
Y es que a cincuenta años de su realización, ambas películas siguen funcionando a la perfección: la primera, como ejercicio de cine negro adelantadísimo a su tiempo, de estructura fragmentada y discurso certero. La segunda, como alegato antibelicista que remueve conciencias y provoca reflexiones acerca del cuestionamiento de la autoridad militar.

Y ambas, dos de los trabajos primerizos de Kubrick y considerados con justicia como dos de sus obras maestras incontestables, cuentan sus respectivas historias en poco más de ochenta minutos cada una. Buena parte de los cineastas de hoy deberían aprender un poco de la concisión del mejor cine clásico de Hollywood.
Próximamente, más en la Gangsterera.
1 comentario:
Esa concisión que no es pacata, sino justeza total.
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