
Si se ha visto el original francés, su remake norteamericano Obsesión, Wicker Park en el original, carece de gracia alguna (a pesar de contar con Mimouni como productor ejecutivo) y su visionado llega a ser fatigoso. Josh Harnett no tiene ni de lejos el carisma de Cassel, y resulta obvio que Diane Kruger no es Monica Belluci. Sólo Rose Byrne -y Matthew Lilard, en el papel de su novio y mejor amigo del protagonista- salvan algo la situación.

La película, como el original, viene a poner de manifiesto aquello que Hannibal Lecter le recordaba a Clarice Starling en El silencio de los corderos: codiciamos lo que vemos, y anhelamos lo que no tenemos. Buen parte del cine norteamericano de las grandes productoras codician y anhelan las buenas historias del cine europeo; de ahí que realicen versiones con la esperanza de que el espectador se olvide del original y se quede con la copia. Lo peor es que lo consiguen en la mayoría de los casos.
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