Los verdaderos mitos del cine nunca mueren, y ahí está Sylvester Stallone para justificarlo: después de protagonizar, escribir y dirigir John Rambo demostrando que está hecho un chiquillo (enfermo, estropeado y achacoso, pero un chiquillo), Sly vuelve a ponerse delante y detrás de las cámaras con la esperadísima The Expendables ("Los Prescindibles"), una película donde reúne algunos nombres clave del cine de acción de los 80, caso de su enemigo ruso de Rocky IV Dolph Lundgren (Dark Angel) o el mismísimo Arnold Schwarzenegger en plan cameo, pasando por el luchador de wrestling Randy Couture, viejas glorias hoy todavía vigentes como Eric Roberts o Mickey Rourke, y nuevos nombres del cine de guantazos, como Jason Statham -sí, ese que sale en todas las películas, como ya denunciamos- o el asiático Jet Li (que nos visitó con El maestro).
Por su parte, Steven Seagal (otro tanto con Cazadores de sangre) y Jean-Claude Van Damme (por partida doble: Cyborg y Double Team), enfadados porque Sly no les invitó a la fiesta, han anunciado ya que preparan su guateque alternativo: Weapon, un film en el que ambos serán hombres de acción enfrentados con habilidades diferentes: uno es experto en armas blancas, y el otro en armas de fuego (sic).
Así pues, las pantallas de cine de todo el mundo se llenarán de action men en el próximo 2010. Solo faltará, sí, Chuck Norris, más preocupado por ser presidente de una Texas independiente de los Estados Unidos de Obama. Y ustedes se dirán a sí mismos, y si no lo hacen ya se lo comento yo... ¿Acaso no molaría juntar también en una película a algunas de las presencias más rutilantes del cine de acción de serie Z, aquel rodado directamente para explotarlo en videoclubs y cadenas televisivas? Pues sí, molaría, pero no hace falta hacerlo porque ya está hecho, y el responsable de tamañan hazaña es Jon Cassar.
Cassar, que ayer mismo cumplía 51 años -sirvan estas líneas de rendido homenaje: como tú solo puede haber uno, a Dios gracias-, y que hoy ha conseguido limpiar poco más o menos su nombre figurando como director y productor de un buen número de episodios de 24, la serie que relata las peripecias de Jack Bauer (ese hombre capaz de ganar a todos los antes mencionados a golpe de pestañas y mohínes), dirigió en la segunda mitad de los años 90 las dos entregas de Shadow Warriors, un programa doble concebido directamente para televisión en el que reunió nada más y nada menos que a Hulk Hogan, Shannon Tweed, Carl Weathers y Martin Kove.
El primer film, Shadow Warriors: Asalto a la isla (Assault on Devil's Island), realizado en 1997, presenta a un grupo de marines entrenados para matar -sí, como Michael Paré- liderados por Mike McBride, un cachas al que interpreta el actor y luchador Terry 'Hulk' Hogan, al que secunda cual mano derecha Roy Brown (encarnado por Carl Weathers, otro enemigo de Rocky, el célebre Apollo Creed, así como mítico 'Acción' Jackson). Este grupo viaja a no recuerdo bien dónde para atrapar a Carlos Galindo, un malvado narcotraficante que introduce droga proveniente de Latinoamérica en los Estados Unidos, y al que da vida otra presencia clave del cine ochentero y noventero más tirado: el torvo e inquietante Billy Drago (otro que repite: véase 976. El teléfono del infierno).
En la refriega, Galindo es atrapado por los protagonistas, pero uno de los hombres de McBride muere y este no se lo perdonará nunca. Además otro de sus hombres, el taimado Fraker, los traiciona y se revela como socio de Galindo. A cambio, la curvilínea Hunter Wiley (Shannon Tweed), que parecía ser el último ligue del criminal internacional, se confiesa una agente infiltrada que pretendía acabar con su imperio de la droga. Dios mío, qué cinta tan compleja...
Posteriormente, y para presionar al gobierno de los Estados Unidos para que libere a Carlos Galindo, Fraker y los hombres de aquel secuestran a un equipo norteamericano de deporte de élite (no recuerdo si natación, ballet, ajedrez o rayuela, pero algo de eso era) y amenazan con matarlos. Pero como era de esperar, McBride y sus hombres (y Shannon Tweed, que a poco que puede muestra sus encantos para demostrar que no es un hombre más), con la colaboración de su enlace con el gobierno Andy Powers (Martin Kove), se trasladan a la Isla del Diablo donde los deportistas están secuestrados para rescatarlos in extremis.
Como puede verse, la primera entrega de Shadow Warriors es un cúmulo de tópicos como pocas veces se han visto, que subraya en todo momento la camaradería entre los protagonistas, empleando la cámara lenta en los momentos más emotivos (por decirlo de una manera) y en un final que imita el plano del colegueo de Grupo salvaje tantas veces sableado. Por lo demás, los diálogos son, como Dios manda, irrisorios; la coreografía de las peleas da bastante risa; y Shannon Tweed se pasea en lencería o traje de baño con las excusas más peregrinas mostrando muslamen y pechamen.
Dos años después -por si no llevan la cuenta, me refiero a 1999-, y con una desvergüenza pasmosa, Jon Cassar regresa con Shadow Warriors 2. Asalto a la montaña (Hunt for the Death Merchant), y se trae con el a sus "Guerreros de la sombra", de nuevo a cámara lenta y más chulos que un ocho. Repiten todos: el trío Hogan-Weathers-Tweed como estrellas de la función, y Martin Kove y Mike White como secundarios de lujo (sic). No así Billy Drago, que la palmó en la entrega anterior, y el también televisivo Gerard Plunkett (Da Vinci's Inquest) lo sustituye como malo de la función... aunque los malos malísimos de verdad son Cassar y los guionistas.
El film arranca, como si de un episodio de El Equipo A se tratara, con una misión rutinaria más de estas hermanas Teresas de Calcuta, en las que McBride, Brown, Derek y Hunter rescatan a la hija de su clienta de las manos del malvado padre que la ha secuestrado y se la ha llevado a Suiza de vacaciones. Pero de regreso, McBride está obsesionado con la foto de uno de los hombres más buscados por el FBI: un tal Reynolds en cuyo rostro aquel cree reconocer una mirada que le atormenta en sueños, la del pérfido Dr. Sarkisian, que practicaba experimentos bacteriológicos en la Guerra del Golfo que le costaron la vida a varios hombres de McBride (por lo visto, trabajar al servicio de este marine gafe es un pasaporte directo al otro mundo).
Como no podía ser de otra manera, McBride es un hacha y tiene razón: Reynolds es Sarkisian después de haber pasado por una operación de cirugía estética que le ha cambiado el rostro, y con la colaboración de militares musulmanes está preparando una guerra bacteriológica contra los Estados Unidos desde Canadá (sic). Mientras Brown y Hunter buscan a su colega Powers -que ahora vive y trabaja en un sótano olvidado de la mano de Dios y del gobierno que paga su nómina- para confirmar el paradero de Sarkisian, McBride, que es culo inquieto, se va él solo a por aquel, y no precisamente al estanco de la esquina, sino a un desierto de Arabia Saudita donde casi la palmará; menos mal que sus amigos acudirán al rescate. Pese a ello, Sarkisian antes de huir ha conseguido inocular en las venas de McBride un veneno que acabará matándolo en 72 horas. Así pues, ese es el plazo con el que cuentan los protagonistas para encontrar al villano, desmantelar sus planes de contaminación y conseguir el antídoto que salve la vida de su líder...
Por supuesto lo conseguirán: los cinco -esto es, los cuatro shadow warriors y el propio Powers, un Martin Kove desatado aquí convertido en un imparable action man que lo mismo dispara con dos pistolas a lo John Woo que vuela un cohete con un bazooka mientras recita al general Patton o tararea "La cabalgata de las walkirias" de Wagner en homenaje a Apocalypse Now- asaltarán ellos solitos unas montañas que antes albergaban unas minas hoy olvidadas y que hoy servían de base secreta para Sarkisian y sus hombres.
En fin... Qué gran cineasta es Jon Cassar, y qué legado nos deja: la saga Shadow Warriors, una obra emblemática de la Historia del Cine a la que un oscuro complot de fanáticos del cine mudo, Dreyer, Bergman, la Nouvelle Vague y Abbas Kiarostami pretenden relegar al olvido reduciendo el material gráfico disponible en Internet a pequeñas imágenes de escasa resolución... las cuales hemos rescatado para ilustrar estas líneas, así como instantáneas de los hombres (y de Shannon Tweed) que enriquecieron sus filmografías con este par de rutilantes títulos. Si tienen ocasión, no se las pierdan. O sí, que tampoco pasa nada.
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1 comentario:
Diossss, que buena pinta tiene este programa doble!!
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