Abandonad toda esperanza

miércoles, 23 de abril de 2008

El efecto Transilvania: Los últimos días de la inocencia



Por naturaleza, el hombre no gusta de o incluso teme aquello que no comprende, aquello que desconoce. Y el consumidor de ficciones, sea lector o espectador, no es una excepción. De este modo, en muy pocas ocasiones nos encontramos con creadores que consiguen interesar a su público con una obra extraña, hermética, en lugar de acabar por aburrir a un respetable que decide sabiamente dedicar su tiempo a otra cosa.

Un buen ejemplo de estos casos excepcionales podría ser el cineasta David Lynch y algunos de sus trabajos más crípticos -Carretera perdida, Mulholland Drive-, o también las ficciones más heterodoxas del escritor Paul Auster -la ya mítica Trilogía de Nueva York-. Pero si hay un caso a destacar en nuestras letras, ese es sin duda el de Juan Ramón Biedma.



La última novela del escritor sevillano, recientemente editada por Roca Editorial, se titula El efecto Transilvania, término que hace referencia al conjunto de influencias que las fases de la luna ejercen sobre las conductas psicopatológicas. Esta es ya una pista decisiva acerca de los derroteros que tomará una ficción protagonizada por Emeterio, alias Eme, un joven de catorce años que acaba de salir del hospital tras el tratamiento de una enfermedad que padece, y que nadie le ha explicado con claridad en qué consiste. Ahora, durante su nueva vida en Sevilla en compañía de su abuela y su hermano menor, comprobará que la realidad que le rodea cada vez se vuelve más extraña.

Así, en los días que siguen, y en compañía de su mejor amigo, el invidente y gran fabulador Paco Ballesta, establecerá una fuerte amistad -como parecen serlo todas durante la adolescencia- con dos niñas de cursos superiores, Tona y Peña, así como con Fritz, un niño mexicano. Los cinco, como el célebre grupo de las novelas juveniles de Enid Blyton -una de las muchas referencias a tener en cuenta en relación a la obra que nos ocupa-, se embarcarán en una verdadera y peligrosa aventura con todas las de la ley cuando Peña sea aparentemente secuestrada, y su desaparición parezca relacionada con el misterioso e inquietante Senén, los delincuentes juveniles que habitan el Barrio Hundido, la niña que va a ser ajusticiada tras ser acusada de haber matado a su hermana gemela, las cometas negras que invaden el cielo y la reproducción de la pirámide de Mahuachi, Perú, ubicada en pleno centro de la ciudad andaluza.



Como imaginará el lector, una vez se da por concluida la absorbente lectura de El efecto Transilvania, resulta difícil discernir entre lo real y lo que no lo es, dado que la narración está contada desde la mirada y el recuerdo de Eme, ahora casi un treinteañero que rememora lo acontecido catorce años antes durante su adolescencia, en un año 1994 en el que se enamoró perdidamente de Peña, mayor que él y al parecer dotada de telequinesis (puede mover la materia a distancia gracias a su voluntad, sin necesidad de contacto físico), y cuando el fin del mundo, fechado en el 2008, todavía parecía lejano en el tiempo.

Ahora bien, la sensación de inquietud e inestabilidad que provoca El efecto Transilvania es tan solo un efecto temporal, un estado transitorio: la novela forma parte de un díptico que se completará el próximo año con El humo en la botella, novela donde Biedma relatará la historia de Eme y sus amigos desde el presente, catorce años después, y ofreciendo así un experimento creativo que supondrá una mirada más completa acerca de la esquizofrenia y de lo que significa la inocencia -cuando el poseerla nos hace sentirnos capaces de ser verdaderos héroes- y el desengaño que supone la pérdida de la misma.



Muy pocos escritores consiguen, en tan solo un párrafo y además con un estilo aparentemente sencillo, fácil, describir a la perfección la experiencia acumulada, el paso del tiempo y la muerte de esa inocencia a la que hacíamos referencia. Dice Eme, reflexionando desde nuestro presente: "Cuando tenía catorce años me veía como un tipo de unos treinta que merodeaba por la ciudad dispuesto a hundirse en cualquier misterio, un vengador, un justiciero, un héroe. Ahora que tengo casi treinta me veo como un chico de catorce aterrorizado por los misterios que me acosan, en los que cada vez estoy más hundido, y de los que no puedo huir por más que lo intento".

Paco Ignacio Taibo II dijo de la narrativa de Biedma (que hasta ahora constaba de tres títulos: El manuscrito de Dios, El espejo del monstruo y El imán y la brújula) que viene a ser un cruce perfecto entre los universos y estilos de Ramón María del Valle-Inclán y Neil Gaiman. Ahí es nada. Pues si en El imán y la brújula su autor parecía inclinarse más hacia el escritor gallego, con este El efecto Transilvania despliega una serie de sugerentes conceptos e imágenes que nada tienen que envidiar no ya al creador de The Sandman, sino tampoco a otros fabuladores británicos de la talla de Alan Moore, Peter Milligan o Jamie Delano.



Y es que Biedma es, ante todo, un defensor de la fantasía como elemento propio, constituyente, de la realidad, un adalid del complejo de Peter Pan que cree en la fantasía como un método tan bueno como cualquier otro, si no el mejor, para enfrentarse a esa lucha constante que llamamos vida. Por ello el personaje de Mario Mesmer, padre de Peña, afirma en un pasaje del libro: "Uno va cumpliendo años y años y más años; evitadlo, ahora que estáis a tiempo. Todo se vuelve muy raro. Nos siguen gustando las mismas cosas, no cambiamos, pero todos esperan que adoptemos nuevas costumbres y nos comportemos de una manera tan correcta que al final nos morimos de aburrimiento".

Leyendo El efecto Transilvania es imposible aburrirse, pues se trata de una espléndida novela de uno de nuestros autores más personales, inclasificables y atrevidos, que aquí ha repetido el salto mortal de libros anteriores pero quitando la red de seguridad. Por ello, algunos optarán mejor por mirar a otro lado por si algo falla, pero los que se atrevan a mantener fija la mirada en el espectáculo posiblemente no lo olviden jamás, como jamás olvidamos las novelas de iniciación a la lectura, los clásicos de aventuras, los cómics de superhéroes leídos en la adolescencia o los cuentos de terror y las leyendas urbanas contados en una noche de campamento.



En definitiva: si usted lector se considera osado, no creo que deba buscar más qué libro pedir que le regalen o regalarse a sí mismo en la jornada de hoy, Día del Libro. Posiblemente ya lo ha encontrado.


El efecto Transilvania
Juan Ramón Biedma
Barcelona, Roca Editorial, 2008
288 pp. - 18 €

4 comentarios:

Biedma dijo...

Querido Fran, alguna vez, hablando de El efecto Transilvania, he dicho que era como soltar a los protagonistas de las novelas de los Cinco en un cuadro surrealista de René Magritte.

Gracias por tus palabras.

Jesús Lens dijo...

Acabo de empezarlo y no veas qué arranque. Mala hostia me dio tener que apagar la luz...

Julio dijo...

Todas las novelas de Biedma son igualitas. Que poca imaginacion, si has leido una, las otras son prescindibles.

Francisco J. Ortiz dijo...

No puedo estar más en desacuerdo, pero como siempre, para gustos los colores...

Un saludo, y gracias por la visita.


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