El Festival de Cine de Sitges nos permitió la posibilidad de confirmar o no el talento de realizadores que hasta la fecha solo habían dirigido un film que había llamado bastante la atención. Había llegado el momento de que su segundo trabajo confirmase o no los méritos presentes en sus respectivos debuts.
En lo que respecta a The Fall, de Tarsem Singh, hay que señalar que, personalmente, no albergábamos grandes esperanzas, dado lo que nos decepcionó el primer film del realizador indio: La celda fue aquella mediocre película protagonizada por Jennifer Lopez que plagiaba descaradamente la idea de una desconocida serie televisiva, Sleepwalkers, protagonizada por Bruce Greenwood y Naomi Watts, y cuyo resultado final brilló únicamente a un nivel estético, gracias a la fotografía de Paul Laufer, la dirección artística de Michael Manson y el vestuario de la japonesa Eiko Ishioka (premiada con un merecido Oscar por su trabajo en el Drácula de Francis Coppola).
El esteticismo sigue siendo una de las principales bazas del nuevo trabajo de Tarsem, pero contra todo pronóstico en The Fall sí hay detrás una historia interesante que contar: la de un especialista del Hollywood de los años dorados que tras sufrir una caída queda postrado en un hospital hasta que se recupere de sus heridas; allí entablará amistad con una niña a la que, para conseguir a cambio cosas que él no puede obtener por su impedimento físico, contará historias cada vez más fantasiosas...
A partir de esta premisa, el realizador -que ofreció una clase magistral en el festival- elabora una puesta al día del mito de Las mil y una noches, haciendo del especialista de cine (encarnado por un magnífico Lee Pace) una suerte de Sherezade moderno que embelesa a la pequeña Alexandria (Catinca Untaru, el gran descubrimiento del film), y con ella al espectador, sumergiéndolos en una narración de tintes exóticos protagonizada por un heterogéneo supergrupo de héroes que podría recordar, pese a ser anónimos (con la salvedad de un joven Charles Darwin), a la Liga de los Caballeros Extraordinarios del guionista de cómics Alan Moore.
The Fall, en definitiva, se erige como una fábula preciosista sobre el poder catártico de la ficción, así como un sentido y emotivo homenaje a la figura del especialista de cine (icono que protagoniza otro trabajo presente en el festival, el segmento de Grindhouse firmado por Tarantino, aunque con propósitos muy distintos). Y de paso demuestra lo que puede hacer un creador en libertad (el propio Tarsem ha manifestado el intrusismo de la productora en el resultado final de La celda) cuando sus productores -aquí, dos nombres de lujo, los también cineastas David Fincher (Seven) y Spike Jonze (Cómo ser John Malkovich)- dan carta blanca a su creatividad.
La cinta, muy merecidamente, se alzó con el galardón a la Mejor Película del festival. Mayor mérito este si se tiene en cuenta lo difícil que resulta a una película pretenciosa como The Fall (porque lo es) estar a la altura de sus pretensiones (porque, créanme, lo está).
Mucho menos ambiciosa resulta ser Rogue, cinta que aquí se estrenará con el título más explícito de El territorio de la bestia, y a la que beneficia precisamente esa falta de pretensiones a la que aludíamos.
Con Rogue, el director australiano Greg Mclean ofrece la típica monster movie protagonizada por un bicho gigantesco que amenaza la integridad del elenco humano: en esta ocasión el protagonista es un cocodrilo de grandes proporciones, que campa a sus anchas en los pantanos australianos, y que amenaza a un grupo de turistas liderado por Radha Mitchell como la guía experta en el territorio y Michael Vartan en la piel de un periodista y autor de libros de viajes.
Efectivamente, estamos ante un título que puede recordar a la reciente Cocodrilo (Un asesino en serie), si bien el film de Greg Mclean vence por goleada gracias a su humildad y al buen hacer narrativo de su realizador. No obstante, decepcionará (al contrario de lo que sucedía con la cinta de Tarsem) a los que vayan esperando un nuevo trabajo a la altura de su primer film: la brutal Wolf Creek. Y todo ello por culpa de su nula aportación novedosa y las limitaciones de un actor como Vartan, al que recordarán como Michael Vaughn en la serie Alias.
Con todo, y como señalábamos antes, su falta de pretensiones y el oficio de su realizador convierten a Rogue en una película muy entretenida, un divertimento perfecto para una sesión de tarde o una sesión golfa. Pero no se olviden de llevar las palomitas.
[Fotografía: Tarsem Singh durante su clase magistral en Sitges 2007.]
No hay comentarios:
Publicar un comentario