Michael Winterbottom es un cineasta que ha hecho de la heterodoxia la característica principal de su filmografía: recuérdese que suyas son películas tan distintas como Wonderland, El perdón, 24 hour party people, In this world o esa distopía futurista tan triste y melancólica titulada Código 46. En esta ocasión, y en co-dirección con Mat Whitecross, realiza una ficción con aires de documental basándose en un hecho real y trascendiendo el interés puramente cinematográfico.

Pese a ello, Camino a Guantánamo no carece de interés desde ese punto de vista: como señalaba una crítica de la revista Fotogramas, es un título que carece de guionista pero que cuenta con un director artístico; es decir, que se mueve (con soltura) entre el documental y la ficción, resultando un collage cuyos resultados artísticos exceden los del material del que parte.
Pero a nadie escapará que el principal valor de la película (de la que hablaremos más largo y tendido en la columna del próximo viernes) es el de su moral, en uno de los trabajos más necesarios del cine actual, y que debería ser de visión obligada para todos aquellos que quieran conocer "de primera mano" el verdadero Horror que viven algunas personas en manos del gobierno de la primera potencia mundial.
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