Hatchet se proyectó en Sitges como una cinta más dentro de un par de maratones; cuando un servidor la vio, se pasaba junto con el hilarante corto Coming to town y tres largometrajes más: Behind the mask, Habitaciones para turistas y The thirst.
Una vez vista la película, es obvio que se trata de un largometraje ideal para este tipo de eventos, pues difícilmente resistiría el juicio de un público menos dado al divertimento.
Y es que Hatchet adolece de todos los tópicos de las slasher movies. Eso sí: su director tiene la picardía de hacer de sus carencias también sus mayores méritos, y convierte la cinta en una slasher movie cuyas convenciones son llevadas al paroxismo: las escenas sangrientas son muy explícitas (algo que aplaudió una platea entregada), las chicas tontas y casquivanas habituales en este tipo de producciones son rematadamente idiotas, y el humor salpica la cinta de principio a fin.
Por si esto fuera poco a la hora de establecer su pertenencia a una tradición cinematográfica muy marcada, Hatchet cuenta con la presencia de Robert Englund (alias Freddy Krueger) como el padre de la chica protagonista, y con Kane Hodder (alias Jason Vorhees) en un doble papel: el del asesino y el del padre de éste, en un flashback que funciona como desternillante origen secreto del primero.
Como ya supondrán, Hatchet es un simple divertimento que gustará a los muy aficionados al (sub)género. Eso sí: se recomienda verla con amigos de gustos afines, unas pizzas y unas cañas. La cosa puede mejorar bastante.
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