
Al igual que sucedía en Por qué he matado a Pierre, espléndida obra de Olivier Ka y Alfred, la autora rememora desde el presente un hecho básico acontecido en su infancia, y a partir del cual su vida queda condicionada para siempre: si en aquella ocasión se trataba de un abuso, aquí es el diagnóstico de una enfermedad incurable y la desmembración de una familia.

Más sensitiva que narrativa, Mi madre era una mujer hermosa se parece más a un diario de recuerdos, a un álbum de fotografías (como expresa de forma también explícita la obra, ya desde las guardas del volumen) que a una narración con planteamiento, nudo y desenlace. Los recuerdos fluyen de la mente de la autora / protagonista a partir de las instantáneas tomadas a lo largo de los años.

De esta forma conocemos a su madre, que fue modelo antes de casarse con su padre, y a este, que trató de educar férreamente a sus hijas sin conseguir que la familia acabara separándose. De igual forma el lector conoce a Anna, la segunda esposa del padre, así como a las asistentas que ayudaron a su madre a cuidar de sus hijas y del hogar.

La autora no olvida en ningún momento situar su narración en el marco histórico correspondiente, que culminaría con el fin del apartheid. Y aunque no aporta nada nuevo al ya prolijo género de los cómics autobiográficos, su falta de escrúpulos a la hora de dibujar las miserias de sus seres queridos (desde su padre, avaro y frío, a su hermana, adicta a la cocaína) conforma su mayor y más expresivo logro, como ocurría también en Fresa y chocolate de Aurélia Aurita o la citada Por qué he matado a Pierre.
Merece la pena leerse. Sobre todo si uno es un lector tan impúdico como su protagonista.
Título: Mi madre era una mujer hermosa
Autor: Karlien de Villiers (guión y dibujo)
Editorial: Glénat
Fecha de edición: marzo de 2007
96 páginas (color) - 15 €
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