Cronenberg, dedicamos la columna de Abandonad toda esperanza de este viernes, y que adelantamos hoy en exclusiva para dar inicio al puente que se avecina.
Podéis leerla pinchando aquí:
Madurando
miércoles, 31 de octubre de 2007
Jazz Maynard: Noir barcelonés
Como ocurriera en su día con Blacksad de Díaz Canales y Guarnido, Jazz Maynard es un cómic de autores españoles que, paradójicamente (¿o no tanto?) se ha publicado antes en Francia y Bélgica que aquí, y ha entusiasmado a buena parte de sus lectores extranjeros. De todas formas, la edición autóctona no se ha hecho esperar demasiado, y desde hace unas semanas disponemos de ella de la mano de Diábolo Ediciones.
Si hasta el momento, hablar de Barcelona en clave de novela negra era hacerlo principalmente de la novelística de Andreu Martín y Francisco González Ledesma, a partir de ahora, cuando hablemos de la Ciudad Condal vinculada al tebeo noir, habrá que hablar inevitablemente de este Jazz Maynard.
Y es que, si la otra gran historieta negra de autores catalanes de los últimos años, Bajo la piel de Sergi Álvarez y Sagar Forniés, ubicaba su acción en Norteamérica, buena parte de la acción de este magnífico cómic de Roger y Raule se desarrolla en las calles del barrio barcelonés de El Raval, cuya atmósfera de cotidianeidad y movimiento constante se capta a la perfección en sus páginas.
También hay en Jazz Maynard cierta presencia de las calles norteamericanas, pero solo en clave de flashback: el protagonista, cuyo nombre da título a la obra (compuesta por tres volúmenes de los que este que nos ocupa, Home Sweet Home, es el primero), es un trompetista de jazz y ladrón que ha vivido en Nueva York durante diez años, pero que ahora regresa a su ciudad natal trayéndose consigo a su hermana Laura, y donde debe reencontrarse con sus abuelos, los amigos de su infancia y los recuerdos de su niñez. Pero unos mafiosos no se lo van a poner nada fácil...
Si el guión (del que no conviene desvelar mucho más) de Raule consigue despertar el interés del lector y mantenerlo agarrado hasta el final del libro, el mayor atractivo de la obra reside en el trabajo de Roger Ibáñez a los lápices: cercano a la escuela de la línea clara pero sin renunciar a mostrar también las esquinas oscuras y difuminadas de un barrio salpicado por la violencia, parece la obra de un autor mucho más veterano que el joven Ibáñez, nacido en 1977.
Habrá que esperar a las nuevas entregas de Jazz Maynard (arriba, la ilustración para la portada del segundo volumen) para juzgar a la obra como merece, ya que las directrices del mercado europeo (48 páginas por tomo) marcan que por el momento conozcamos apenas el arranque de la historia. Pero de lo que no cabe duda es de que este primer volumen es una estupenda carta de presentación para la obra, así como una espléndida muestra de por qué en ciertas ocasiones el cómic español triunfa más allá de nuestras fronteras.
Título: Jazz Maynard (Vol. 1: Home Sweet Home)
Autores: Raule (guión) / Roger Ibáñez (dibujo)
Editorial: Diábolo Ediciones
Fecha de edición: septiembre de 2007
48 páginas (color) - 16,95 €
[Fotografía: Roger Ibáñez y Raule. (C) Raule.]
Sitges (XII): Los documentales
El Festival de Cine de Sitges ofrece todos los años la posibilidad de conocer algo mejor los entresijos del cine de género, gracias a las clases magistrales impartidas por los cineastas que visitan el certamen: este año ofrecieron charlas los realizadores Juan Antonio Bayona, Alex Proyas, Tarsem Singh y Stuart Gordon, así como Douglas Trumbull y Syd Mead -respectivamente, creador de efectos especiales y director artístico de Blade Runner- y los responsables de los efectos especiales de El orfanato.
De la misma forma, se proyectaron también algunos documentales sobre cine. Este año tuvimos la oportunidad de ver dos. El primero de ellos, una producción española titulada Jesús Franco Manera (de vivir), dedicada a la figura del veterano realizador español, especializado en cine de género, y que iba a impartir también una clase magistral en Sitges pero que finalmente no pudo asistir al evento.
El documento, dirigido por Quique Mesa, parte de una larga conversación con el realizador, que se mantiene siempre presente durante los 82 minutos de metraje, alternando el plano medio y primer plano, junto a evocaciones en un lateral del encuadre sobreimpresas, a modo de virutas de humo.
Más centrado en los años de infancia, adolescencia y madurez del autor de Vampyros Lesbos y en sus vivencias personales como estudiante o músico de jazz, que en el propio cine, el documental apenas se detiene en algunos de sus títulos, siendo la película de culto Necronomicon y su trabajo como director de la segunda unidad de Campanadas a medianoche de Orson Welles los trabajos cinematográficos de los que más habla su realizador.
No obstante, como no podía ser menos, el espectador no echará en falta temas recurrentes como su relación (sentimental y profesional) con Lina Romay, la razón de ser de sus múltiples seudónimos artísticos (de Jess Frank a Clifford Brown, pasando por David Khune o los más sorprendentes Candy Coster y Lulu Laverne), la anécdota de su encuentro con Fritz Lang o un recuerdo para la fascinante figura de la malograda Soledad Miranda.
Lástima que el documental de Mesa no indague más en la obra fílmica de su protagonista, limitándose a darle rienda suelta para que este hable de aquello que más le apetezca. No obstante, el orador siempre impagable que es Jess Franco -no se pierdan sus declaraciones al respecto de Ed Wood, el peor director de cine de la historia- consigue mantener por sí solo el interés hacia un film que podría haber dado mucho más de sí.
Más interesante nos pareció Les enragés du cinéma coréen, documental rodado para el Canal + francés por Yves Montmayeur, y centrado en la aparición de una serie de nuevos cineastas que han hecho del cine de género el centro de sus respectivas filmografías.
Los directores de cine que protagonizan el documental son muchos, destacando algunos como Park Chan-wook, firmante de una obra maestra de la talla de Oldboy; Bong Soon-ho, autor de un film noir tan espléndido como Memories of Murder y de The Host, una de las mejores monster movies de todos los tiempos; Ryoo Seung-wan, firmante de películas de acción como Arahan o The City of Violence; o el muy (merecidamente) prestigioso Kim Ki-duk, autor de La isla y Hierro 3.
A lo largo de su conciso metraje (menos de una hora), Montmayeur demuestra que el centro de atención principal de las filmografías asiáticas ha ido cambiando con el paso de los años: si primero fue Japón el cine que más se exportaba a los festivales de todo el mundo, y después el cine de acción made in Hong Kong copaba las estanterías de los videoclubs y las videotecas privadas de los cinéfilos más curiosos, el cine coreano es ahora la indiscutible estrella del panorama cinematográfico oriental. Algo que no nos extraña dada la calidad del cine de género (del terror al thriller, de la comedia romántica al drama más desaforado) que se está rodando ahora mismo en aquellas latitudes.
Post Scriptum.- La proyección de Les énragés du cinéma coréen contó con la presencia de su realizador, Yves Montmayeur, de los cineastas coreanos Park Chan-wook (I'm a Cyborg but That's OK) y Ryoo Seung-wan (The City of Violence), así como de los críticos Roberto Cueto y Juan Zapater (coordinadores de un imprescindible monográfico de la revista Nosferatu sobre nuevo cine coreano). A continuación, un pequeño reportaje fotográfico del encuentro con el público que acompañó a la proyección.
(Nota: En la última fotografía, el autor de este vuestro blog junto al cineasta Park Chan-wook.)
[Fotografías: (C) C. Carrasco.]
martes, 30 de octubre de 2007
Bodrios que hay que ver: Zone Troopers
No podía tardar mucho en aparecer por esta sección de los martes Charles Band y su inefable Empire International Pictures. Band, productor y director de celuloide infumable por arrobas, está detrás de buena parte del cine de terror de serie B y Z, el más cutre que puedan imaginar, que hiciera las delicias de los aficionados más inconscientes en la década de los 80 y primeros 90. Tras el derrumbe de Empire, Band fundó Full Moon, que seguiría especializada en género fantástico, pero que esta vez desarrollaría productos muchas veces concebidos directamente para el mercado del vídeo doméstico.
De esta productora, famosa sobre todo por películas que integran sagas tan longevas como las de Puppet Master o Trancers, acabamos de ver y gozar Zone Troopers, una producción de 1986 que arranca como un film bélico más de serie B: en plena II Guerra Mundial, un pequeño pelotón de soldados norteamericanos resiste como puede ante los ataques del ejército nazi en campo italiano.
Pero hete aquí que más allá de las líneas enemigas, este comando liderado por Tim Thomerson (presencia habitual en las producciones de la casa) y que cuenta con el gran Art La Fleur como tough guy con todas las de la ley, se encuentra con una nave espacial que tras un accidente aéreo ha colisionado contra la Tierra. Los nazis, obviamente, quieren hacerse con la tecnología de los marcianos... Porque, obviamente, se trata de marcianos: uno de los soldados yanquis, aficionado a la literatura pulp de ciencia-ficción tipo Amazing Stories, afirma que no pueden ser de Venus porque todo el mundo sabe que allí no hay vida. Pues claro: de Venus, qué locura, qué sinrazón. Son de Marte, hombre de Dios.
El film, divertidísimo y desenfadado, plagado de sentencias implacables bigger than life por parte del sargento de hierro interpretado por Thomerson, es ideal para una sesión golfa de madrugada de sábado post desfase birral (de birra) o una sobremesa de domingo remojada en tinto de verano. Su director, ojo al dato, no es otro que Danny Bilson, nieto de George y Hattie Bilson. ¿Que quiénes son los Bilson? Pues un servidor no tenía ni idea, y realmente poco importa seguir sumido en la ignorancia a este respecto. Pero por si acaso, me documento y les cuento: el primero fue productor y guionista de cintas de serie B en los años 30, 40 y 50; la segunda colaboró con su marido en cuatro de sus últimos títulos en calidad de escritora. Todos ellos, títulos sumidos en el más absoluto de los olvidos. Ahí queda eso, que sin duda arroja una gran luz sobre el talento de su nieto.
Pero volvamos a Charles Band (¿apócope de Bandido?), que sin duda es el genio que está detrás de este desaguidado de monstruos de goma y efectos especiales risibles: director de treinta films y productor de casi doscientos cuarenta (ole, ole y ole) desde su debut en 1973 con Last Foxtrot in Burbank (película que no debe de haber visto ni Quentin Tarantino), en su filmografía como productor (ejecutivo y ejecutor) destacan cintas como Trampa para turistas de David Schmoeller, los míticos (por así decirlo) Ghoulies y su primera secuela, Underworld y Rawhead Rex (ambas basadas en textos de Clive Barker), Troll (se lo digo y repito mil veces: no se pierdan Troll 2) o la reivindicable, esta sí de verdad, esta sí que sí, se lo juro y perjuro por Edgar Allan Poe, Dolls de Stuart Gordon.
Pero también encontramos su nombre relacionado a morralla diversa de títulos tan prometedores como The Best of Sex and Violence, Vicious Lips, Psychos in Love, Slave Girls from Beyond Infinity, Galactic Gigolo, Sorority Babes in the Slimeball Bowl-O-Rama, Assault of the Killer Bimbos, Beach Babes from Beyond, Test Tube Teens from the Year 2000, Femalien, Andromina: The Pleasure Planet, Virgins of Sherwood Forest, Lolita 2000 (¡sic!), Veronica 2030 (¡resic!), Zorrita: Passion's Avenger (¡supersic!)... o mi favorita, tan evocadora: Cannibal Women in the Avocado Jungle of Death.
Venga, confiésenlo: ¿cómo podríamos vivir sin Charles Band? Como diría Alan Moore de su Promethea, si no existiera tendríamos que inventarlo. Pero existe, vaya si existe, de igual modo que existe este Zone Troopers que no deberían perderse si, de repente y sin previo aviso, les asalta desde su televisión con conexión satélite. Así podrían comprobar de primera mano la deuda de aplaudidos trabajos bélicos de Steven Spielberg (Salvar al soldado Ryan) o Terrence Malick (La delgada línea roja) con este film de Danny Bilson: ninguna, por supuesto.
De esta productora, famosa sobre todo por películas que integran sagas tan longevas como las de Puppet Master o Trancers, acabamos de ver y gozar Zone Troopers, una producción de 1986 que arranca como un film bélico más de serie B: en plena II Guerra Mundial, un pequeño pelotón de soldados norteamericanos resiste como puede ante los ataques del ejército nazi en campo italiano.
Pero hete aquí que más allá de las líneas enemigas, este comando liderado por Tim Thomerson (presencia habitual en las producciones de la casa) y que cuenta con el gran Art La Fleur como tough guy con todas las de la ley, se encuentra con una nave espacial que tras un accidente aéreo ha colisionado contra la Tierra. Los nazis, obviamente, quieren hacerse con la tecnología de los marcianos... Porque, obviamente, se trata de marcianos: uno de los soldados yanquis, aficionado a la literatura pulp de ciencia-ficción tipo Amazing Stories, afirma que no pueden ser de Venus porque todo el mundo sabe que allí no hay vida. Pues claro: de Venus, qué locura, qué sinrazón. Son de Marte, hombre de Dios.
El film, divertidísimo y desenfadado, plagado de sentencias implacables bigger than life por parte del sargento de hierro interpretado por Thomerson, es ideal para una sesión golfa de madrugada de sábado post desfase birral (de birra) o una sobremesa de domingo remojada en tinto de verano. Su director, ojo al dato, no es otro que Danny Bilson, nieto de George y Hattie Bilson. ¿Que quiénes son los Bilson? Pues un servidor no tenía ni idea, y realmente poco importa seguir sumido en la ignorancia a este respecto. Pero por si acaso, me documento y les cuento: el primero fue productor y guionista de cintas de serie B en los años 30, 40 y 50; la segunda colaboró con su marido en cuatro de sus últimos títulos en calidad de escritora. Todos ellos, títulos sumidos en el más absoluto de los olvidos. Ahí queda eso, que sin duda arroja una gran luz sobre el talento de su nieto.
Pero volvamos a Charles Band (¿apócope de Bandido?), que sin duda es el genio que está detrás de este desaguidado de monstruos de goma y efectos especiales risibles: director de treinta films y productor de casi doscientos cuarenta (ole, ole y ole) desde su debut en 1973 con Last Foxtrot in Burbank (película que no debe de haber visto ni Quentin Tarantino), en su filmografía como productor (ejecutivo y ejecutor) destacan cintas como Trampa para turistas de David Schmoeller, los míticos (por así decirlo) Ghoulies y su primera secuela, Underworld y Rawhead Rex (ambas basadas en textos de Clive Barker), Troll (se lo digo y repito mil veces: no se pierdan Troll 2) o la reivindicable, esta sí de verdad, esta sí que sí, se lo juro y perjuro por Edgar Allan Poe, Dolls de Stuart Gordon.
Pero también encontramos su nombre relacionado a morralla diversa de títulos tan prometedores como The Best of Sex and Violence, Vicious Lips, Psychos in Love, Slave Girls from Beyond Infinity, Galactic Gigolo, Sorority Babes in the Slimeball Bowl-O-Rama, Assault of the Killer Bimbos, Beach Babes from Beyond, Test Tube Teens from the Year 2000, Femalien, Andromina: The Pleasure Planet, Virgins of Sherwood Forest, Lolita 2000 (¡sic!), Veronica 2030 (¡resic!), Zorrita: Passion's Avenger (¡supersic!)... o mi favorita, tan evocadora: Cannibal Women in the Avocado Jungle of Death.
Venga, confiésenlo: ¿cómo podríamos vivir sin Charles Band? Como diría Alan Moore de su Promethea, si no existiera tendríamos que inventarlo. Pero existe, vaya si existe, de igual modo que existe este Zone Troopers que no deberían perderse si, de repente y sin previo aviso, les asalta desde su televisión con conexión satélite. Así podrían comprobar de primera mano la deuda de aplaudidos trabajos bélicos de Steven Spielberg (Salvar al soldado Ryan) o Terrence Malick (La delgada línea roja) con este film de Danny Bilson: ninguna, por supuesto.
[Fotografía 4.ª- Charles Band.]
Jeremiah Harm y The Authority: Lobo: Guionistas y stars
El pasado mes de septiembre, en el listado de novedades de Norma Editorial, coincidieron un par de obras que suponían una nueva colaboración de dos de los más reconocidos guionistas de cómics de superhéroes populares de los años 80 y 90: Keith Giffen y Alan Grant.
Si el primero era el responsable del resurgir de la Liga de la Justicia de América en clave de serie de humor, el segundo fue uno de los más longevos escritores de la serie regular de Batman. Y hay que señalar que en su momento ambos ya habían colaborado en la consolidación de Lobo, nacido en Omega Men y desarrollado en L.E.G.I.O.N., como uno de los personajes más populares del Universo DC de aquel momento.
El destino ha querido pues que coincidan ahora en el tiempo, por un lado, el inicio de la publicación de todo el material de Lobo por parte de Planeta en una colección de Clásicos Universo DC, así como el regreso de Giffen (artífice, además, de dos de las macrosagas del momento, Aniquilación de Marvel y 52 de DC) y Grant en dos nuevas obras.
Por un lado ha visto la luz Jeremiah Harm, publicado en la colección de ciencia ficción "El Día Después", en un volumen que reúne los cinco números de la miniserie original. Esta serie está protagonizada por un cazarrecompensas violento y malcarado, que bebe tanto del propio Lobo como de otros personajes del mundo del cómic: Lobezno, el Castigador, Nick Furia, John Constantine...
En Jeremiah Harm, un trío de criminales intergalácticos llegan a la Tierra con el propósito de destruir todo el universo. Pero serán seguidos por Harm, que en compañía de dos enfermeras, un policía y un joven delincuente, les plantará cara.
Ninguna novedad en el frente, como imaginarán, tratándose de un remedo de situaciones vistas mil veces, sobre todo en el cine (Terminator, Superman II, Critters, Dark Angel), y que dan como resultado una obra que viene a ser una muestra más (y van) de puro cómic de género sin pretensiones, para pasar un rato entretenido y poco, muy poco, más.
Algo más de interés tiene The Authority: Lobo, el volumen que incluye los dos encuentros del supergrupo de WildStorm con el último czarniano, The Authority / Lobo Xmas Special y The Authority / Lobo Spring Break Massacre, editados en Estados Unidos en 2003 y 2005 respectivamente, y que aquí llegan con algo de retraso dentro de la línea que recupera todo el material de The Authority (incluyendo las etapas de Ellis, Millar, Morrison... y las miniseries de Ed Brubaker o Garth Ennis).
Y decimos algo más de interés porque Giffen y Grant efectúan una lectura metarreferencial del propio Lobo, como personaje de cómics que despierta el odio y la animadversión por parte de Jenny Quantum cuando esta encuentra en los oscuros pasadizos del Transporte un ejemplar del Paramilitary Christmas Special. De ahí al enfrentamiento con los poderosos miembros de The Authority solo hay un paso...
Pero, de nuevo, poco más: como ocurría con Jeremiah Harm, el mayor interés de ambas obras radica en su apartado gráfico, aunque el trabajo de Simon Bisley en The Authority: Lobo no sea de lo mejor suyo, o que los dibujantes de aquella (Rael Lyra y Rafael Albuquerque)... ¡ni siquiera aparezcan reseñados en el lomo o la portada interior!, siendo tan solo mencionados en el texto de la contracubierta y el primero de ellos únicamente en la cubierta. Por una vez y sin que sirva de precedente, los guionistas han sido considerados las estrellas de la obra, y el poder de estos el mejor reclamo comercial posible. Lo curioso del caso es que posiblemente sean dos de sus creaciones más flojas. Vivir para ver.
Título: Jeremiah Harm
Autores: Keith Giffen & Alan Grant (guión) / Rael Lyra & Rafael Albuquerque (dibujo)
Editorial: Norma Editorial
Fecha de edición: septiembre de 2007
120 páginas (color) - 12 €
Título: The Authority: Lobo
Autores: Keith Giffen & Alan Grant (guión) / Simon Bisley (dibujo)
Editorial: Norma Editorial
Fecha de edición: septiembre de 2007
96 páginas (color) - 10 €
Sitges (XI): Roman, I'm a Cyborg but That's OK y Halloween
El Festival de Cine de Sitges nos ofreció la posibilidad de ser testigos de diversos retratos de un grupo de inadaptados, personajes que no pueden (o no quieren) ser aceptados en la sociedad en la que viven. Y todo ello, de la mano de cineastas de estilos y procedencias tan dispares como Angela Bettis, Park Chan-wook o Rob Zombie.
A Angela Bettis se la conoce principalmente por su faceta de actriz, con trabajos dentro del género tan célebres como La masacre de Toolbox o, muy especialmente, May, que le valió el premio a la Mejor Actriz hace unos años en el mismo Festival. En aquella película dirigida por Lucky McKee, la intérprete echó el resto al dar vida a una revisión de la adolescente inadaptada al estilo de Carrie en una historia repleta de sentido lírico y fotogramas tan emotivos como provocadores.
Curiosamente, en Roman, las funciones han cambiado, y es Angela Bettis quien se pone detrás de la cámara y Lucky McKee quien interpreta al personaje protagonista, un individuo solitario y taciturno que lleva una gris existencia como operario en una fábrica, y que pasa su tiempo libre en su apartamento de alquiler espiando a una vecina -la popular Kristen Bell de Veronica Mars- a la que desea en secreto.
Contra todo pronóstico, y de forma fortuita, en cierta ocasión llega a establecerse el contacto entre ambos, naciendo de ahí una amistad y la posibilidad de una relación. Pero Roman, un individuo que podría ser aceptado por la sociedad (no tiene ninguna tara física ni psíquica aparente, resulta simpático e incluso atractivo a las mujeres, y sus compañeros de trabajo bromean con él en repetidos intentos de acercamiento) acaba por estropearlo de la peor de las maneras...
Rodada, como buena parte de Diary of the Dead y Redacted, en formato digital, Roman es una suerte de comedia romántica salpicada de elementos terroríficos, que reflexiona, a partir de la relación del protagonista con otra de sus vecinas (interpretada por una magnética Nectar Rose), sobre la muerte como hecho fortuito frente a su lectura como elemento artístico: atención a la bellísima recreación, en plan arte conceptual, del cuadro de Millais sobre el ahogamiento de Ofelia, el personaje de Hamlet.
Así pues, este Roman es un film hermanado en cierta forma con May (así lo manifestó la propia directora en la presentación que precedió a la proyección), pero que está lejos de las cotas de calidad que alcanzó aquella. No obstante, viene a demostrar por parte de Bettis una mirada propia y el incipiente arranque de una carrera como realizadora a la que no habría que perder de vista.
La que es ya una filmografía consolidada es la del coreano Park Chan-wook, firmante de Joint Security Area y de los tres títulos que conforman la aplaudida "Trilogía de la Venganza": Sympathy for Mr. Vengeance, Oldboy y Sympathy for Lady Vengeance. Ahora, con I'm a Cyborg but That's OK, Chan-wook efectúa un giro hacia el cine fantástico que podría consolidarse con su anunciado nuevo proyecto sobre el vampirismo.
En esta nueva película, Chan-wook nos muestra la vida en el interior de un centro psiquiátrico, en un magnífico arranque al partir del cual va a relativizarlo todo desde el comienzo, haciendo uso de una narradora de la que en un principio pensamos que es una enfermera pero resulta ser una paciente. De esta forma, cabe preguntarse: ¿quiénes son los cuerdos y quiénes los locos?
La cinta -que finalmente consiguió el galardón al Mejor Guión- centra enseguida su atención en una chica allí recluida porque afirma ser un cyborg. Pronto, otro de los pacientes, al que todos los demás acusan de ser un ladrón, manifestará gran atención por ella, dando origen a una bellísima historia de amor plasmada por Chan-wook en una sucesión de imágenes de gran fuerza visual.
Por esta misma impecable factura formal, y por su nada disimulada fascinación por aquellos que son diferentes, el nuevo trabajo de Chan-wook ha sido comparado con Amélie: pero allí donde Jean-Pierre Jeunet no conseguía (o no le interesaba) dejar patente el lado más oscuro y menos agradable de su heroína, Amélie Poulain, el autor de Oldboy no tiene miramientos a la hora de mostrar la tristeza y melancolía que se desprende de la chica que chupaba pilas y todos aquellos que le rodean, dando forma a una de las películas más atractivas, fascinantes y personales de todo lo que pudo verse en Sitges.
Si I'm a Cyborg but That's OK recibió generalizadas críticas entusiastas, no ocurrió así con Halloween, el remake que Rob Zombie ha realizado de la mítica cinta de John Carpenter, y que fue recibida sin término medio: o se la amó o se la odió.
Guste más o menos, hay que reconocerle al antiguo líder de la banda White Zombie y director de las brutales La casa de los 1000 cadáveres y Los renegados del Diablo, el no haberse limitado a ofrecer más de lo mismo, ya que ha intentado acercar la historia de Michael Myers a su propio mundo y su manera de ver la realidad de su país. Porque en su nueva versión, Myers representa la figura del outsider, del loser que la sociedad norteamericana permite crear a partir de familias inestables y entornos poco adecuados para un niño. En esto radica el mayor acierto y al mismo tiempo el gran problema del Halloween de Zombie: que su novedad parte de explicar (y por extensión, justificar) mucho más de lo que hizo Carpenter el origen del célebre psicópata de la máscara blanca.
Y es que si el realizador de La Cosa apenas ambientaba en la infancia de Myers el prólogo de su film, Zombie opta aquí por dedicarle casi media película a los orígenes secretos del personaje, mostrándolo como un chico atormentado por un entorno marcado por un padrastro abusivo y perdedor (al que encarna el estupendo Michael Forsythe) y una madre stripper (Sheri Moon, esposa y actriz fetiche del director) y una hermana adolescente sexualmente activa.
Como decíamos, aquí radica lo más interesante del film, pues todos los actores están magníficos (incluyendo el joven Daeg Faerch como Michael) y el estilo de Zombie tiene garra y consistencia; pero al explicar su origen y despojarlo de toda aura fantasmagórica, el resto del metraje (este ya un remake ortodoxo y rutinario del film de Carpenter) pierde interés por momentos.
Finalmente cabe destacar, por tratarse de una auténtica declaración de principios por parte de Rob Zombie, un reparto repleto de presencias de culto: a los intérpretes ya citados, cabe destacar a Malcolm McDowell como el doctor Loomis (que encarnara un portentoso Donald Pleasence en la cinta original), Brad Dourif como el sheriff del pueblo y el colosal Tyler Mane (Dientes de Sable en los films de X-Men) como Michael Myers... sin olvidar un largo etcétera de breves intervenciones que incluye las de Dee Wallace (actriz habitual del género, protagonista de Aullidos y Cujo, y recuperada ya por Peter Jackson en Agárrame esos fantasmas), Danny Trejo (actor habitual en films de Robert Rodriguez y muchos títulos de serie B), Udo Kier (un nombre clave del fantástico europeo y recurrente en la obra de Lars von Trier), Richard Lynch (villano en multitud de films de los años 80), Tom Towles (actor fetiche de John McNaughton, espeluznante en Henry: Retrato de un asesino), Ken Foree (uno de los protagonistas del Zombi de Romero), Sybil Danning (actriz habitual en sexploitations de terror y acción, villana en Aullidos II y la serie V), ... y los habituales del realizador, Sid Haig y Bill Moseley. Todos ellos, actores que dan consistencia a una película que, pese a sus limitaciones, merece la pena verse, mucho más que la mayoría de las secuelas (¡siete, nada más y nada menos!) que tuvo La noche de Halloween, esta sí una obra maestra del género.
[Imágenes: 3.ª- Angela Bettis y Lucky McKee en el rodaje de May; 16.ª- La noche de Halloween.]
Post Scriptum.- La proyección de Roman contó con la presentación de su directora, Angela Bettis, y a ella asistieron algunos miembros del reparto, entre ellos Nectar Rose, protagonista femenina de la cinta. En cuanto a I'm a Cyborg but That's OK, el propio Park Chan-wook (acompañado de una traductora) presentó su esperado nuevo film. Finalmente, el pase de Halloween contó con la presencia del mítico Ken Foree (que interpreta un pequeño papel en el film) y de Kristina Keble, que hace las veces de una de las amigas de Laurie Strode y víctima potencial de Michael Myers. A continuación, un reportaje fotográfico de las tres presentaciones:
[Fotografías: (C) C. Carrasco.]
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