Bienvenidos, amiguitos, a un nuevo año de "Bodrios que hay que ver", y para que no digan empezamos con fuerza: en 1999 -aunque vista la película resulta tan marciana que podría ser tanto de 1965 como del 2036-, un individuo llamado Tom Callaway decidió llevar al cine un guión de Benjamin Carr y Daniel Elliot. El resultado fue Motorista asesino.
La película, cuyo título original es Murdercycle, es una de las mayores tontadas jamás filmadas en celuloide. Tanto es así que un servidor, a pesar de que como bien saben tiene unas tragaderas considerables, estuvo a punto de dejar de verla pasados los primeros veinte minutos de proyección. Pero hete aquí que al comprobar un detalle bastante friqui de la película, esta terminó por ganarse mis apriorísticas simpatías y acabé por darle una oportunidad. Y en qué mala hora...
Este detalle no es otro que al igual que en películas de miedo como El terror llama a su puerta o la primera Destino final los personajes se llaman como cineastas célebres del género, aquí toda la nómina de individuos tienen por nombres los apellidos de autores clásicos del cómic norteamericano de los años 60 y 70: (Jack) Kirby, (Stan) Lee, (Steve) Ditko, (Frank) Frazetta, (Joe) Kubert, (Neal) Adams, (Wally) Wood, (John & Sal) Buscema, (Vince) Coletta y (Joe) Sinnot. ¿Cómo se les ha quedao el cuerpo? Pues hale.
Pero vamos a lo que vamos, esto es, el argumento de este engendro: la película arranca en mitad de la noche, en un espacio que parece ser un campamento del ejército donde seguramente se harán prácticas de tiro o experimentos gubernamentales secretos o performances, qué sé yo. Hasta allí llega un motorista (sí, los motoristas siempre han tenido predicamento en esta sección: recuerden R.O.T.O.R., Pesadilla en la playa o Timerider) que se divierte yendo por ahí sin nada que hacer hasta que se acerca a la alambrada y para (del verbo parar) para (preposición para) descansar.
Justo en ese momento -que ya es mala suerte- cae cerca de él lo que parece ser un meteorito, y de este surge una forma de vida alienígena que posee su alma y su motocicleta convirtiendo a ambos en una perfecta máquina de matar que tira rayos y da mucho susto. Alucina, vecina.
Acto seguido, la acción se centra en Kirby, un veterano del ejército muy triste y atormentado -su mujer se ha ido o se ha muerto, no me acuerdo muy bien y tampoco sé si lo explican, pero para el caso es lo mismo- y que tiene problemas con la bebida; bueno, en realidad no tiene problemas con la bebida porque se la bebe con facilidad. Claro está, pese a su lamentable estado es el único capaz de enfrentarse a esta nueva amenaza, y sus superiores del ejército lo reclaman para que lidere un grupo de especialistas cuya misión es perseguir al motorista asesino para acabar con él.
En este equipo no falta el agente de la CIA que se gana la enemistad del resto, el chupatintas cobarde, los soldados novatos (que son fanáticos de los cómics y hablan continuamente de que si Marvel, que si DC)... y la chica, que aquí es una científica que hace gala de poderes paranormales que le permiten leer las mentes. Acabáramos.
El resto de la película no muestra otra cosa que la persecución del alienígena, que al parecer codicia un elemento extraterrestre con el que mantiene cierta empatía y que fue encontrado con anterioridad por el ejército de los Estados Unidos y que ahora está custodiado en una base secreta, así como el enfrentamiento final entre los buenos y el malo, que se salda con la muerte de este.
Señoras y señores, esto y no otra cosa es Motorista asesino, una de las peores películas jamás vistas, obra de un señor, Tom Callaway, que debutaba en el cine y que después -se entiende perfectamente- no ha vuelto a hacer nada más, ni como director, ni como guionista, ni siquiera como meritorio llevando los cafés al resto del equipo. Para prueba, un botón. O mejor que un botón, una captura de su triste ficha en la IMDb:
Ya saben: si ven al motorista asesino en cuestión, corran raudos en dirección contraria, porque les matará... de aburrimiento, de desidia y de asco, todo a un tiempo.
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