Sorprende por tanto, una vez disfrutada la cinta, la heterogeneidad de la misma, la suma profesionalidad del resultado, el talento de los actores (con especial mención para Roberto Carnaghi, que encarna al director del Metro de la ciudad) y las excelencias del guión, basado en el relato de A. J. Deutsch Un tren llamado Moebius.
El punto de partida del film es bien sugerente: un metro de Buenos Aires desaparece de repente, con treinta o cuarenta pasajeros en su interior, en el entramado de vías subterráneas. Nadie sabe dónde está; nadie lo ve. Pero el sistema eléctrico sigue detectándolo: las luces verdes y rojas reaccionan a su paso, y en ocasiones los operarios llegan a oír cómo se acerca... Este inquietante hecho lleva a que contraten a un ingeniero matemático con el fin de descubrir qué está pasando.
Como se ve, la película se integra perfectamente en la tradición del cuento fantástico argentino: no es difícil encontrar elementos que recuerdan a Julio Cortázar o sobre todo a Jorge Luis Borges (los laberintos, las bibliotecas interminables) en las peripecias de este matemático en busca del convoy perdido. Y a pesar de la explicación científica del mismo (que hace referencia a la cinta de Moebius, un viaje sin principio ni fin), como supondrá el espectador la justificación del asunto queda adecuadamente in medias res, para que cada espectador saque, si quiere y puede, sus propias conclusiones.
En definitiva: un trabajo que está muy por encima de su escaso presupuesto, y que demuestra que en este mundo todavía hay un hueco para explosiones de talento más allá de blockbusters millonarios. Ahora solo queda esperar que Gustavo Mosquera encuentre financiación para su prometedor El proyecto Oesterheld, sobre el creador de El Eternauta y desaparecido durante la dictadura.
[Fotografía 2.ª: Gustavo Mosquera.]
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