
En la edición del pasado domingo del programa cultural de La 2
Página 2, en la sección de recomendaciones de lectura, y nada más y nada menos que junto a valores consagrados pretéritos y presentes de las letras universales -de las cartas completas del poeta maldito Arthur Rimbaud a la última novela policíaca de John Banville, el autor de
El mar-
destacaron una novela gráfica en particular:
Ombligo sin fondo, de Dash Shaw, editada en nuestro país por una nueva editorial, pequeña pero pujante y con un catálogo tan (lógicamente) breve como prometedor:
Apa-apa Còmics.

Una vez leída y profundamente disfrutada no nos extraña ni lo más mínimo dicha recomendación: es más, vaya por delante antes de entrar en materia que estamos ante un título llamado a engrosar las filas de los mejores cómics del año en curso, y si tuviéramos que apostarnos un brazo por elegir quién lideraría un hipotético Top 10 no dudaríamos en elegir este
Bottomless Belly Button.
A simple vista, estamos ante una historieta que podría enmarcarse dentro de las coordenadas del llamado
slice of life ("pedazo de vida"); esto es, del género de ficción que pretende captar la inmediatez, la cotidianeidad y la ocasional improvisación de la vida real. No obstante, hay que tener en cuenta que ya se da cierto conductivismo desde el mismo momento de elegir el tema, los personajes, en definitiva el microcosmos a representar en la narración. Véase si no, y sin abandonar el campo de la narración secuencial, que uno de los ejemplos paradigmáticos de esta corriente,
Strangers in Paradise de Terry Moore, coquetea alegremente con subtramas más propias del género policíaco y aledaños.

Precisamente Jim Jarmusch, cineasta independiente que tiene en su haber una película de título muy parecido a la obra de Moore -
Stranger than Paradise-, solía argumentar que sus películas carecían de una estructura narrativa clásica porque la vida real, que pretende reflejar en sus fotogramas, carece de argumento. De igual forma, las tres partes de
Ombligo sin fondo -"tómate un descanso entre una y otra", recomienda el propio Shaw en la primera página- no se corresponden con el esquema tradicional de "planteamiento, nudo y desenlace", aunque el relato sí siga una progresión temporal de orden lineal, sino que parecen estar más relacionadas con el largo proceso de creación de la obra: de marzo de 2005 a agosto de 2007.

Así es: dos años y medio de gestación, y es que
Ombligo sin fondo es una novela gráfica de más de 700 páginas; una extensión que podría parecer desmedida y que salta a la vista de tal manera que en un primer momento podría disuadir a más de un lector. Desde aquí aportamos nuestro granito de arena para difundir esta obra recomendando a nuestros lectores que no le tengan miedo a semejante mamotreto y se sumerjan sin miedo en sus páginas.
¿Para contar qué historia ha necesitado este joven autor californiano semejante volumen? La respuesta no es otra que la ruptura de un matrimonio, los Loony, y de cómo este hecho afecta a la familia más cercana: los dos integrantes del mismo, Peter y Maggie; sus tres hijos: Dennis, Claire y Peter; la esposa de Dennis, con la que tiene un niño pequeño; y Jill, la hija adolescente de Claire, a su vez madre separada. Todo ello en un marco espacial y temporal muy delimitado: seis días en la casa de la playa de los padres.

Lejos de construir una narración coral al modo convencional, donde los distintos protagonistas interactúan en el escenario de la mano del autor, Shaw aboga más bien por seguir a los diferentes personajes por separado; estos apenas coinciden en algún acto familiar de carácter social, como comidas y cenas marcadas siempre por la frialdad reinante solo rota por puntuales estallidos de violencia verbal. De esta manera, el autor centra su atención principalmente en los tres hijos de Peter y Maggie, y en reflejar cómo les afecta el gran cambio que supone la separación de sus padres después de cuatro décadas de matrimonio aparentemente feliz.

Así, si Dennis, el mayor, responde con una virulencia inusitada que sorprende a muchos de sus congéneres, y Peter, el menor, siempre representado con cabeza de sapo a modo de
cartoon, parece ajeno al drama de sus padres y su hermano y se muestra imperturbable y más preocupado por sus propias inquietudes e intereses sentimentales, la hija mediana, Claire, muestra una postura intermedia, aparentemente más
razonable y poco a poco asimila y asume la noticia. Pero, ¿quién define lo que es razonable? Como decía Jarmusch, la vida carece de argumento, y el drama de Dennis radica precisamente en buscar infructuosamente una respuesta para algo que no la tiene.

No podemos saber si la maestría con la que Dash Shaw retrata a la familia protagonista responde a un talento desmedido -sobre todo teniendo en cuenta que el autor nació en 1983, así que no había cumplido el cuarto de siglo cuando culminó su obra- o si se ha basado en vivencias personales (o ambas cosas). Lo que sí sabemos es que pese a la poderosa sensación de credibilidad que consigue con su narración, y que podría sugerir la autenticidad de los hechos narrados y por tanto una cierta no representatividad de los mismos, también parece querer subrayar que
en todas partes cuecen habas, desde el momento en que bautiza a sus protagonistas como "los Loony" ("los Chiflados") o llega a afirmar que "Hay muchos tipos de familia Loony" para acto seguido presentarnos a sus integrantes poco después de haber glosado con ejemplos gráficos los numerosos tipos existentes de arena.

Seguir explicando el contenido de
Ombligo sin fondo sería hacerle un flaco favor a la obra y al futuro lector: en primer lugar, porque dicha explicación sería a todas luces reduccionista y por tanto de escasa justicia; y en segundo lugar, porque el trabajo gráfico de Shaw, más influenciado por la óptica distanciada de Chris Ware (
Jimmy Corrigan) o incluso del mejor Adrian Tomine (
Rubia de verano) que por otros autores del panorama
indie preocupados por cuestiones familiares -
Daniel Clowes, por ejemplo-, es tan portentoso, con un dominio del espacio y del tiempo asombroso, que hay que descubrirlo de primera mano y sin intermediarios para apreciarlo en su justa medida.

Solo diremos, respecto de lo primero, que a pesar de la citada verosimilitud que el autor imprime a su obra, no se priva de incluir ciertos elementos de carácter simbólico, convirtiendo la residencia de los Loony, plagada de pasadizos secretos y llaves que abren puertas, en una metáfora arquitectónica de la propia estructura familiar, compleja y repleta de intrigas, y a Dennis en un investigador privado en busca de la Respuesta que lo explique Todo. En cuanto al apartado formal, y subrayando dicho distanciamiento, la edición de
Ombligo sin fondo -tanto la original como la española, pues esta es bastante similar a aquella- aboga por una identidad autoconsciente del producto, recordándonos en todo momento que estamos ante un
cómic, además
no apto para niños, y donde las onomatopeyas son sustituidas por los verbos que les corresponden. Y menudo
cómic...

Menos ambiciosa, y probablemente menos redonda, pero igualmente una obra espléndida que sin duda estará entre lo mejor de este 2009, se nos antoja
Los años del elefante, de Willy Linthout, recientemente publicada en España por
Ponent Mon, una editorial que vuelve a demostrar así su gozosa inquietud por estar al tanto de lo mejor que se cuece en todo el planeta y que no se conforma con limitarse a valores seguros como
Jiro Taniguchi o el
nouvelle manga.
Allí donde Dash Shaw y
Ombligo sin fondo apuestan por las frías dotes de observación de un entomólogo sin sentimientos, Willy Linthout toma el camino diametralmente opuesto, y se lanza a realizar ejercicios funambulistas sin red en esta obra de corte autobiográfico que, sin ser su mayor éxito de ventas -este honor le corresponde a la serie
Urbanus, con más de diez millones de copias vendidas en Holanda y Bélgica-, sí le ha valido el espaldarazo de la crítica internacional y que su nombre suene como el de un autor a seguir muy de cerca.

El protagonista de
Los años del elefante se llama Karel Germonprez, está casado desde hace años con Simone y trabaja en una oficina a las órdenes del típico superior insensible y al lado de compañeros que, en su mayoría, ignoran cuáles son sus sentimientos, emociones, preocupaciones o anhelos. Así, su existencia cotidiana parece evolucionar aparentemente sin sobresaltos... o eso al menos sospecha el lector, pues la obra arranca
in medias res y con el acontecimiento que marcará un antes y un después en la vida del protagonista: el suicidio de su hijo.

Al contrario que
Ombligo sin fondo, de la que destacábamos nuestro desconocimiento en cuanto a la relación de su autor y el material que maneja, sí sabemos que el ficticio Karel no es sino un trasunto del propio Willy Linhout, que perdió a su hijo en tan dramáticas circunstancias. Así se lo descubre al lector en las últimas tres páginas de la obra -publicada originalmente en ocho entregas, reunidas aquí en un volumen único para disfrute del lector-, donde la viñeta se descubre como tal y el autor, en una pirueta metanarrativa de lo más explícita, se retrata a sí mismo dibujando su obra antes de irse a dormir.

De esta forma
Los años del elefante -cuy título, a modo de figura literaria, alude a un instrumento que el protagonista (y el autor) usa(n) para tratar su apnea de sueño y que asemeja una trompa de paquidermo- nace con una clara voluntad terapéutica, que pasa por asimilar una realidad demasiado horrible para hablar de ella abiertamente, y que con el paso del tiempo parece haber cumplido habida cuenta de que el cómic en cuestión está siendo usado como herramienta de trabajo por diferentes organizaciones que ayudan a superar el suicidio de personas allegadas.

La inmediatez, la cercanía, de la obra, se aprecia en el acabado formal: dibujada en un primer momento a lápiz sobre el que después se ha aplicado un trazo más fuerte, el autor renuncia a borrar los restos del primero como si quisiera destacar que su razón de ser no es la de contar con un acabado bello, sino que se trata de una obra funcional, y donde Linthout no teme oscilar entre el costumbrismo y la fantasía, entre lo realista y lo onírico, según se lo pida su estado de ánimo.
Los años del elefante está plagada de hallazgos, demasiados para enumerarlos todos aquí. Pero destaquemos algunos: por ejemplo, la personificación, y posterior santificación o demonización -según la persona y su particular modo de enfrentarse al drama-, de la silueta de tiza en el asfalto donde quedó el cadáver del finado; los clones diminutos del jefe, nacidos de huevos al más puro estilo de los ultracuerpos y sus vainas de la novela de Jack Finney; incluso una figura tan manida como la falla en el suelo que separa a dos amantes o a una persona y su destino funciona aquí a la perfección y aparece perfectamente intregrada en el desarrollo de la trama.

Así pues, y a pesar de que hasta la fecha Willy Linthout era un autor desconocido en nuestro país, no nos extraña, dicho lo dicho, que su
Los años del elefante fuese premiado en Holanda con el prestigioso Stripschapspenning al mejor trabajo de literatura gráfica de 2007, o que al año siguiente recibiera en Bélgica el premio al mejor cómic cultural belga. E igualmente no debería extrañarnos cuando a comienzos del 2010 todos, críticos de revistas y blogs especializados y lectores, empecemos a elegir lo mejor del año pasado y los nombres de Dash Shaw y Willy Linthout empiecen a repetirse por doquier. Sus obras, ambas espléndidas pero muy diferentes entre sí, bien lo merecen.
Título: Ombligo sin fondo
Autor: Dash Shaw (guión y dibujo)
Editorial: Apa-apa Còmics
Fecha de edición: abril de 2009
720 páginas (b/n) - 27 €Título: Los años del elefante
Autor: Willy Linthout (guión y dibujo)
Editorial: Ponent Mon
Fecha de edición: marzo de 2009
168 páginas (b/n) - 16 €