A los fans del cine de terror de mi generación, los que rondamos los treinta años arriba o abajo, nos marcó mucho un espacio televisivo en concreto: el ciclo de cine
Alucine de la televisión pública.
Recuerdo que su posición en la parrilla cambió bastante, pero la mayoría de las veces se vio durante los fines de semana: en la Primera, los viernes después del
Un, dos, tres de Chicho Ibáñez Serrador (cuando Mayra Gómez Kemp, y creo que también en la etapa de Jordi Estadella y Míriam Díaz-Aroca); después creo recordar que pasó a La 2 los domingos, haciendo competencia a
Noche de lobos de Joan Luis Goas en Antena 3; también se vio los sábados por la noche...
Uno recuerda que cuando lo emitían los viernes era de madrugada, y un servidor era demasiado pequeño para aguantar hasta esas horas (quién nos ha visto y quién nos ve); ¿la solución? Grabarlo en vídeo y madrugar el sábado, cuando el resto de la familia, que no gustaba del género, todavía dormía... Con la excepción de mi padre, que en muchas ocasiones, antes de irse a trabajar, se apuntaba a la proyección matinal de siete a ocho y media o nueve de la mañana.
Así descubrí clásicos del cine de terror, desde el elegante blanco y negro de la Universal (con Bela Lugosi, Boris Karloff, Lon Chaney Jr.) al rabioso color rojo sangre de la Hammer (con Peter Cushing y Christoper Lee), pasando por las geniales adaptaciones de Poe firmadas por Roger Corman, escritas por Richard Matheson y protagonizadas por el inimitable Vincent Price (bueno, en realidad, inimitable no: recordemos al Geoffrey Rush de
House of haunted hill: una excelente recreación del mítico actor).

Pero también descubrí, bien complementado por el citado
Noche de lobos, el placer por el cine de serie B y Z. Por el hombre lobo de Paul Naschy y los templarios de Amando de Ossorio; por las lamentables y repetitivas secuelas de
Viernes 13 o
Amityville; por olvidados
slashers con John Saxon o un David Hasselhoff post
El coche fantástico y pre
Los vigilantes de la playa; por el cine de terror italiano de Dario Argento, Lamberto Bava o Michele Soavi; por el cine del todoterreno Larry Cohen o el guarro de Frank Henenlotter.

Hasta que
Alucine desapareció. Pero ahora anuncian su resurrección, dentro del nuevo
planning de La 2 para este verano, donde el cine -ciclo de Woody Allen incluido- ocupará un gran protagonismo.
El reestreno tendrá lugar en la noche de los martes, a partir de la próxima semana, con la emisión de
El exorcista (El montaje del director). No tengo nada en contra de esta película (es más, se trata de una de mis cintas del género favoritas), pero sabiendo de algunos de los títulos que la seguirán (como las olvidables
Un San Valentín de muerte o
La reina de los condenados), me huelo que el ente público emitirá buena parte de su catálogo del género dando prioridad a títulos recientes y taquilleros, independientemente de su calidad u otras características.
¿Tendremos buen cine de terror? ¿O tendremos al menos cine de terror nefasto, pero con gracia e interés histórico? ¿O sólo productos mediocres, del montón, fotocopias de celuloide? Me huelo lo peor. O mejor dicho, lo regular. Que es lo peor de todo, porque no podremos ni echarnos unas risas.
[En las imágenes, Vincent Price y Frankenhooker de Frank Henenlotter.]