"He visto el futuro del terror, y su nombre es Clive Barker."
- Stephen King
En sus Libros de Sangre, Clive Barker se propuso dar una vuelta de tuerca a un gran número de temas y figuras del género fantástico, rebelándose ante las convenciones e intentando -la mayoría de veces, con éxito- tratar aquellos desde un prisma novedoso cuando no directamente inédito.
Así pues, si trató la figura del psicópata en "El tren nocturno de la carne" y "Terror", los demonios en "El Charlatán y Jack" y "Acontecimiento infernal", los monstruos en "Las pieles de los padres" y "Rex Cabezacruda" o los fantasmas en "Sexo, muerte y luz de estrellas" y "Confesiones del sudario (de un pornógrafo)", en este Restos humanos le toca el turno a la figura del gólem o similar como paradigma del ser artificial que cobra vida.
Pero Barker no se podía conformar con la enésima variación del Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary W. Shelley, y vincula en su relato la figura del ser artificial, por un lado con el amor por el mundo antiguo, personificado en el coleccionismo y la restauración de objetos antiguos, y por otro con el amor por uno mismo.
Así pues, el protagonista de "Restos humanos" es Gavin, un chapero de veintipocos años que ejerce en las calles de Londres y que no hace distinciones entre clientes masculinos o femeninos. Dada su profesión, Gavin vive de noche y duerme de día, llevando un tren de vida rápido e irresponsable en el que su única preocupación es cuidar su herramienta de trabajo; esto es, su cuerpo: así, se controla continuamente para saber que no pesa ni un kilogramo de más o de menos, y observa con minuciosidad su rostro ante el espejo preocupado ante la posibilidad del brote de signos que denoten el comienzo de la vejez.
La rutinaria existencia de Gavin cambia la noche en que Kenneth Reynolds, un coleccionista de arte, requiere sus servicios. Durante la velada en casa de este, Gavin descubrirá que su cliente oculta un oscuro secreto, relacionado con una vieja estatua que descansa en el fondo de su bañera, sumergida en agua. Será a partir de aquella noche que alguien empezará a seguirlo, al mismo tiempo que conocidos suyos afirmarán haberlo visto en lugares y momentos en los que Gavin no se encontraba allí.
El enigma se revelará cuando la estatua de Flavinus, un romano de cuya tumba un fragmento descansa en el hogar de Ken Reynolds, se revele como un ser que ha cobrado vida y salve a Gavin de las manos de un proxeneta negro y sus secuaces, que lo acusan de haber asesinado a uno de sus chaperos. Flavinus necesita sangre para vivir, y conforme se va alimentando se va pareciendo cada vez más al propio Gavin...
Con "Restos humanos", Barker vuelve a ofrecer lo mejor de sí mismo, regalándonos una reflexión sobre la condición humana, sobre aquello que nos convierte en personas y nos distingue de otros seres vivos, disfrazado con un envoltorio de relato de terror al uso. Un relato soberbio.
"Restos humanos", en Libros de Sangre (vol. 2)
Clive Barker
Madrid, La Factoría de Ideas, 2005, pp. 271-323.
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1 comentario:
Este relato es sin duda exquisito. Es dificil de entender el giro de los acontecimientos, pasando de la realidad cruda y fria a un suceso mostruoso y demente. El final me encanto, no pude pedir un mejor final para Libros de Sangre Vol. II.
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