Abandonad toda esperanza

jueves, 12 de abril de 2012

Miedo a pasar la página



El terror es un género muy difícil de abordar desde los códigos del arte secuencial: mientras que la subjetividad intrínseca de la literatura resulta muy apropiada para jugar con las expectativas y los temores propios del lector, el cómic -como arte visual que es- resulta mucho más objetivo y muestra las cosas tal y como son, dejando un margen de libertad mucho menor a la imaginación de dicho lector. Por su parte, el cine (un arte y un espectáculo donde el terror ha triunfado desde siempre, por encima de modas y tendencias pasajeras) juega con efectos sonoros y cinéticos que se le escapan a la historieta, un campo donde además el consumidor tiene la potestad de ir hacia adelante o hacia atrás, observar las viñetas en otro orden al dispuesto por el autor o incluso detener la lectura para retomarla después o no en el momento que se le antoje.




Eso no quita para que la historieta cuente con maestros del género, tanto en el ámbito de los dibujantes (por su estilo, por la composición de las páginas, etcétera... y en breve hablaremos de la relación de los Breccia, padre e hijo, con el maestro Lovecraft) como en el de los guionistas, más o menos influenciados por las otras artes antes mencionadas y en la medida en que manejen con acierto las herramientas de su oficio. En este campo, el último autor en destacar es el guionista que firma como 'El Torres', del que ya hemos comentado previamente otras obras suyas y que se mantiene firme a un género, el del horror, que un servidor ha amado desde siempre.




No es que estemos ante un guionista que escriba tan solo obras maestras una tras otra: de hecho, Nancy in Hell, publicada primero de forma serial en Trece (magazine desaparecido dedicado al terror y dirigido por el propio autor: lo que decíamos de la fidelidad al género) y recopilada más tarde en cartoné, no pasa de ser un divertimento menor (eso sí, espectacularmente ilustrado por Juan José Ryp). Pero sí es cierto que las otras obras suyas que he tenido la oportunidad de leer están muy por encima de la media en lo que a cómic (patrio o extranjero) se refiere, no digamos ya dentro de los márgenes -mucho más limitados- de las historietas de miedo.




Este fue el caso de El velo y El bosque de los suicidas, ambos dibujados por Gabriel Hernández (El ladrón de días), títulos a los que se suma ahora el muy recomendable Tambores, editado como los dos anteriores por Dibbuks. Los tres, pese a su total autonomía argumental, conforman una suerte de trilogía terrorífica de relatos ambientados en lugares bien distintos (el estado de Maine, el bosque Aokigahara en Japón, una pequeña población de Florida) pero que están poblados todos ellos de presencias inquietantes y espíritus vengativos muy del gusto de su autor, que ya va teniendo a sus espaldas una obra suficiente como para detectar algunas constantes.




Tambores, que cuenta esta vez con el arte de Abel García, y que adelantemos ya no desmerece en nada el nivel de los dos libros anteriores, está protagonizado por Martin Irons, un eficiente agente del FBI que es enviado a Santa Rosa, en el corazón de Florida, para investigar la muerte colectiva y aparentemente inexplicable de un grupo de personas de etnia latina en una nave industrial. A partir de este hecho, El Torres construye un relato a medio camino entre el género policíaco y el terror que funciona a la perfección en ambos territorios: como thriller, en la medida en que el interés del lector por saber qué ha ocurrido verdaderamente va in crescendo, y como en todo buen whodunit, al final el discurso de uno de los personajes del relato hace que todas las piezas del puzzle acaben encajando. Y como historia de terror, funciona en la medida... en que Tambores consigue por momentos dar miedo.




Efectivamente, estamos ante una obra cuya lectura provoca un creciente estado de inquietud en el lector una vez este se ve inmerso en la historia de zombis que propone. Pero aquí no estamos hablando de los muertos vivientes de la tradición estadounidense desarrollada a partir del fundamental film de George A. Romero La noche de los muertos vivientes, sino al zombi clásico de la santería, el ser aparentemente muerto y revivido por obra y gracia de las artes mágicas de Palo Mayombe, desarrollado en el campo cinematográfico a partir del film White Zombie (La legión de los hombres sin alma) y popularizado luego por el realizador Jacques Tourneur en su fundamental, y todavía no superada, I Walked with a Zombie.




Para ser fiel a esta tradición, y a la hora de construir su ficción, el guionista se ha documentado lo suficiente como para dotar de gran verosimilitud a lo narrado... y como para incluir, en las ocho páginas que funcionan a modo de epílogo y material extra, y junto con algunas cubiertas de la edición original, un extenso vocabulario de términos específicos del vudú, a fin de complementar y enriquecer la lectura del cómic propiamente dicho, una experiencia ya de por sí plenamente satisfactoria siempre y cuando se disfrute de experimentar una sensación de inquietud y algún que otro sobresalto.




Llegado este punto, hay que destacar que Tambores, como también fue el caso de El velo y El bosque de los suicidas, es una obra de autoría española pero perteneciente en principio al mercado norteamericano: esta vez fue Image quien, con el título original de Drums, editó el año pasado esta miniserie de cuatro entregas que la editorial madrileña Dibbuks recopila ahora en un solo volumen. Esto es: como manifiesta el escritor, guionista de cómic y editor Hernán Migoya en su prólogo, El Torres parece dispuesto a conquistar el mercado yanqui, algo que si resultaba verdaderamente difícil para un dibujante, hasta ahora era prácticamente una utopía inalcanzable para un guionista español de oficio. Pero si hay alguien que parece dispuesto a conseguirlo, ese es El Torres... al que algunos saludan ya, no sabemos si demasiado precipitadamente, como un maestro del género de terror. Y la verdad es que aplicarle semejante etiqueta no suena demasiado descabellado visto lo visto...




Otro que ha sido saludado como tal -concretamente, como "el nuevo maestro de la intriga y el terror"- es Joshua Hale Fialkov. Vale que quien afirma esto es la campaña publicitaria de la propia Norma Editorial que estos días publica Ecos y que adelanta la inminente aparición de Tumor, también escrita por Fialkov. Pero bien es cierto que de este guionista conocía ya Elk's Run (publicada en su día por Glénat), y que aquella me pareció una novela gráfica que satisfacía todas las expectativas y de cuyo guionista se podían esperar obras futuras de indudable interés.




Este es el caso de la citada Ecos, una de las lecturas más amenas que he tenido la oportunidad de disfrutar últimamente. Y no exagero ni un ápice: al igual que ocurría con Tambores, se trata de un relato emocionante y que se lee con avidez, si bien mientras la obra de El Torres y García empleaba elementos de índole sobrenatural, esta miniserie de cinco entregas publicada por Top Cow (y recopilada también en un solo tomo, pequeño pero sumamente elegante, para su edición española) apuesta más por un relato de terror psicológico alrededor de la figura del asesino en serie que juega con la percepción de la realidad por parte de una mente enferma.




El protagonista de Ecos es Brian Cohn, un individuo que pese a la felicidad que le proporciona su inminente paternidad no pasa por uno de sus mejores momentos: padece una enfermedad cerebral que le provoca alucinaciones paranoicas, y cuyos efectos nocivos solo puede paliar con el consumo continuo de fuertes fármacos. Por si esto fuera poco su padre, enfermo de alzhéimer, está postrado en una cama de hospital al borde de la muerte...




Será en su último encuentro con su progenitor cuando este le dará una pista que podría llevarlo a descubrir un oscuro secreto del pasado de este; una horrible realidad que llevará a Brian a plantearse, por un lado, si su padre fue un psicópata que asesinó a varias niñas inocentes; y lo que es peor, a llegar a sospechar que él mismo padece la misma ansia homicida de su padre, aunque sus delirios y alucinaciones le confunden cada vez más y en ocasiones no se siente capaz de discernir qué es real y qué no lo es...




Contar más detalles de la absorbente trama de Ecos sería hacerle un flaco favor a sus autores y a los futuros lectores, que disfrutarán mucho más del desarrollo de su relato si conocen a priori lo menos posible del mismo. Solo destacaré que la trama cuenta con varios giros argumentales inesperados (algunos de órdago, y posiblemente muy difíciles de anticipar incluso para los lectores más curtidos en esto del thriller y el suspense), de los cuales varios funcionan a modo de cliffhanger al final de cada capítulo / entrega, y con una resolución final tan lógica y creíble como sorprendente e inesperada.




Para terminar, cabe destacar que la planificación de la obra por parte de Fialkov y el dibujante Rahsan Ekedal es de esas que, por una vez, pueden tildarse de cinematográficas sin faltar a la verdad, y también sin que eso sea una crítica negativa; de hecho, el material extra que aporta la edición española en sus últimas páginas, con comentarios de los autores e incluso el guion completo del primer comic book de la serie, hacen de esta edición de Ecos una suerte de manual sobre cómo se concibe, escribe y dibuja un cómic que debería usarse en toda clase teórica al respecto.




Otro autor afín al género es el argentino Hernán Rodríguez, de quien ya conocíamos su particular revisión de los relatos del mestro de Providence incluidos en los dos volúmenes de H. P. Lovecraft: Visiones (primero y segundo). Ahora regresa con su primera novela gráfico de largo recorrido, como aquellos dos tomos editada por Norma y de título Fuego negro.




A partir de un topos literario con tanto pedigrí como el del manuscrito encontrado -"Basado en un manuscrito anónimo encontrado en Carcassone", especifica la portada interior-, Hernández construye un relato de horror sobrenatural que arranca en los estertores de la invasión del Imperio ruso por parte del ejército de Napoleón en 1812. Un pequeño grupo de soldados de la armada francesa se baten en retirada en dirección a su patria, siendo perseguidos por los temibles cosacos; pero, contra todo pronóstico, en un momento determinado la persecución cesa, y los nativos del lugar prescinden de continuar con su persecución. ¿Qué puede haber en aquel lugar para que no se atrevan a entrar allí los curtidos habitantes de las estepas rusas?




De esta manera, los dos únicos miembros del ejército galo que consiguen salir vivos de tal refriega, Serpierre y Ducasse, acabarán refugiándose en un pequeño pueblo minero, aparentemente abandonado, en el que descubrirán refugiados a otros supervivientes de la contienda. Pero lo que parecía una puerta abierta a la esperanza acabará siendo el principio de una pesadilla que los abocará a unos a la locura, y a otros a la muerte más salvaje y cruel...




Como ocurre con Tambores y Ecos, y no es extraña la concomitancia dado que el suspense es un elemento habitual en el género, no se debe contar mucho más del argumento de Fuego negro, y conviene dejar al lector que vaya descubriendo poco a poco los hechos y giros sucesivos que irá tomando el relato. Solo adelantaremos, a nivel argumental, que las reminiscencias de Lovecraft siguen estando presentes en la obra de Hernán Rodríguez, pero bien asimiladas por su autor y sin que por tanto limiten sus posibilidades o sean un escollo a superar. Ya en el apartado gráfico, del que Rodríguez es el responsable completo, del dibujo a lápiz al color, destacar la belleza de muchas de las planchas, así como que el resultado recuerda a una colaboración aparentemente improbable pero de la que aquí podemos intuir cómo quedaría, entre un Luis Durán (Volátil) con más detalle de lo habitual con una composición de figuras en las viñetas y una labor de coloreado al estilo del tándem Frank Miller / Lynn Varley en obras como Elektra Lives Again o 300. El resultado final es, a todos los niveles, verdaderamente arrebatador.




En definitiva: estamos ante tres obras que harán las delicias de los aficionados al terror, y que no hacen sino afianzar la carrera de sus respectivos autores, de los que esperamos con verdaderas ansias nuevos títulos... De El Torres y Abel García, los autores de Tambores, podremos leer cualquier día de estos The Westwood Witches, otra historia sobrenatural sobre brujería. Por su parte, de Joshua Hale Fialkov esperamos la ya citada Tumor, cuya edición española debe estar al caer. Y de Hernán Rodríguez... no sabemos muy bien con qué nos sorprenderá ahora, pero si lo que venga es la mitad de bueno que este Fuego negro, valdrá muy mucho la pena dedicar algo de nuestro tiempo libre a su seguro que gratificante lectura.


Título: Tambores
Autores: El Torres (guion) / Abel García (dibujo)
Editorial: Dibbuks
Fecha de edición: marzo de 2012
104 pp. (color) - 16 €

Título: Ecos
Autores: Joshua Hale Fialkov (guion) / Rahsan Ekedal (dibujo)
Editorial: Norma Editorial
Fecha de edición: abril de 2012
160 pp. (b/n) - 15 €

Título: Fuego negro
Autor: Hernán Rodríguez (guion y dibujo)
Editorial: Norma Editorial
Fecha de edición: marzo de 2012
172 pp. (color) - 19,50 €


(+) Las webs de los autores:
- El Torres
- Abel García
- Joshua Hale Fialkov
- Rahsan Ekedal
- Hernán Rodríguez

1 comentario:

Osukaru dijo...

Pedazo de articulito, me lo guardo para leerlo luego con más tranquilidad!. Urgh!.


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