"He visto el futuro del terror, y su nombre es Clive Barker."
- Stephen King
En las colinas, las ciudades está considerado como el relato gay de Clive Barker por antonomasia. Leído hoy en día, cuando ya se conoce desde hace años la condición sexual del escritor británico, este aspecto de la obra llama mucho menos la atención y se nos antoja de menor relevancia, pero en el momento de su publicación original -mediados de los años 80- podía parecer una provocación más del enfant terrible del terror literario del momento. Y es que aunque la atracción homosexual aparece en otros cuentos (caso del igualmente magnífico "El blues de la sangre de cerdo"), es en este relato donde la condición gay cobra vital importancia en la exposición de la psique de sus protagonistas y en el desarrollo de los hechos.
Los personajes principales del relato son Mick y Judd, una pareja de amantes que viajan por las carreteras de Yugoslavia, hoy desaparecida como nación independiente. El primero es un profesor de danza de carácter alegre y desenfadado, cuyo mayor interés es disfrutar de las manifestaciones culturales, sobre todo la pintura, del país que visita. En cambio Judd, de profesión periodista, muestra una personalidad más taciturna, y está mucho más interesado en las implicaciones políticas del presente de la nación. Como afirma Mick con carácter despectivo, para Judd todo es político.
Barker muestra a ambos personajes como caracteres totalmente opuestos, y deja que ambos se expliquen como individualidades (algo particulamente importante, dados los derroteros que después tomará la acción del cuento), con sus pros y sus contras, sin mostrar mayor o menor simpatía por uno u otro: si Judd ejerce de macho dominante, de agente activo, Mick es el dominado, el sujeto pasivo. Pero esto, lejos de convertirlos en complementarios, hace que sus personalidades choquen continuamente, tanto que Mick se plantea romper con la relación una vez haya terminado el viaje. Lo que Mick no sabe es que la relación se terminará de una manera muy diferente a la que él tiene en mente...
Esto es así porque en el transcurso de su periplo por Yugoslavia, la pareja será testigo de un acontecimiento en principio inconcebible: como manifestación de una tradición pagana y antiquísima, la población de dos aldeas de la región, Popolac y Podujevo, se llevan enfrentando desde hace años en una batalla campal en las colinas. Dicho enfrentamiento se lleva a cabo después de que los habitantes de cada pueblo, gracias a un arduo trabajo de ingeniería, formen parte de un colosal gigante fabricado con sus propios cuerpos, donde los más fuertes pasan a integrar las extremidades superiores e inferiores, aquellos que gozan de mejor vista dan forma a los ojos, quienes tienen mejor voz hacen lo propio con la boca y los labios...
De esta forma, "En las colinas, las ciudades" es una de los ejemplos más poderosos de la fuerza visual y la imaginación sin límites de Clive Barker, en un relato que se adelantó a la ruptura política de la nación y que plasmó con una plasticidad desasosegante lo que las luchas fraticidas pueden provocar en el corazón de un país.
Del relato, como siempre soberbiamente escrito por Barker, queda para la posteridad la concepción ideológica y visual del mismo, que convierte a pueblos hermanos en gigantes enfrentados en lo alto de las colinas, y donde cada uno de los implicados renuncia a su individualidad para convertirse en parte de un todo, en células que forman parte de un cuerpo vivo, y que como células mueren para ser sustituidas por otras. Así, para la pareja protagonista, todo habrá terminado cuando una de las partes fallezca y la otra decida disolverse en la masa hasta desaparecer como individuo.
"En las colinas, las ciudades", en Libros de Sangre (vol. 1)
Clive Barker
Madrid, La Factoría de Ideas, 2005, pp. 177-211.
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1 comentario:
Un relato digno de China Meiville
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