Muy pocas veces hemos asistido a una ascensión tan rápida a la cumbre del éxito como la que ha vivido el humorista británico Sacha Baron Cohen, ni tampoco a una evolución en cuanto a ideas y estilo como la que se produce entre la primera película dedicada a uno de sus más emblemáticos personajes, y la segunda película, que ha puesto su nombre en la picota del panorama cinematográfico mundial. Porque la distancia que hay entre Ali G indahouse y Borat podría medirse en años luz.
La primera, titulada en España Ali G anda suelto, es una producción británica del año 2002, y donde Baron Cohen interpreta al personaje que le dio fama a partir del videoclip de Madonna Music y su propio show televisivo en la TV inglesa.
El film, que cuenta cómo un rapero de los barrios bajos accede al Parlamento y revoluciona el panorama político de su país, no hay por dónde cogerlo: la presencia de actores como Michael Gambon o Charles Dance, este último como el villano de la función, así como sus continuas irreverencias, no consiguen evitar el tedio.
Y es que dichas irreverencias no son más que puro humor grueso, que emplea la vía más fácil para escandalizar. Pero detrás de toda esa presunta mala uva, el mensaje sigue siendo el mismo acomodaticio y retrógrado de siempre: que hay que aceptarse a uno mismo como lo que es, y a los demás como lo que son. Simple y llanamente.
Pero con Borat, estrenada el año pasado, y basada en otro de sus populares personajes, Baron Cohen ha evolucionado de forma espectacular, y no solo porque estemos ante una producción cien por cien estadounidense.
En este film, dirigido por Larry Charles, Baron Cohen es Borat Sagdiyev, reportero de la televisión de Kazakhstan, tan inocente y candoroso como misógino, homófobo y antisemita, que viaja a los Estados Unidos para grabar diversos reportajes sobre el American way of life. Allí se encontrará con la incomprensión de gran número de ciudadanos norteamericanos... además de con el amor de su vida: Pamela Anderson.
El film se vale del consiguiente choque cultural no solo para hacer reír al espectador, sino para ofrecer una amarga mirada acerca tanto de los países pobres del este como, sobre todo, de la nación más poderosa del mundo. Y lo hace mediante una factura mucho más cuidada que la de Ali G indahouse: la realización es mucho más competente, y tomando los tics de un género tan curioso como el de los falsos documentales, hace uso de un atractivo montaje y emplea canciones ya conocidas de otros films (Easy Rider, Cowboy de medianoche, Top Gun) de forma bastante acertada.
Y créanme: Sacha Baron Cohen ha mejorado muchísimo como actor; solo por ver el momento de su enamoramiento al descubrir Los vigilantes de la playa en el televisor de la habitación de hotel, y su peregrinaje a Malibú para encontrarse con la exuberante actriz que interpreta a C. J. Parker en la serie (y que interviene en el film interpretándose a sí misma), ya vale la pena ver la cinta.
En este momento, la carrera de Baron Cohen está más encaminada que nunca: compartirá cartel con Johnny Depp en la última locura de Tim Burton, Sweeney Todd, e interpretará al cantante Freddie Mercury en un biopic sobre la vida nocturna del líder de Queen. Por si esto fuera poco, tendremos película de otro de sus personajes propios, Brüno... y la revista Time lo ha elegido una de las 100 personalidades más influyentes del momento. Como lo oyen.
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1 comentario:
El morro que tiene este tipo y la acidez que destila le convierten en una especie de Gremlin malo de lo más estimulante. Sobresaliente.
Patón
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