El compromiso de escribir un artículo sobre la relación entre el escritor de novela negra Jim Thompson y el director de cine Stanley Kubrick me ha llevado a tener que revisar recientemente las dos películas en que trabajaron juntos: Atraco perfecto y Senderos de gloria. ¡Ojalá todas las (auto)imposiciones fueran tan agradables!
Y es que a cincuenta años de su realización, ambas películas siguen funcionando a la perfección: la primera, como ejercicio de cine negro adelantadísimo a su tiempo, de estructura fragmentada y discurso certero. La segunda, como alegato antibelicista que remueve conciencias y provoca reflexiones acerca del cuestionamiento de la autoridad militar.
Y ambas, dos de los trabajos primerizos de Kubrick y considerados con justicia como dos de sus obras maestras incontestables, cuentan sus respectivas historias en poco más de ochenta minutos cada una. Buena parte de los cineastas de hoy deberían aprender un poco de la concisión del mejor cine clásico de Hollywood.
Próximamente, más en la Gangsterera.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Esa concisión que no es pacata, sino justeza total.
Publicar un comentario