¿Los cómics son para niños? A estas alturas debería ser una verdadera tontería tener que defender lo contrario, porque hay cómics que lo defienden por sí solos.
Cuervos, la magnífica serie negra de los franceses Richard Marazano y Michel Durand, una de las mejores editadas por Glénat dentro de su colección "Viñetas negras", es uno de ellos: ambientada en el actual Medellín, narra los hechos que llevan a un niño, Juan Méndez, a convertirse en sicario, para después consolidarse como un gran capo mafioso de los que gobiernan las calles de la ciudad colombiana.
Cuervos está plagado de pequeñas viñetas de realidad, en las que niños que no pueden permitirse pagarse la coca, optan por inhalar pegamento derramado dentro de una bolsa de plástico, alcanzando así paraísos artificiales donde no existen sus madres putas. Niños que se prostituyen a cambio de dinero para comprarse un hierro o un equipo de música. Niños cuya inocencia se quedó en el útero de sus madres.
Un cómic espléndido, brutal, no apto para todos los paladares, pero que hará las delicias de los que gustan de las películas del género venidas de América del Sur, como la brasileña Ciudad de Dios o, directamente, cintas que tratan el tema de los sicarios: La Virgen de los Sicarios de Barbet Schroeder, Sicario de José Novoa, o la reciente Rosario Tijeras, según la novela de Jorge Franco Ramos.
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