jueves, 14 de agosto de 2008
La Semana del Hombre Murciélago: El caballero oscuro
El estreno español de la nueva entrega cinematográfica de Batman dirigida por Christopher Nolan, El caballero oscuro, venía precedido de un consenso crítico allá donde se ha estrenado que la consideraba poco menos que una obra maestra del cine, e inequívocamente la mejor adaptación de un cómic de superhéroes a la gran pantalla jamás realizada. La situación, como suele ocurrir en estos casos, podría haber sido contraproducente, ya que unas expectativas demasiado elevadas acaban dando como resultado que el film en cuestión pueda decepcionar en cierta medida.
Pero visto el film podemos decir que no hay decepción que valga, porque esta secuela lógica -y entiéndase lo de lógica no solo en términos de mercado al ser el film anterior un gran éxito de taquilla- de Batman Begins no solo supera en muchos aspectos a esta, sino que además, ofrece algo bien diferente, algo a lo que la excelente valoración recibida no podía prepararnos salvo que no se haya podido soportar la espera sin leer todo comentario previo repleto de inconvenientes spoilers.
Y es que el relato de The Dark Knight -no utilizamos ahora el título original de forma gratuita, como pronto demostraremos- está mucho más cerca (para que nos entendamos entre cinéfilos) de Martin Scorsese, Michael Mann o James Gray que de Richard Donner, Sam Raimi o Bryan Singer. Esto es: El caballero oscuro no es una historia de superhéroes al uso -algo que por otra parte, y estamos lejos de toda sospecha, no nos desagrada en absoluto a priori-, sino un relato policíaco protagonizado por un justiciero nocturno que ejerce de superhéroe... al margen de la ley (y esto es algo que no debemos olvidar nunca al hablar del encapuchado creado por Bob Kane en 1939). Así pues, El caballero oscuro es un film neonoir de nuevo cuño, un nuevo cine negro para el siglo XXI.
El título original ya es una pista facilitada por la Warner de por dónde iban a ir los tiros: aunque el argumento de los filmes dirigidos por Nolan son originales para la gran pantalla, qué duda cabe que buscan inspiración en la larga tradición de los tebeos originales de DC Comics, un espléndido y longevo caldo de cultivo del que poder coger las historias más interesantes o prometedoras. Y si en Batman Begins fue el Batman: Año Uno de Frank Miller y David Mazzuchelli el relato del que sacar algunos de los elementos clave del film (la conversión de Bruce Wayne en el Hombre Murciélago y sus primeros enfrentamientos contra el hampa de Gotham, o el retrato de Jim Gordon como policía incorruptible frente a su corrompido compañero Flass), ahora es otro cómic de Miller -un amante del género negro: no olvidemos que suya es la serie Sin City y algunas de las historias más urbanas y criminales del Daredevil de Marvel- una de las claves para entender este segundo largometraje protagonizado por Christian Bale.
Porque en Batman: The Dark Knight Returns -conocido entre los aficionados por el más sencillo Batman Dark Knight-, que en 1986 cambió para siempre y junto con Watchmen el rostro del tebeo norteamericano de superhéroes, se encuentra el germen de la visión más oscura y madura del Hombre Murciélago que puede verse en el film que nos ocupa. En aquel cómic escrito y dibujado por Miller (con la colaboración de un soberbio Klaus Janson entintando y de Lynn Varley, esposa del autor, a los colores), aunque el argumento fuese casi una historia alternativa (el protagonista es un Batman sexagenario que se ve obligado a volver de su retiro), mostraba una lectura política y casi filosófica de lo que supone ser Batman, y de su relación con el marco histórico en el que se sitúa su existencia.
Porque esta es la apuesta de The Dark Knight de Nolan: libres ya del escollo que supone tener que contar el origen del protagonista, algo ya resuelto (y de qué manera) en Batman Begins, el director y su coguionista habitual (y hermano) Jonathan Nolan, a partir de un argumento del realizador y David S. Goyer, ofrecen al espectador un tratado sobre el Orden y el Caos, sobre los sistemas de gobierno y la anarquía, sobre el estado del bienestar y el terrorismo. La clave de todo ello se encuentra, claro está, por un lado en el propio Batman, acerca de cuya razón de ser y lo que su existencia supone -atención a las dudas que se plantea Wayne sobre la necesidad de un vigilante para Gotham, o los numerosos sosias de Batman que surgen de la población- se profundiza en el film como no se había hecho nunca en una película de superhéroes; y, por otro lado, en sus némesis: la Mafia, aquí representada por Salvatore Maroni (Eric Roberts), sucesor de Falcone (Tom Wilkinson) al frente de la Familia; por el Joker (Heath Ledger), un payaso psicópata impredecible; y por Dos Caras, el nuevo villano que se merece una ciudad como Gotham City.
Porque, como muchos sabrán ya, sí aparece Dos Caras en el film, y su intervención como tal es la que dota a El caballero oscuro de las elevadas implicaciones de las que hace gala. Pero vayamos por partes: la atención de la campaña publicitaria se la ha llevado, por otra parte bastante merecidamente, el Joker encarnado por el malogrado Ledger... Su espléndida interpretación y los rumores de un posible Oscar póstumo han traído consigo que nos olvidemos de la encarnación de Jack Nicholson en el primer Batman de Tim Burton y consideremos a este nuevo Joker cinematográfico el más terrorífico villano de la saga (y no, no nos olvidamos del espléndido e inquietante Espantapájaros de Cillian Murphy, más que nada porque aquí vuelve a hacer acto de presencia, aunque sea algo meramente testimonial). Pero es Dos Caras quien acaba por dar sentido al film: la transformación de Harvey Dent (un soberbio Aaron Eckhart, la gran sorpresa de esta cinta como Murphy lo fue de la anterior) en Dos Caras supone el primer gran triunfo del Joker: la integridad se desmorona como consecuencia de la anarquía instaurada por actos terroristas. No olvidemos que la realidad cotidiana de los Estados Unidos, todavía hoy, está marcada por la infausta jornada del 11-S...
Del resto del reparto, cabe decir que Michael Caine y Morgan Freeman vuelven a estar magníficos en sus papeles de Alfred y Lucius Fox, aunque tengan menos relevancia que en el film anterior. Esto último es significativo, dado que El caballero oscuro cuenta con una duración todavía mayor, del incremento de los personajes relacionados con las fuerzas policiales de Gotham: así, el James Gordon que interpreta con una convicción fuera de toda duda Gary Oldman (¿para cuándo un Oscar para este inconmensurable actor?) se convierte en un protagonista más del film, casi a a la altura de los villanos o del propio Batman. Tanto es así que, gracias al concurso de algunos policías destacados (los detectives Ramirez y Wuertz, por ejemplo), el relato parece uno más sacado del cómic Gotham Central escrito por Greg Rucka y Ed Brubaker que de la propia serie regular de Batman.
El único cambio respecto del film anterior es la sustitución de Katie Holmes por Maggie Gylleenhaal encarnando a Rachel Dawes, amiga de la infancia de Bruce Wayne y ahora la prometida de Harvey Dent. Aunque el cambio de un actor suele ser negativo en el devenir de una saga fílmica, hay que reconocer que esta ocasión hemos salido ganando, pues la calidad interpretativa de la protagonista de Donnie Darko o Más extraño que la ficción supera con creces al trabajo de la señora de Tom Cruise.
Película repleta de sutilezas de principio -ese director de banco encarnado por William Fitchner (Prison Break) que lejos de ser un burócrata adocenado está acostumbrado a manejar con soltura la recortada, y que tanto dice de la ciudad donde se desarrolla la acción- a fin -con Gordon explicando el concepto que da título del film coronando el relato-, El caballero oscuro demuestra que no hay que confundir lo complicado con lo complejo. Porque este nuevo film de Christopher Nolan (hay que ver la férrea filmografía que se va construyendo este realizador) no es nada complicado, más bien al contrario es un relato muy sencillo de comprender y seguir, pero desde luego resulta complejísimo dadas todas sus implicaciones... ya que, prescindiendo del protagonismo del Hombre Murciélago (que aparece bastante menos en pantalla que en Batman Begins), el film se convierte en un relato coral donde Gotham City es la auténtica e inequívoca protagonista, una ciudad corrupta que ya nos dibujaron con acierto en la entrega anterior y que aquí se erige en el centro del relato, con el alcalde Anthony Garcia (Nestor Carbonell), el fiscal del distrito Harvey Dent, el comisario Loeb (Colin McFarlane), el teniente Gordon o el propio Wayne como el hombre más rico de la ciudad, como representantes de los poderes fácticos que gobiernan su destino.
Al film se le ha comparado, principalmente, con El Padrino II y con Heat. Pocas semejanzas vemos con la primera, como no sea algo externo al relato al ser una secuela que lejos de conformarse con vivir de las rentas de la cinta original apuesta por un relato más ambicioso; pero sí puede verse una relación con el film de Mann en el retrato del enfrentamiento entre dos hombres que se definen por contraposición. Al respecto resulta muy revelador el discurso del Joker colgado -nada gratuitamente, boca abajo; recuerden lo hermoso de la sutileza- acerca de que Batman y él mismo están condenados a convivir el uno con el otro y a enfrentarse continuamente, como les ocurría a los personajes de Al Pacino y Robert de Niro en aquel soberbio thriller del autor de Collateral.
Llegado este punto, cabe preguntarse: ¿puede decirse algo negativo de El caballero oscuro? La respuesta es sí, aunque no se trate de un error sino de algo deliberado. Una película tan oscura como esta pedía a gritos un tratamiento todavía más crudo de la violencia, y mostrar de forma más explícita las sangrientas consecuencias del terrorismo. Pero dado que estamos ante un blockbuster que, razonablemente, tiene como principal propósito reventar las taquillas de todo el mundo, es obvio que sus responsables no tienen -ni posiblemente quieran- la libertad para llevar el relato hasta sus últimas consecuencias. Con todo, el film bordea lo permisible en cuanto a las audiencias más jóvenes, y muchos espectadores que van al cine acompañados de sus hijos convencidos de que cualquier cinta con superhéroe incluido es apta para todas las edades se llevarán una desagradable sorpresa.
Ahora solo queda esperar, primero, a volver a disfrutar de esta soberbia cinta, en esta ocasión en versión original, descubriendo lo que gana y pierde en un segundo visionado (apostamos que ganará bastante). Y por otro lado, aguardar a que en el próximo mes de marzo se estrene la nueva y esperadísima adaptación de un cómic de DC, en esta ocasión la célebre creación de Alan Moore y Dave Gibbons. Porque, y aun con el riesgo de que nos acusen de ser más papistas que el Papa, será el momento de descubrir si este relato tan épico como trágico es más Watchmen que el propio Watchmen. Y a buen entendedor...
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4 comentarios:
Tanto consenso que hasta da miedo. Espero que caiga esta tarde...
si duda alguna amigo frank tu si sabes hacer una cronica de una pelicula je je je je no como yo que le he dedicado tres afotos y tres parrafitos je je je je. Suscribo lo de obra maestra de genero.
Un saludo desde BCN
Coincido prácticamente en todo.
A mí la adaptación de "Watchmen" me da bastante repelús... Un poco como si a alguien se le ocurriese adaptar "Rayuela" de Cortázar o "El amor en los tiempos del cólera" de García Márquez (ah, esto ya se ha intentado... ejem, ejem... corramos un tupido velo)
Que chuula.
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