Resulta paradójico que una película como
El ilusionista, reservándose en buena parte las argucias y los trucos del mago protagonista (encarnado por Edward Norton), no consiga transmitir la sensación de magia al espectador; en cambio, en
El truco final (El prestigio) –a partir de ahora nos referiremos a ella con el subtítulo, fiel al original, y no con el estúpido título español–, donde Christopher Nolan nos muestra los mecanismos ocultos del espectáculo, somos testigos de verdadera magia cinematográfica.

Y puede parecer injusto comparar ambas películas, pero es inevitable no poder resistirse a la tentación de hacerlo con dos cintas protagonizadas por algo tan poco usual como unos magos y estrenadas con apenas unas semanas de diferencia.
En la columna de Abandonad toda esperanza de ayer hablábamos precisamente de lo peligroso que pueden ser las expectativas con las que uno carga antes de ver una película. En el caso de
El prestigio, esto podía ser particularmente peligroso: Nolan había realizado, seguidas, tres maravillosas películas. Y al menos la primera de ella es una absoluta obra maestra. Y es que
Memento,
Insomnio y
Batman begins lo han convertido en uno de los nombres clave del nuevo Hollywood, el que podría ser el relevo de David Fincher si este no tuviera todavía tanto camino por delante (ahí está el inminente estreno de
Zodiac para, esperemos, demostrarlo).

Pero, contra todo pronóstico,
El prestigio confirma todos sus logros y los multiplica con creces. Esta adaptación de la novela homónima de Christopher Priest (del que, por cierto, les recomiendo la estupenda
La afirmación) nos parece no ya una joya del séptimo arte en el mismo momento de su estreno, sino que tenemos la sensación (que solo podrá confirmar el paso del tiempo) de que en un futuro lejano seguirá viéndose con el mismo interés que ahora.
Y es que, si en
El ilusionista el hecho de que el espectador se adelantara a las (presuntamente) sorprendentes revelaciones de su final suponía una creciente falta de interés, en
El prestigio esto (que también puede suceder, aunque en menor medida) no supone que las andanzas de Robert Angier y Alfred Borden dejen de interesar. Aunque adivinemos los trucos que Nolan se guarda en la manga (y la mayoría, a poco que nos fijemos bien, están ahí desde el principio y no es difícil detectarlos), el enfrentamiento entre estos dos prestidigitadores rivales muestra tal carga de sentimientos humanos básicos (del amor al odio, de la rendida admiración a la codicia más desatada, del sabor de la gloria a la más amarga de las miserias) que es imposible dejar de emocionarse con lo que sucede en la gran pantalla.

A todo ello no es ajeno el buen hacer de los actores, desde un extraordinario (como casi siempre) Christian Bale a Hugh Jackman, que hacia el principio del film es devorado por su rival, pero que se crece considerablemente conforme avanza la trama, estando a su altura sin problemas en muchos dramáticos momentos.
En cuanto a los secundarios, es inevitable destacar a David Bowie como el inventor Nikola Tesla, al que da vida con una sobriedad y elegancia indiscutibles, y claro está, a Michael Caine, en la que es una impecable interpretación... por enésima vez.

A medio camino entre Steven Spielberg (el de los films más representativos de su estilo, claro está) y el mencionado David Fincher, pero más analítico que el primero y menos oscuro (salvo cuando la historia lo exige) que el segundo, Nolan construye un discurso sobre la dualidad de la condición humana, y sobre el sacrificio absoluto, que habría hecho las delicias de Stanley Kubrick.

Así,
El prestigio, que nos parece de un romanticismo arrebatador y una riqueza de matices prácticamente inagotable, viene a ser la primera obra maestra del este 2007, muy por encima de títulos tan aplaudidos como
Babel o
Banderas de nuestros padres. Y es que si la Academia no hiciera gala de los prejuicios ante el cine fantástico que nunca ha dejado de demostrar (
El Señor de los Anillos y poco más aparte), la cinta de Nolan habría recibido numerosas nominaciones al Oscar este año, entre ellas las de Película, Director, Guión Adaptado, Actor Protagonista (esta, por duplicado, como manda la situación) y Actor de Reparto para Caine. Pero se ha tenido que conformar con dos menciones técnicas, las candidaturas de Fotografía y Dirección Artística. Y es que, como bien comprueban en sus carnes el Gran Danton y el Profesor, aunque de forma bien distinta, la vida no suele ser justa.
Así que, como afirman Cutter y Borden en varios momentos del film, "quiero que prestéis atención":
El prestigio es de lo mejor que veremos este año. Y quizá en varios años. No la dejéis pasar.