Vaya por delante que me enfrenté a la lectura de Planeta Tierra, título que acaba de editar La Cúpula, como deberíamos de enfrentarnos a cualquier otra, y que en una sociedad tan sobreinformada como la nuestra resulta una hazaña cada vez más difícil de lograr: sin ningún tipo de prejuicio ni a favor ni en contra de la misma. No conocía a su autora, la alemana Aisha Franz: algo lógico si tenemos en cuenta que esta es su primera novela gráfica de extensión considerable; y que sus historietas previas, más breves, no habían llegado a mis manos (a pesar de que alguna de ellas recayera en las páginas del fanzine barcelonés Colibrí); tampoco conocía el argumento de cómic, pues no había leído crítica ni reseña alguna... Por lo tanto, mi primer contacto con la historia que nos propone Franz lo encontré sin más preámbulos en las primeras páginas de la propia obra.
La autora, caracterizada como uno de los personajes centrales de la obra
No obstante, esto no deja de ser una crítica del volumen, y quizá el lector que haya llegado hasta aquí sí quiera saber, hablando en román paladino, de qué va la obra. Pues ahí va: el relato lo protagoniza una familia de tres miembros, todos ellos femeninos. La madre, separada de un marido con el que se casó muy joven y probablemente solo porque se quedó embarazada demasiado pronto, se dedica a las labores del hogar mientras intenta ahogar la frustración que la hace pensar en los sueños de juventud jamás alcanzados. Mientras tanto, sus dos hijas crecen día tras día sin que ella se dé cuenta: la mayor ya es una adolescente que se rebela contra algunos de los conceptos y órdenes preestablecidos, empieza a salir con chicos y fuma a escondidas; la menor, de apenas diez años de edad, pasa la mayor parte del tiempo en la soledad de su cuarto o patinando por las calles del barrio donde viven...
Este entorno familiar, que parece particularmente indicado para la construcción de un slice of life en toda regla (y ojo, algo de eso hay en Planeta Tierra), pronto se ve dinamitado con la aparición de un nuevo elemento, verdaderamente sorprendente en un relato con unas bases de estas características: nada menos que un alienígena, con quien por azar se encuentra la hija menor, y que acto seguido se ve llevado a la casa y escondido en el dormitorio de esta. Este elemento, que en principio podría funcionar como un factor discordante al más puro estilo del Terence Stamp de Teorema de Pasolini (o de filmes más recientes como Visitor Q o Stoker, de los orientales Takashi Miike y Park Chan-wook), permanecerá en principio oculto y al margen de las experiencias vitales de la madre y la hermana mayor, por lo que la distancia y profundidad del abismo que separa a estas de una niña que no acaba de comprender el mundo que le rodea será cada vez mayor...
Poco más debería contarse del argumento de la obra. En cambio, sí hay que merece reflexionarse un tanto acerca de su apartado gráfico y de las expectativas que este genera (falsas o al menos inadecuadas, y esto es algo que considero intencionado y que funciona en beneficio de la obra); y es que aunque existen pocas similitudes entre el estilo sencillo y naif de la autora y el acabado gráfico de estos, Aisha Franz se muestra aquí más cerca de la obra de francotiradores como Daniel Clowes o Charles Burns que de otros autores en principio mucho más cercanos a su estética visual. Del primero parece rescatar su mirada de entomólogo hacia los seres humanos, a los que parece no entender del todo (¿hay acaso un acercamiento más sincero y verosímil que este?); del segundo, la libertad con la que encara la evolución del relato -empezando precisamente por la aparición del citado extraterrestre- y su querencia por las interpretaciones abiertas, algo que se subraya hacia el acto final de la historia.
Dicen algunos teóricos de la narratología que apenas existen argumentos en la historia de la literatura, el teatro y todas las artes narrativas que vinieron después. Algunos han censado siete argumentos básicos, a partir de los cuales todos los demás no son más que remedos y/o versiones de los anteriores; otros, más radicales, hablan solo de dos: el amor y la muerte; incluso algunos osan afirmar que solo hay uno: el viaje. Una vez concluida la lectura de Planeta Tierra -¿por qué no se ha respetado el título original, Alien, y se ha optado por una perspectiva diametralmente opuesta? ¿Quizá temor por parte de los editores acerca de crear, de nuevo, expectativas orientadas a las obras de género?-, servidor se plantea si su tema o temas principal(es) no será(n), simplemente, dos de los más importantes y generales de la historia, que aparecen siempre muy unidos hasta ser prácticamente uno solo: el paso del tiempo y la construcción de la propia identidad.
Pero al respecto no espere el lector respuestas tajantes, ni en el cómic (que por momentos tiene más de composición lírica que de relato narrativo al uso) ni tampoco en esta misma reseña. En todo caso, lo que sí podría y debería esperar es que Aisha Franz es una autora a seguir con mucha atención y su Planeta Tierra uno de los cómics más interesantes del momento, en el que lógicamente la editorial española confía como para publicar una preview bastante extensa, y que a buen seguro (y tengo en cuenta que todavía estamos en febrero) tiene muchos números para estar entre lo mejor de la cosecha de este 2014: porque muy bien tendría que dársenos el año como para llenarlo de obras maestras que impidan la presencia del presente título en los listados que crítica y aficionados publicaremos a comienzos del próximo enero. Tiempo al tiempo.
Título: Planeta Tierra
Autor: Aisha Franz (guion y dibujo)
Editorial: La Cúpula
Fecha de edición: enero de 2014
212 pp. (b/n) - 16 €
No hay comentarios:
Publicar un comentario