Apenas unos días después del fallecimiento de la centenaria Gloria Stuart, desde Hollywood y por boca de su agente -que compartía con su hija, la también actriz Jamie Lee Curtis-, nos llega la noticia de la lamentable desaparición de otro actor, este además toda una leyenda del cine norteamericano: el gran Tony Curtis.
Llamado realmente Bernard Schwartz, Curtis fue tan conocido por su agitada vida sentimental como por su considerable filmografía, que cuenta con más de cien largometrajes en su haber. Casado varias veces, su matrimonio más celebrado fue el que le unió a la actriz Janet Leigh (la célebre Marion Crane de Psicosis), del que nació la citada Jamie Lee. Además, afirmó en unas polémicas memorias que mantuvo un romance con Marilyn Monroe durante el rodaje de Con faldas y a lo loco, así como que la dejó embarazada, si bien supuestamente la actriz acabó sufriendo un aborto.
Precisamente esta comedia de Billy Wilder, en la que Curtis y su compañero Jack Lemmon interpretan a dos músicos que perseguidos por una banda de gángsters se ven obligados a disfrazarse de mujeres, fue su trabajo más celebrado en un género que se le dio particularmente bien. Precisamente fue una comedia la que vio su debut en el mundo de la interpretación en 1949; concretamente, se trataba de un cortometraje protagonizado y dirigido por el popular Jerry Lewis y en el que Curtis coincidió ya con su futura esposa Janet Leigh.
Después de varios papeles muy breves, algunos incluso sin acreditar, en diversas películas, entre ellas el estupendo film noir El abrazo de la muerte de Robert Siodmak y el soberbio western Winchester 73 de Anthony Mann, Curtis obtuvo su primer rol protagonista en una cinta de 1951 dirigida por Rudolph Maté: The Prince Who Was a Thief. Pero no sería hasta dos años después que obtendría un papel que le daría la fama: el del mago Harry Houdini en el biopic dirigido por George Marshall, título en el que volvió a coincidir con Janet Leigh.
Durante aquella década fue dirigido por realizadores tan populares como Douglas Sirk, Richard Quine, Blake Edwards o Delmer Daves, y participó en un gran número de filmes, entre los cuales figuran como más destacados Trapecio de Carol Reed, la muy corrosiva Chantaje en Broadway de Alexander Mackendrick o Los vikingos de Richard Fleischer, una de las mejores cintas de aventuras de todos los tiempos. En estas películas tuvo como compañeros masculinos de reparto nada menos que a Burt Lancaster y Kirk Douglas.
Pero para pareja ilustre, la que Curtis formó con Sidney Poitier en Fugitivos, dirigida por Stanley Kramer: un film que seguía a dos fugados de una prisión por un largo periplo repleto de desventuras y penurias. La película consiguió un gran número de nominaciones al Oscar, entre ellas dos para ambos intérpretes como actores protagonistas, si bien finalmente ninguno de los dos consiguió hacerse con la estatuilla.
En 1960 volvió a repetir con Kirk Douglas en Espartaco, de Stanley Kubrick, en la piel del esclavo Antoninus; dos años más tarde, insistiría con el género histórico en Taras Bulba, junto a Yul Brynner y dirigidos ambos por J. Lee Thompson. Pero sería la comedia, con la citada cinta de Wilder y otras como La carrera del siglo o No hagan olas, la que le daría mayor popularidad durante aquellos años.
En 1968, y de nuevo dirigido por Richard Fleischer, se propuso dar un giro de ciento ochenta grados a su carrera con El estrangulador de Boston, en la que interpretó magistral y sobriamente al asesino real Albert Desalvo, y donde ofreció además un enfrentamiento actoral cara a cara con otro de los grandes: Henry Fonda. Posteriormente insistiría en este giro hacia papeles más serios en Lepke de Menahem Golan y El último magnate de Elia Kazan, producción sobre el mundo de Hollywood a partir de la novela inacabada de Francis Scott Fitzgerald.
Durante los años 80 y 90 el interés de su filmografía decaería considerablemente, trabajando en películas más bien discretas cuando no subproductos realizados directamente para el mercado doméstico. No obstante, siempre mantuvo una vida social muy activa... y pese a sus problemas crecientes de salud -que incluyen una neumonía que casi lo deja en coma-, consiguió trabajar asiduamente hasta el año 2008.
Tony Curtis nació en 3 de junio de 1925 en El Bronx, Nueva York, y falleció en 29 de septiembre de 2010 en Las Vegas, Nevada. Tenía por tanto 85 años. Descanse en paz.
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