Abandonad toda esperanza

sábado, 20 de octubre de 2007

Drácula: El vampiro desvanecido



El mito de Drácula, creado por Bram Stoker en su célebre novela y forjado gracias a sus múltiples encarnaciones en la literatura, el cómic y sobre todo el cine (de Bela Lugosi a Gerard Butler, pasando por Christopher Lee, Frank Langella o Gary Oldman), sigue interesando todavía hoy a las nuevas generaciones. Solo así se explica que sigan rodándose ininterrumpidamente películas sobre el personaje (por no hablar de otros vampiros menos célebres), se sigan escribiendo libros -ya sean de ficción o ensayos- ambientados en su universo, y se continúe adaptando las páginas del inmortal libro que lo empezó todo al lenguaje del noveno arte.

Si recientemente hemos visto reeditada la magnífica y canónica versión de Fernando Fernández, se ha publicado la muy heterodoxa visión de Ana Juan (Demeter) o está en vías de publicarse toda la trilogía dedicada por Hermann y su hijo al mito del Señor de las Tinieblas, ahora Norma Editorial recoge en un solo volumen, titulado Drácula, las dos novelas gráficas que Pascal Croci y su compañera, la escritora Françoise-Sylvie Pauly, dedican tanto a Vlad Tepes como al conde transilvano.



El primer volumen, protagonizado por Tepes, el personaje histórico que inspiró a Stoker, es una versión muy sui generis de las andanzas del noble rumano, que Croci y Pauly (esta última, responsable de los diálogos) recrean mediante la técnica narrativa del manuscrito encontrado: aquí el diario de la esposa del cruel tirano, acerca del cual dialogan -casi siempre, por emplear un término cinematográfico, fuera de campo- Stoker y Harker, escritor real y personaje literario transmutado en presencia tangible.



Los autores de este Drácula, el conde valaco Vlad Tepes se recrean más en los elementos románticos y decadentistas de la narración, hermanando al célebre empalador con un misterioso artista, de apariencia andrógina, que podría ser un hombre o una mujer, y que recrea el porte solemne y la mirada fiera de su anfitrión en un lienzo de gran belleza.

En una pirueta argumental final, Croci y Pauly fusionan al personaje de Stoker con el otro gran mito vampírico de la literatura, la versión femenina de esta figura encarnada por la Carmilla de Joseph Sheridan Le Fanu.



Si atrevida es esta propuesta de los autores, qué decir del segundo álbum, posiblemente la adaptación más arriesgada jamás realizada de la novela de Bram Stoker. Y es que, en las páginas de Drácula, el mito recreado por Bram Stoker, Croci opta por no mostrar jamás al vampiro protagonista (de nuevo, el citado fuera de campo trasladado a la narración secuencial), del que como mucho podremos vislumbrar su sombra sobre una pared. De esta forma, se cede el protagonismo a Jonathan Harker, Mina Murray y el profesor Abraham van Helsing sucesivamente, sin que falte la presencia de Lucy, su prometido o las tres novias de Drácula (según la acepción popularizada por el film de Terence Fisher para la Hammer). No así otros personajes, como el demente Renfield o los otros prometidos de Lucy (el doctor Seward y Quincey Morris), que desaparecen del relato por voluntad expresa de Croci (véase al respecto el texto que sirve como apéndice del volumen).



Así, en esta narración la amenaza del conde Drácula es más sugerida que presente, y demuestra la vigencia de aquello que pensaban el director Jacques Tourneur y el productor Val Lewton, y que Vincente Minnelli homenajeó en una célebre secuencia de Cautivos del mal: que resulta mucho más inquietante lo que se sugiere en las sombras que lo que se muestra de forma explícita.

Por si esto fuera poco osado, conforme avanza la narración, el autor de Auschwitz lleva a cabo una paulatina desaparición del elemento humano, donde lo que podría parecer la irrupción inesperada del vampiro dentro del campo de visión no es más que la presencia de una siniestra estatua del cementerio (el autor emplea para su beneficio, como pocos, una limitación del noveno arte: su estatismo). Además, prefiere situar su historia en un marco físico (y por extensión histórico) más amplio: en una decisión artística sin duda provocadora, los textos van expresando lo que piensan y dicen los personajes, pero las viñetas apenas nos muestran los parajes helados de la región.



En cuanto al estilo gráfico de Croci, solo podemos decir maravillas: su trabajo con la acuarela, a todo color pero basándose en tonos apagados y ocres, en los que apenas despunta el fulgor de algunos trajes, como el rojo de Lucy (¿un homenaje al trabajo de Eiko Ishioka en el film de Coppola?), o los labios encarminados de las vampiras, es de una enorme belleza, ya sea representando los lúgubres interiores del castillo de Drácula como los nevados parajes de los Cárpatos.

Una obra, pues, imprescindible para los fanáticos de la creación de Bram Stoker, siempre y cuando puedan perdonar una serie de licencias artísticas por parte de Croci que, francamente, nos han parecido de lo más interesante de tan atractiva propuesta.


Título: Drácula
Autores: Pascal Croci & Françoise-Sylvie Pauly (guión) / Pascal Croci (dibujo)
Editorial: Norma Editorial
Fecha de edición: octubre de 2007
152 páginas (color) - 19,50 €


(+) Otras aproximaciones a clásicos del terror:
- La casa infernal, de Ian Edginton & Simon Fraser
- Demeter, de Ana Juan

1 comentario:

Ámbar - L@M@g@ dijo...

Ayer llegó a mis manos. EL nivel de la acuarela es increible, indescriptible en ese ocre color permanente que acompaña el libro. El papel y la historia deslizando por tu mano....hace que sea de los mejores que he leído en mucho tiempo. Eso que acababa de terminar "lost girls"


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