Que el panorama editorial del cómic en España ha dado un vuelco en los últimos años, y que ahora se edita más (y en ocasiones, mejor) que nunca, es algo innegable: si en el ámbito del cómic de superhéroes nos encontramos con el cambio de empresas editando el material de Marvel y DC (antes, respectivamente, en manos de Planeta y Norma; ahora, de Panini y Planeta), y en lo que respecta a la edición de cómic norteamericano de otras líneas y editoriales (WildStorm, IDW Publishing, Dark Horse, etc.) Norma ha entrado con fuerza ampliando su línea editorial (antes claramente centrada en la historieta europea), Glénat ha ampliado el grueso de sus novedades (que siguen centradas en el manga) con la edición de clásicos del noveno arte, españoles y de más allá del océano.
De esta forma, nombres como Àngel Puigmiquel, Víctor Mora, Víctor de la Fuente, Carlos Giménez, Florenci Clavé, Jean-Claude Forest o Yves Chaland se han visto de nuevo situados entre las novedades del mes. Pero, yendo más allá, Glénat incluso ha recuperado hasta los orígenes de uno de los iconos culturales del siglo XX: Betty Boop. Y lo ha hecho con este Betty Boop (Páginas dominicales 1934-1936).
Nacida primero en una serie de cortos de animación realizados por los estudios de Max Fleischer a partir de 1931, esta delicada vamp, entre inocente y pícara, saltó al noveno arte tres años después de la mano de King Features Syndicate (los mismos que editarían poco después el imprescindible Rip Kirby de Alex Raymond, entre otros clásicos de las tiras periódicas).
Inspirada en la actriz Helen Kane, de gran fama en su tiempo pero hoy completamente olvidada incluso por muchos amantes del séptimo arte, el personaje de Betty Boop, hoy pasto de un merchandising sin freno que alcanza al mundo de la ropa y los complementos, respondía a un arquetipo femenino de la época, nacido en la década de los 20: el de chica alocada y despreocupada, tan inocente como desvergonzada, y profundamente superficial.
Dicho estereotipo, materialización de numerosas fantasías masculinas, se plasmó en la pantalla grande y el papel de pulpa en esta Betty Boop vestida de rojo, de falda corta y escote vertiginoso que se irían ampliando y reduciendo, respectivamente, con el consiguiente brote de la censura.
Pero las 97 páginas dominicales, todas las que se realizaron del personaje, recogidas en este volumen, son previas a su conversión en insulsa ama de casa. La Betty de este libro es la primigenia, de ahí que el lector sea testigo de las peripecias que protagoniza en los rodajes de películas en los que participa, en donde no cesa de provocar un gran número de quebraderos de cabeza a su director y al equipo técnico, dados sus continuos caprichos, la importancia que le da a su apariencia (que ha de ser fascinante en todo momento), o su casquivano comportamiento con una lista interminable de galanes de la época, trasuntos de actores de carne y hueso del tipo de Clark Gable.
Todo ello se ve sazonado con la presencia de dos actores de reparto, dos personajes secundarios que acompañan a Betty en sus peripecias: su pequeño hermano Bubby y la expeditiva y violenta tía Tillie, introducidos en el mundo de los estudios de Hollywood gracias a la propia Betty.
Ni que decir tiene que los años no pasan en balde, y quien espere encontrar en Betty Boop una narración ni siquiera remotamente parecida a lo que sería si se publicase hoy en día se encontrará con una gran decepción: el cómic de Fleisher representa la inocencia de una época ya inexistente, donde el tebeo era un puro divertimento infantil o juvenil, o como mucho un pasatiempo de escasa relevancia para leer en el periódico del domingo sin darle mayor importancia. De ahí que el humor del que Betty Boop hace gala se vea hoy con una distancia irónica inevitable; es más, la presunta sorpresa final que debe activar los resortes de la carcajada se adivina ya, desde la poco inocente perspectiva del lector actual, desde las primeras viñetas.
De esta forma, la obra puede leerse de dos maneras: una, intentando imbuirse de la inocencia de los años 30 y tratar de leerla como se hacía en el momento de su publicación original; otra, posiblemente más productiva, desde la perversa óptica del lector contemporáneo, como una representación fantasmal de dos mundos extinguidos: el de estos cómics hoy candorosos y el de un Hollywood todo oropel, superficialidad y falsas apariencias, que se deja entrever en la preocupación de Betty por contar para todo con su caterva de abogados y en su alegría al pensar que ya no tendrá que preocuparse por las facturas.
El presente volumen recoge, además, material poco conocido de Max Fleischer: se trata de cuatro páginas de Out ot the inkwell ("Fuera del tintero"), publicadas también en 1934 y protagonizadas por un curioso personaje: Koko el Payaso. En las mismas, su autor hace gala de los recursos del slapstick, esto es, de un humor puramente físico y sin el apoyo de diálogo alguno. Finalmente, el volumen se completa con una historia, de título "Boop-boop-a-doop Girl", realizada por la mismísima Helen Kane.
Todo este material, acompañado por un prólogo de Antonio Martín, nos lleva a darles nuestra más sincera recomendación respecto de este volumen, siempre y cuando sepan entenderlo como lo que es: como una representación del espíritu de una época irremediablemente perdido.
Título: Betty Boop (Páginas dominicales 1934-1936
Autor: Max Fleischer (guión y dibujo)
Editorial: Glénat
Fecha de edición: diciembre de 2006
112 páginas (color) - 20 €
[Fotografía 3.ª: Helen Kane.]
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