viernes, 5 de octubre de 2007
Robot (vol. 1): Puro éxtasis
Como sabrán muchos de ustedes, aunque el cómic en general y el manga en particular sea un artículo de lujo en España (si no, fíjense en el precio medio del producto), en Japón sucede algo bien distinto: allí, el consumo de historieta autóctona es masivo, y por lo tanto se edita rebajando costes, en papel no siempre de primera calidad, y en la mayoría de los casos en volúmenes de gran extensión y en blanco y negro, siendo como aquí ocurre con la prensa diaria material de usar y tirar.
Por tanto, de inaudito hay que calificar un proyecto como Robot, que no es otra cosa que una revista de cómics (formada tanto por historias largas en entregas como por narraciones autoconclusivas) a la que se le da un tratamiento gráfico más propio de un artbook: papel de calidad excelente y reproducción a todo color, sin escatimar gastos.
Después de alcanzar ya nueve volúmenes en Japón y llegar a editarse en Estados Unidos y Francia, este proyecto personal del artista Range Murata llega a nuestro país de las manos de Glénat, una de las editoriales españolas que más cómic nipón publica. Y lo hace con una edición que respeta el diseño de la serie original.
Esta primera entrega de Robot, que tendrá una periodicidad bimestral, incluye nada más y nada menos que veinte historias, de extensión variable entre las cuatro y las trece páginas (siendo de ocho una gran cantidad de ellas), y donde prima -como su cabecera indica- la ciencia ficción sobre la fantasía o el terror.
Pese a ello, este último género está bien representado, y dos de las mejores historias del volumen se ubican dentro de sus fronteras. Si por un lado "Carogna" de Mami Itou, variante de terror pornográfico formalmente ejecutado con brillantez, puede defraudar por su conservadurismo y sus tópicos (lo que parecía un relato malsano a lo Clive Barker se revela finalmente como una narración de miedo al más puro estilo de EC Comics), hay que prestar merecida atención a dos magníficas historias: "Mordiente juego de verano" de Yasuto Miura, un inquietante relato de ambiente casi victoriano, al estilo de Henry James, de sugerente capacidad atmosférica, y que se mueve entre el mundo de los vivos y los muertos como la Alicia de Lewis Carroll -otro de los referentes del relato- a ambos lados del espejo; y, muy especialmente, "Los ángeles del planetario" de Sho-u Tajima (MPD Psycho), única historia del libro en blanco y negro, a la vez que la más extensa, que arranca como si de un relato de ciencia ficción de corte apocalíptico se tratara, hasta que la irrupción de lo fantasmagórico (representado por una horda de querubines) lo convierte en una terrorífica historia sobre la crueldad de la realidad y la añoranza que despiertan los vestigios del pasado.
Precisamente este tema, el de los restos de un pasado destruido, se repite en varias historias. Un ejemplo es la soberbia "Picnic" de Hanaharu Naruco, que al estilo de los cuentos de ciencia ficción de Ray Bradbury juega con la contraposición entre lo aparente (la vestimenta icónica de las protagonistas, al estilo de las colegialas de nuestro tiempo) y lo real, en una historia ambientada en un mundo donde el emblemático barrio de Shibuya no es más que ruinas y muchas palabras han perdido ya su sentido, y que se engrandece por la amargura que se destila tras su (solo aparente) frivolidad. Este tema reaparece en la primera entrega de "Pez & Hot Strawberry (La historia de la memoria del otro)", donde Hiroyuki Asada contrapone la cotidianeidad de algo tan frío (y común para la pareja protagonista) como un estuche neuronal, a la extrañeza que provoca el descubrimiento de una fruta desconocida (una fresa, en realidad) en un rollo de celuloide olvidado y encontrado por puro azar.
Como imaginarán, uno de los rasgos definitorios de Robot, y que lo convierte en un proyecto tan atractivo, es su capacidad de sorprender a cada vuelta de hoja: en sus páginas conviven, sin solución de continuidad, relatos que responden a rasgos propios de tebeos de lo más comercial con otros más propios del cómic de autor, arriesgados y hasta experimentales. En el primer grupo incluiríamos el primer capítulo de "Exterminio" de Yoshitoshi Abe, terror subterráneo con monstruo al estilo del de la película coreana The Host, y con imágenes perturbadoras que recordarán a las de videojuegos (y films) tipo Resident Evil o Silent Hill; la primera entrega de "Dragon Fly" de Maeshima Shigeki, que aúna terror, acción y violencia con un estilo gráfico muy reconocible como típico del anime; o "Sedôka" de Shin Nugasawa, también el primer episodio de un serial, esta vez protagonizado por una princesa de un mundo de fantasía. También perteneciente al género de la fantasía es una historia como "Eventyr" de Heccan, protagonizada por dos jóvenes brujas, y cuyos ambientación y estilo (texto narrativo e ilustración) pueden recordar al Stardust de Neil Gaiman... aunque finalmente remita más bien a los cuentos tradicionales sistematizados por Andersen o los hermanos Grimm.
Como obras más personales, habría que destacar "Oputon" de Okama (que en apenas cuatro páginas realiza un homenaje en clave erótica del Little Nemo de Winsor McCay, para acabar hablando de realidad virtual), el bello "Sueño de una jaula en el cielo" de Miggy, trabajo no narrativo realizado con acuarelas; o "Evony & Ivory", donde su autor construye un experimento en blanco y negro con apuntes de color que termina de forma soberbia.
Pero aún hay más a destacar en este festín visual que es Robot: de "Hemo-Hemo" de Yug, delicioso relato de estilo naif protagonizado por una familia de clase media y una extraña criatura a la que adoptan como mascota, a la ciencia ficción de "Dragon's Heaven" de Makoto Kobayashi, cuatro páginas sin diálogos que no disimulan su deuda con el estilo pictórico del cómic europeo en general y de Moebius en particular, pasando por una historia tan sugerente como "La luz de la luna" de Kei Sanbe, un juego sugerente y sensual protagonizado por dos gemelas idénticas, que acaba desembocando en una atmosférica historia de terror psicológico donde importa más lo que se sugiere que lo que se cuenta.
Obviamente, no todas las historias tienen el mismo nivel: "¡¡El Robo-gorrión en acción!!" de Sabe es un relato intrascendente, de humor excesivamente camp y simplón, incluso escatológico, que nos parece demasiado local como para apreciarlo; "Angels" de Yu Kinutani se limita a fusionar carne y metal al estilo del meka más comercial, y no cabe esperar por tanto un discurso filosófico al estilo del cineasta Shinya Tsukamoto; y "¡Buscando marido!" tampoco consigue sorprender con su presunta sorpresa final. Ni que decir tiene que algunos auténticos works in progress, como "Groundpass Drive", el magnífico trabajo de Murata, anfitrión de la publicación, o el atractivo "El libro de los colores primarios" de Ugetsu Hakua, no tienen ni aspiran a tener el interés de otros muchos de los relatos aquí reseñados, sobre todo aquellos que tienen unidad narrativa y que culminan con acierto.
Esta etiqueta de trabajo inacabado sirve también para la publicación en su totalidad, que puede disfrutarse a intervalos o de seguido, atendiendo a las historias u ojeándolo como si de un artbook se tratara, dejándose llevar por el éxtasis que despierta su factura visual. Lo que es indudable es que este primer volumen augura un futuro prometedor repleto de sorpresas, que volverán en noviembre con el segundo tomo, y donde seguro que descubriremos tanto obras que confirmarán el talento de sus reconocidos autores como otras que convertirán a jóvenes promesas en valores seguros del manga contemporáneo. Porque no dudamos en que Robot se va a consolidar como en un instrumento indispensable para saber qué se está cociendo en la cocina del universo del tebeo japonés. Tiempo al tiempo.
Título: Robot (vol. 1)
Autores: AA.VV. (guión y dibujo)
Editorial: Glénat
Fecha de edición: septiembre de 2007
164 páginas (color) - 24,95 €
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