Recuperamos uno de los estrenos del cine de terror del año pasado que se nos pasó en su momento: Reeker. La cinta supone el primer trabajo de Dave Payne, firmante de varios subproductos de estreno directo en formato doméstico, en el circuito de estrenos de serie A.
Pese a su distribución normalizada, la película no pretende esconder su diáfano espíritu de serie B, y se mantiene, al menos en un principio, fiel a estilemas más propios del cine de terror de los años 80 y 90 que del presente: se trata de un body count sin más pretensiones, con material gore que sin dejar de ser explícito no cae en la autoparodia, una presencia de culto (en este caso, Michael Ironside), y un ritmo que arranca con una fuerza brutal en la escena previa a los créditos para luego ir disminuyendo en la siguiente media hora de metraje.
La acción de Reeker está ambientada, como la de La matanza de Texas, Las colinas tienen ojos o la más reciente Jeepers Creepers, en el desierto y la carretera de la América profunda: en una suerte de road movie terrorífica, un grupo de jóvenes se ven perseguidos por un psicópata enmascarado que porta distintos mecanismos letales. Pero a diferencia de las dos primeras, que han conocido remakes recientes dignos de aplauso, el film de Payne da un giro final hacia lo fantastique, acercándola a títulos como Identidad o, sobre todo y sorprendentemente, la española (y fallida) El arte de morir.
Todavía no nos queda claro si este giro final enriquece la cinta o en cambio malogra algunos de sus aciertos. Lo que sí está claro es que quienes busquen un mero entretenimiento durante los 85 minutos que dura, es posible que disfruten de su visionado; pero aquellos que quieran encontrar otras lecturas más ambiciosas en ella, como de las que hacen gala títulos recientes como Hostel o la nueva versión de Las colinas tienen ojos, saldrán defraudados de la experiencia.
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