Al igual que hay excepciones a la norma de que segundas partes nunca fueron buenas, en ocasiones nos encontramos con remakes cinematográficos que superan ampliamente al original. Ese fue el caso de la reciente Las colinas tienen ojos, nueva versión del clásico de Wes Craven firmada por el francés Alexandre Aja, y de la que ya hablamos largo y tendido en una columna de Abandonad toda esperanza.
Ayer pudimos recuperar el largometraje previo de su joven realizador (París, 1978), Alta tensión, una película que ha despertado polémica entre los seguidores del género, dividiéndolos entre los que aceptan la radical propuesta de su autor, y los que la acusan de ser una cinta tramposa como pocas.
Personalmente, y aunque reconozco que lo que se dice tramposa es un rato, hay que reconocerle a Aja una capacidad para conseguir un ritmo de creciente tensión como muy pocas veces se ha visto.
Cuando, como ocurre con el mejor giallo italiano (al que Aja homenajea repetidas veces a lo largo de su todavía breve filmografía), se consigue despertar en el espectador la desasosegante inquietud que logra Aja, me parece superfluo atacar las concesiones que pueda tomarse el creador para llegar a su fin.
Habrá que seguir de cerca la carrera del realizador francés... Sobre todo si se cumple la posibilidad de que sea el encargado de adaptar al cine la magistral novela gráfica de Charles Burns Agujero negro. Sería con total seguridad algo digno de verse.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario