Lamento comunicarles que hoy toca otro programa doble, futurista y sobre cazarrecompensas del futuro para más señas, y que por tanto el disgusto se incrementa exponencialmente... Pero no me negarán a estas alturas que Michael Ironside, el único, el inimitable Michael Ironside, aquel que fue el duro Ham Tyler de V, bien lo vale.
Fue en el año 1983 cuando el estreno de El retorno del Jedi cerraba la primera trilogía galáctica de George Lucas. Por aquel entonces, y ante el éxito crítico y sobre todo comercial de Star Wars, todos los estudios, grandes y pequeños, perdían el culo por tener su propias aventuras espaciales. Y una de las apuestas que merece la pena recordarse -más que nada, para que su posible visionado accidental les pille mínimamente preparados- es la de Columbia Pictures para aquel mismo año: Cazador del espacio (Aventuras en la Zona Prohibida).
Con tan rimbombante título la productora estrenaba su particular odisea espacial... aunque la verdadera odisea fuese aguantarla de principio a fin. El protagonista del film, Wolff, es un sosias bien soso del Han Solo encarnado por Harrison Ford: cazarrecompensas que trabaja para el mejor postor (obviamente, si no menudo cazarrecompensas sería), un día cualquiera decide aceptar la misión de rescatar a tres chicas de la Tierra que por accidente han acabado en la temible Zona Prohibida (imagino que con ese nombre no les interesa demasiado el turismo).
Por lo visto, la Zona Prohibida es un territorio marcial donde fueron a parar unos astronautas que provenían de la Tierra, y en donde un virus acabó mermando la población. Finalmente, uno de los astronautas -al que ahora todos conocen como Overdog- enloqueció y acabó autoproclamándose líder de la zona, al estilo del coronel Kurtz de Apocalypse Now. Ahora la población, compuesta por bárbaros mutantes, vive bajo su alegre yugo.
Hasta aquella inhóspita región llega nuestro protagonista, y con su característico don de gentes canallesco acaba por hacer amistad (por llamarla de alguna manera) con una montaña de basura y mugre debajo de la cual hay una chica llamada Niki (algo que descubriremos cuando la obligue a lavarse en una charca). Y hete aquí que allá van los dos, dispuestos a rescatar a las tres chicas secuestradas por Overdog y sus hombres.
Como el propio subtítulo de la película indica, esta no es otra cosa que una sucesión de aventuras en la Zona Prohibida, una serie de peripecias entre lo tópico y lo ridículo que pasan por el reencuentro con Washington, otro cazarrecompensas con el que existe una rivalidad desde el pasado, el enfrentamiento con una tribu de amazonas que viven en grutas subterráneas (sic) o la lucha encarnizada con un dragón acuático (otra vez sic). Todo ello, claro, tratado muy por encima y con rapidez, a ver si hay suerte y no se nota que no hay un duro de presupuesto...
Finalmente Wolff, Niki y Washington llegan a la ciudadela de la Zona Prohibida, para descubrir que Overdog se ha estado transformando a sí mismo en un cyborg en el que cada vez queda menos del humano que una vez fue. Ahora es un déspota mesiánico que, y con la colaboración de su mano derecha apodado El Químico, ha creado unos juegos al estilo de las luchas de gladiadores romanas (¿alguien dijo Mad Max III?) para el entretenimiento del pueblo. Nuestros protagonistas se ven obligados a jugar mientras urden la manera de rescatar a las damiselas en peligro...
¿Y qué pasa al final? Pues algo muy sorprendente: que los protagonistas salvan a las chicas, el malvado Overdog muere y Wolff y Niki, que se antes se mostraban asco y tirria recíprocos a poco que podían, ahora se confiesan su amor y su deseo de seguir vagando juntos por los rincones más recónditos de la galaxia. En fin...
¿El reparto? ¿De veras quieren saber quién accedió a participar en semejante tontería? Pues ahí va: Wolff es Peter Strauss, el rico de Hombre rico, hombre pobre (con eso de que los últimos serán los primeros y todas esas patochadas, fue precisamente el pobre, Nick Nolte, y no el rico, quien tuvo suerte en la gran pantalla), aquí con sempiterna barba de tres días, de esas que aunque se afeiten a diario o pasen semanas sin ver una cuchilla se quedan siempre en barba de tres días; Niki es Molly Ringwald, la mismísima chica de rosa pelirroja, la musa del cine adolescente de John Hughes a la que recordarán también en Dieciséis velas y El club de los cinco; Washington es Ernie Hudson, que un año después alcanzaría la fama como el cuarto miembro de los Cazafantasmas; y Overdog está encarnado, claro, por un irreconocible Michael Ironside... aunque para lo poco que sale y el maquillaje y las prótesis que lleva encima muy bien podría haberlo interpretado un tío mío que canta en las bodas.
Llegado este punto, se preguntarán ustedes si esta película dirigida por Lamont Johnson (en cuyo currículo, agárrense los machos, destaca que interpretó a Tarzan en un serial de la radio de los años 50) presenta algún interés... Pues quizá lo tuviera en el momento de su estreno, vista en la gran pantalla -uno de los alicientes era que estaba rodada en 3 dimensiones, aunque qué quieren que les diga, la mayoría de las veces este efecto funcionaba bien poco- y con la inocencia de un chaval de once años al que la rimbombante partitura original del gran Elmer Bernstein, que aquí remite por supuesto al John Williams de Star Wars, sin duda emocionaría. Pero vista ahora resulta más aburrida que un programa de Saber vivir.
Igual de aburrida, o más, resulta Neon City, otra película futurista de bajo presupuesto (las hay a capazos), estrenada en 1992 pero tan cutre que parece filmada una década antes. Segundo y último largometraje dirigido por el actor Monte Markham -el primero fue Defense Play, una exploitation de 1988 que mezclaba alegremente elementos de El trueno azul y Juegos de guerra, ambas filmadas por John Badham un lustro antes-, el film cuenta con el protagonismo de Michael Ironside en un papel, para variar, positivo.
En esta ocasión Ironside interpreta a Harry Stark, un cazarrecompensas (¡acabáramos!) que se mueve como pez en el agua en un planeta Tierra postapocalíptico, prácticamente destruido por una tragedia nuclear.
Al comienzo de tan sorprendente e innovador film, el bueno de Harry consigue capturar a Reno, una peligrosa fugitiva acusada de matar a su familia a la que encarna la cantante Vanity (que ya nos visitó con Acción Jackson). Por ello, Harry debe dirigirse ahora a Neon City, la ciudad prometida, para entregarla y cobrar la recompensa.
Pero el viaje será duro, pues supone un periplo por regiones ignotas donde habitan tribus peligrosas de mutantes y moteros. Además, tendrá que soportar todo el viaje a bordo de un vehículo destartalado donde le acompañarán un timador, un científico que le da a la botella, una prostituta y una joven remilgada, entre otros viajeros con los que no acaba de congeniar.
¿Les suena? Efectivamente: aquí el bueno de Markham le ha echado morro al asunto y ha copiado literalmente la estructura y buena parte de la trama de La diligencia (1939) de John Ford: cambien el Far West por un futuro 2053 deprimente y agobiante, a los indios por mutantes, al sheriff por el cazarrecompensas que encarna Ironside y al Ringo Kid que interpretara un primerizo John Wayne por la delincuente mencionada, y el resultado es esta Neon City más aburrida todavía que Cazador del espacio. Y con este aviso me despido hasta más ver.
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2 comentarios:
Loor siempre a Ironside, el apellido lo dice todo.
¿Habéis comentado que El cazador del espacio la proyectaron en 3D?, pues fue mi primera 3D.
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