Este es un telefilm que debió haber sido el episodio piloto de una serie que quiso ser y no fue: un proyecto con Martin Scorsese en la producción, según una idea original del escritor Dean Koontz. Distintos desacuerdos con la productora llevaron al escritor y al realizador de Taxi driver a abandonar el proyecto, si bien este último volvió al redil. Visto el resultado, Koontz, que siguió manteniéndose al margen, fue el más inteligente de los dos.
Y es que el interés de esta puesta al día de la novela de Mary Shelley es bastante escaso: la cinta, que apenas llega a la hora y media de duración y que termina con una violenta sensación de in medias res (que subraya su concepción como episodio de un serial), intenta mezclar el original literario con las nuevas tecnologías aplicadas a la anatomía humana. Así, el villano de la función (uno de los dos, la identidad del otro es un enigma... fácil de resolver si uno presta algo de atención), el Victor Helios que interpreta Thomas Kretchsmann (estupendo actor visto en Blade II, El pianista o la todavía inédita Rothenburg), planea sustituir a la humanidad (sic) por seres artificiales mejorados, creados a partir de restos de cadáveres.
El resto del reparto lo integran la musa del cine indie Parker Posey y Adam Goldberg como la pareja de policías protagonista, Michael Madsen como un agente de la ley rival, y Vincent Perez como el monstruo de Frankenstein, en una pobre actualización del mito que no tiene ni pies ni cabeza, y cuya intermitente presencia resulta siendo generosos testimonial y siendo más justos cuasi ridícula. Como buena parte de la intriga del telefilm.
Esperemos que los próximos trabajos de Nispel, el remake de Pathfinder (El guía del desfiladero maldito) y una nueva versión de la Alicia de Lewis Carroll con Sarah Michelle Gellar, nos devuelvan el talento de su realizador, que es imposible apreciar en este Frankenstein que nació muerto.
[Fotografía: Marcus Nispel en el rodaje de La matanza de Texas 2004.]
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