La particular secuela del film, Los renegados del diablo, sin ser ninguna joya sí nos parece que cuenta con bastante más personalidad que su antecesora como para tenerla en cuenta: en esta ocasión, Zombie no disimula su admiración por el cine y la estética de los 70, pero amplía sus reconocibles influencias, y su trabajo le debe al Sam Peckinpah de Grupo salvaje, Quiero la cabeza de Alfredo García o Perros de paja tanto o más que al Tobe Hooper de La matanza de Texas (quizá la influencia más marcada de su anterior cinta).
Por otra parte, hay que reconocer que Los renegados del diablo cuenta bien poco: el descubrimiento por parte de las fuerzas de la ley del hogar repleto de cadáveres de la desquiciada familia protagonista, la huida de esta (con el secuestro de inocentes a su camino)... y su encuentro con el patriarca, ese payaso televisivo en horas bajas, remedo splatter del ya por sí perverso Krusty de Los Simpson de Matt Groening, llamado Capitán Spaulding.
Lo más significativo del film, y que lo engrandece, no es lo que cuenta sino cómo lo cuenta: en una época donde todos están preocupados por ser políticamente correctos, el realizador parece equiparar las fuerzas policiales a Spaulding y los suyos, y a los primeros solo les da la oportunidad de vencer a estos últimos cuando emplean la misma fuerza brutal (y de paso, algunos procedimientos ilegales, como la asociación con delincuentes) que sus enemigos. De la alianza del sheriff Wydell (encarnado por un estupendo William Forsythe) con unos matones, al pacto entre policía y delincuentes de M, el vampiro de Dusseldörf, las cosas no han cambiado tanto. Y esta película de Fritz Lang data de 1931...
Consecuentemente, Zombie confiere a Los renegados del diablo una estética setentera de lo más adecuada, salpicada de travellings, cámara lenta, barridos o pantalla partida, sin olvidar el uso de la música y unos créditos de lo más demodé. De esta forma, hace por el cine violento (se trate de películas de terror o de westerns crepusculares) algo parecido a lo que hizo Quentin Tarantino con el cine de acción y artes marciales en Kill Bill: un homenaje confeso... que también funciona como película en sí misma. Y si este rescató a Sonny Chiba, el alma mater del grupo White Zombie hace lo propio con sus propios mitos: del Michael Berryman de Las colinas tienen ojos al Ken Foree de Zombi, pasando por P. J. Soles (Halloween) o la actriz del porno de los 80 Ginger Lynn, en un divertido y onírico cameo. Así pues, a nadie extrañará que ambos cineastas trabajen juntos en la inminente Grindhouse...
[Fotografía: Rob Zombie.]
2 comentarios:
Absolutamente en contra. Los Renegados es una secuela cogida por los pelos, con un guión escrito deprisa y corriendo que no lleva a ninguna parte, deja en ridículo a los personajes de la anterior entrega, los asesinatos no tienen ni punto de comparación y son casi ridículos, el poli que los persigue lo hace por ¿venganza?.. joder, es mala de cojones.
La Casa de los 1000 cadáveres tiene esa estética casi punk de la que hablabas y la lleva al extremo. Ahí si que no hay salida. Puedes entrar, pero.. Tiene escenas geniales como el atraco del principio a la tienda del payaso o la ejecución del policia a cámara superlenta. Y no olvidemos los diálogos, a la altura de Tarantino en muchas ocasiones. Con todo lo anterior se aleja de cualquier matanza de texas que quisiera imitar, innovando y dejando el listón del cine de terror bien alto.
Llamadme friki, pero es una cinta que merece un segundo visionado.
Las dos son buenas, realmente.
Como bien dice el posto de arriba La casa de los mil cuerpos lleva esa estética al extremo.
Pero Los renegados del diablo es una cinta formalmente más sobria y al mismo tiempo más IN YOUR FACE. Un perverso western moderno. Oh sí!
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