Esta reflexión viene a cuento del estreno, este año y en Norteamérica (no sueñen conque este material llegue al país de Aranda, Garci y Rodero), de Zombie Strippers, un film dirigido (y escrito, y fotografiado, y montado, y...) por Jay Lee, y que nace sin ningún género de dudas con la voluntad de convertirse en la nueva película de culto del siglo XXI.
Para ello, y como hicieron recientemente y con mayor fortuna Robert Rodriguez (apodado "El Tonto del Sombrero" por los sinvergonzones de Muchachada Nui) y Quentin Tarantino en Planet Terror y Death Proof, basta con mezclar unos ingredientes básicos, que no son sino estos tres: terror, acción y sexo, para sazonarlos después con las especias adecuadas, como es la presencia de iconos que remitan al acervo (sub)cultural que todos están imaginando: una estrella del cine de terror, aquí Robert Englund (que ya nos visitó la semana pasada, aunque como director, con la inolvidable -por mucho que se intente olvidar- 976: El teléfono del infierno), y una estrella del cine X, en este caso la más rutilante, Jenna Jameson (que en esta ocasión cuenta con un papel destacado de verdad y no se limita a salir treinta segundos contados y ser reclamo de cartel como en La raza maldita).
La acción de Zombie Strippers se desarrolla en un futuro cercano, lo suficientemente futuro como para contar lo que te venga en gana, pero lo suficientemente cercano para no tener que gastarse los cuartos en efectos especiales y en tecnología high tech. George Bush ha sido elegido Presidente de los Estados Unidos por cuarta vez consecutiva, gracias al voto electrónico, y cuenta con el apoyo incondiconal de su Vicepresidente, el ex gobernador de California y ex T-800 Arnold Schwarzenegger. Los conflictos bélicos se suceden en países como Irak, Líbano, Siria... Francia o Canadá, y para solucionar la crisis -el ejército norteamericano resulta ya insuficiente- las Industrias W, en colaboración con este, han desarrollado un virus químico que convertirá a los soldados muertos en zombies imparables que seguirán luchando por su patria (una vuelta de tuerca al estupendo Homecoming de Joe Dante para Masters of Horror, aunque con bastante menos gracia).
Pero hete aquí que hay una fuga en el complejo donde se desarrollan las investigaciones, al más puro estilo Resident Evil, y un comando de elite del ejército -que parece más bien un grupo formado por modelos de El Corte Inglés- acude a solucionar el problema. Ahora bien, como suele pasar en estos casos, el remedio es peor que la enfermedad, y uno de los soldados es mordido por un muerto viviente. Acto seguido, este se da a la fuga... y acaba por refugiarse en el Rhino's, un club de strip tease.
En este momento estamos en el minuto 13 del film, y los 81 que quedan ya se los pueden imaginar ustedes: el soldado contaminado atacará a Kat, una de las chicas del club (nada más y nada menos que la propia Jenna Jameson), la cual morderá a su vez a algunos clientes, e incluso a otras chicas del club. Y la propagación del virus será imparable...
La gracia del asunto, se supone, está en que el público aplaudirá a rabiar a las strippers no-muertas, y el negocio empezará a ir viento en popa conforme más muertas vivientes de ropa escasa o inexistente haya sobre el escenario, y más clientes asesinados en el almacén. Esto recuerda precisamente a Dance of the Dead, otro episodio de Masters of Horror, el de Tobe Hooper, donde los zombis son el exótico espectáculo musical de un club nocturno que cuenta con... mira tú por dónde, Robert Englund, como maestro de ceremonias.
Para enriquecer aún más tan fascinante argumento, al local llega una chica de provincias, una paleta de buen corazón y mejor buen ver, para más inri -nunca mejor dicho- cristiana hasta las enaguas, que busca una manera de hacer dinero rápido para cuidar de su abuelita, que necesita una colostomía urgente. A esta le seguirá su eterno enamorado, otro miembro de la comunidad cristiana, que aunque no lo reconocerá jamás en público está más salido que el pico de una mesa.
En fin... Como pueden ver, Jay Lee -que hasta la fecha había firmado el thriller Noon Blue Apples y otra mezcla de terror y comedia, The Slaughter- sablea a conciencia y con un rostro considerable los dos episodios citados de Masters of Horror, y los enriquece con las envidias y los celos que pueblan las relaciones de las chicas, que podrían hacernos pensar en Eva al desnudo de Mankiewicz, pero dado que el director es norteamericano y tiene menos de cuarenta años supondremos que lo ha sacado de Showgirls de Paul Verhoeven.
En definitiva: una mezcla de La noche de los muertos vivientes de George A. Romero y las citadas Resident Evil y Showgirls, y de la que ahora mismo se estarán preguntando ustedes si vale la pena ver. Pues si buscan un film de terror, la respuesta es no: los zombis de Jay Lee son de lo más torpe e inofensivo, y se mueven más lentamente que los de Romero (no digamos ya que los de Danny Boyle o Zack Snyder), haciendo que en comparación los de Shaun of the Dead, aka (¡puaj!) Zombies Party, parezcan atletas olímpicos. Pero si buscan cachondeo (en todos los sentidos), pueden darle una oportunidad: en primer lugar, por las razones obvias para el público masculino... Y es que aquí los responsables del film le echan el morro esperado, y no solo las bailarinas están tremendas, sino también las soldados, las doctoras y porque no aparece el colectivo de panaderas del barrio, porque de hacerlo seguro que también lo estarían. Y segundo, porque el film cuenta con algunos gags estimables -referencias frikis a internet, Star Trek y demás incluidas- y con divertidas interpretaciones del reparto, destacando una sorprendentemente divertida y autoparódica Jenna Jameson (que no es que sea Meryl Streep, pero tampoco hacía falta: no me imagino a la estrella de Memorias de África girando alrededor de la barra americana...); y un Robert Englund que no tiene que esforzarse para repetir (con acierto, pero repetición al fin y al cabo) algo que lleva haciendo desde hace décadas: ser el maestro de ceremonias odiable pero cachondo al estilo de Freddy Kruegger pero sin maquillaje.
¿Conseguirá el film su propósito de convertirse en una película de culto? Pues creemos que no, al menos en Estados Unidos, porque ya no sorprenderá a nadie, y porque sus intenciones se ven venir desde lejos. Ahora bien, si aquí en nuestra piel de toro se sigue difundiendo con los subtítulos que pululan por la red, obra de alguien que por lo visto tiene escaso oído para el inglés, es posible que Zombie Strippers sí se convierta en una cult movie, pero del surrealismo, y es que vista así deja a la imaginería conceptual y visual del perro andaluz de Buñuel, Dalí y sus colegas por los suelos.
Veamos algunas perlas: en la versión subtitulada en español (por no llamarlo spanglish, y es que creo que escritos en código SMS se habrían entendido mejor), el triunfo de Bush es totalmente legal (un término que significa casi lo mismo que ilegal, pero con algunos matices ínfimos), y los conflictos armados para los que el virus parece haber sido creado se desarrollan, al parecer, como inspiración para las películas bélicas (!). Ahora bien, las discusiones entre las chicas y el personal del Rhino's -que incluye a Paco, un mexicano ilegal cuyo mejor amigo es el burro Pepe- se llevan la palma, y podemos ver cómo hablan de buscar hachas (hatchets) y no insignias (badges), de un clan en lugar de cangrejos (crabs), o de cómo la señora Blavatsky (Rotavsky según los subtítulos hispanos) recuerda que en su viejo y añorado país (o el nuevo y extraño y odiado) usaban anguilas (eels), que no enfermos (ill), para comerse la carne, frente a los tejones (según los subtítulos, patriotas) de Estados Unidos.
Y podríamos seguir hasta pasado mañana: los subtítulos parecen escritos por alguien de una comunidad cristiana parecida a la de donde proviene Jessy, la ingenua protagonista del film, y convierten las peticiones de diversos actos sexuales por parte del chico atolondrado -blow job, hand job, rim job, Dirty Sanchez (!), Dragón enfadado (!!), Chewbacca espumoso (!!!)- en "dame un beso", "uno pequeño", "uno pequeñito", o un "te lo doy yo". Aunque particularmente memorables me parecen el hecho de transformar "Mi Nana" (o sea, la abuela de Jessy) en "Mañana" (así, en castellano, convirtiéndola en portorriqueña), virar un "lo hizo mi mente" en un "lo inventó mi mamá" (la abuela de Jessy también se convierte en su madre en muchos momentos del film, complicándolo todo un poco más si cabe)... o especialmente, el "Te veo conforme" en lugar de "Pareces un jodido cadáver" (como lo leen). Aunque la joya de la corona me parece, sin lugar a dudas, convertir un "Qué estúpida e ingenua, Berengué" (How foolish and naive, Berengé) en un "Qué tontos el no comer morenos" que no hubieran despreciado André Breton o Tristan Tzara, y qué lleva al espectador que desconoce la lengua inglesa a preguntarse: "¿No se comen a los negros? Pues yo acabo de ver caer a uno".
Pues eso: que bien mirado, hagan por verla con estos subtítulos: es una experiencia surrealista inolvidable que habría hecho las delicias de los surrealistas y los dadaístas de las vanguardias europeas, así como de los estudiantes de la Residencia de Ídems... aunque seguramente Federico García Lorca no le habría visto el mismo interés que muchos de sus compañeros.
(+) Zombie Strippers: el trailer
martes, 10 de junio de 2008
Bodrios que hay que ver: Zombie Strippers
Hay películas que nacen con la nada disimulada voluntad de convertirse en películas de culto, si bien es cierto que en un gran número de casos la mera intención ya hace que la propuesta caiga en saco roto... Y es que las más rutilantes cult movies nacieron sin el propósito de serlo, y el milagro de obras como Blood Feast o el musical travestido The Rocky Horror Picture Show es algo muy difícil de repetir. Sin ir más lejos, la Troma lleva lustros produciendo este tipo de filmes, a veces con éxito -caso de El vengador tóxico-, la mayoría de las veces sin él; y tampoco hay que olvidarnos de cintas como Mal gusto, el debut del hoy mucho más rico, canoso y orondo Peter Jackson, o varios de los trabajos del guarrete de Frank Henenlotter (ese tipo que se atrevió a remakear el clásico de Mary W. Shelley fabricando una prostituta artificial con trozos de varias fulanas y llamarlo con simpar osadía testicular Frankenputa).
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2 comentarios:
Yo creo que pasaré de los subtítulos, que ya bastante parece que voy a tener que atar bien corto a mis neuronas para que no huyan. Es más, creo que voy a pasar de la película y voy a ver el trailer una y otra vez.
Esta parece imprescindible.
Ahora que para terror la idea de imaginarse a la Streep en la barra...¡¡Argghhh!!, (ya da miedo con acordarse de Postales desde el filo, digna de figurar en una seccion de bodrios que es mejor no ver)
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