Hace varias temporadas, Underworld de Len Wiseman fue una agradable sorpresa: era un producto sin demasiadas pretensiones artísticas, pero que resultaba bastante entretenido de ver y que partía de una idea nada original pero efectiva al cien por cien: el enfrentamiento entre vampiros y hombres lobo a lo largo de muchas generaciones, de espaldas a la humanidad.
La película, a partir del romance entre una vampira y un híbrido de las dos razas, suponía también una revisión en clave fantástica y por tanto muy libérrima del Romeo y Julieta de Shakespeare, a la hora de mostrar un amor que sobrevive por encima de los impedimentos familiares y sociales.
La película fue un gran éxito, y la secuela no se hizo esperar. Pero el problema de Underworld: Evolution es que ya no queda nada que contar, y su única razón de ser es, ahora sí, puramente pecuniaria. De nuevo dirigida por Wiseman y protagonizada por Kate Beckinsale (ambos, por cierto, pareja en la vida real), la cinta está repleta (demasiado) de efectos especiales infográficos, convirtiéndola en un producto tecnológico y sin alma.
Por si esto fuera poco, la cinta adopta la estructura narrativa de un videojuego (pensamos en películas como Resident evil o Doom, no en la estupenda Silent Hill de Christophe Gans), y finalmente concluye sin haber conseguido despertar el interés de un espectador adormilado y sumido en el tedio. Una lástima.
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1 comentario:
estupenda Silent Hill... uauh!
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