El origen secreto de Cara de Cuero

Como decía un amigo en un comentario de este vuestro blog hace apenas unos días, La matanza de Texas: el origen es una película que no engaña a nadie. Cualquiera que vaya a verla sabe qué va a encontrar, y le gustará o no según su afición al género y los prejuicios (a favor o en contra) que lleve consigo.



Por si fuera poco, ni siquiera existe el suspense: como precuela que es, el espectador que haya visto el soberbio remake que Marcus Nispel realizó hace un par de años del clásico de los 70 sabe perfectamente que los villanos de la historia sobreviven y salen impunes.

La película, como origen secreto que es, al más puro estilo de los cómics de superhéroes (y perdón por la paradoja), arranca con el mismísimo nacimiento de Leatherface. A partir de ahí, su realizador (Jonathan Liebesman, autor de En la oscuridad) ofrece hora y media concisa de horror y gótico americano.



Al respecto, resulta curioso que en los últimos años se haya producido una vuelta al cine de terror más salvaje y primigenio, tras el humor y el gore desenfadado de los años 80 y la repetición de fórmulas y el metalenguaje referencial de los 90. Por ello se han venido haciendo nuevas versiones de La matanza de Texas, Zombi y Las colinas tienen ojos, cintas de Tobe Hooper, George Romero y Wes Craven que se han visto readaptadas a los nuevos tiempos por el citado Nispel, Zack Snyder y Alexandre Aja.

Eso sí, en La matanza de Texas (2004) y esta precuela que ahora se estrena, la trama se sigue ambientando en los años 60 y 70, quizás en un intento de alejar del espectador norteamericano medio el horror que en ellas se muestra. Sin ir más lejos, la sombra de Vietnam vuelve a estar presente en la trama.



Al respecto, destacar el gran acierto de casting que supone descubrir para el gran público a Diora Baird, modelo y actriz que ha sido portada de Playboy, y de la que su rotunda exuberancia, su rostro pecoso y su parecido físico con estrellas de aquella época (pienso en Catherine Deneuve o en Jane Fonda), la convierten en una presencia más creíble en aquellos años que la Jessica Biel de la cinta precedente.



No obstante, ni que decir tiene que la sorpresa que supuso el remake de Nispel (por el que a priori nadie daba un duro, y que acabó fascinando incluso hasta los más fanáticos de la cinta original) ha desaparecido, y La matanza de Texas: el origen no consigue ocultar que su voluntad de convertirse en un éxito de taquilla y constituir una nueva franquicia es su principal razón de ser. Pero para pasar un (mal) rato, se trata de un producto idóneo. Eso sí, un producto; no una obra de arte.