Calvaire parte de un arranque tópico como el que más en el género del terror: un hombre ve cómo su coche sufre una avería, lo que le obliga a pasar la noche en una vieja pensión. Pero a partir de ahí su autor, Fabrice du Weltz, nos regala una acertadísima reflexión acerca de la soledad humana y de la necesidad de querer y de sentirse querido.
El protagonista, Marc Stevens, es un cantante de poca monta que acaba de ofrecer un espectáculo en una residencia de ancianos. Después de sentirse acosado por una de las residentes y por la mujer que le contrató, se marcha con destino a un nuevo lugar donde actuar. Pero el mencionado accidente lo obliga a quedarse en la antigua pensión de Bartel, un ex payaso que ahora vive solo, tras el abandono de su esposa y el cierre del negocio.
No nos extenderemos más en el argumento del film, para no desvelar las sorpresas que incluye, pero sí destacaremos que lo que en un principio prometía ser la enésima variación de Viernes 13 pronto se convierte en una afortunada mezcla de horror gótico y estudio antropológico, con ecos tanto de La matanza de Texas o Las colinas tienen ojos como de un clásico contemporáneo ajeno al género: Defensa (Deliverance), de John Boorman.
Supongo que ya sabrán por dónde van los tiros en esta angustiosa producción que no es plato para todos los gustos. Eso sí, los que sepan disfrutar de tan particular manjar quedarán saciados con creces.
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