Abandonad toda esperanza

jueves, 10 de abril de 2008

Muchacho: Pasión y revolución



En ocasiones nos encontramos con cómics cuyos principales valores se encuentran en el empleo del propio código del arte secuencial; esto es, del uso que hacen de las herramientas propias de la historieta para contar una historia o para transmitir una emoción. Normalmente, y en cierta medida comprensiblemente, son estos cómics los que reciben mayores parabienes por parte de la crítica, independientemente de cómo funcionen entre el lector medio. Y por lo general cuentan historias que no funcionarían en otro medio tan bien como funcionan en el ámbito del tebeo.

En cambio, hay cómics cuyos valores se encuentran sobre todo en el contenido, y su valor formal radica tan solo en la calidad del dibujo en tanto que ilustración. Son, por lo tanto, tebeos que cuentan historias que podrían muy bien funcionar en otros medios como la novela o el cine, aunque obviamente las disfrutemos y juzguemos en el medio en el que han acabado cobrando forma. Este es el caso de Muchacho, de Emmanuel Lepage.



Este rasgo, a nuestro parecer definitorio de esta obra editada en España por Glénat, podría hacer que una obra tan compacta, tan bien cerrada como esta, pasara desapercibida para buena parte de la crítica especializada, y por extensión para un gran número de lectores interesados y documentados en el medio. Y no sería justo, porque aun estando lejos de ser una obra maestra que vaya a revolucionar la narrativa gráfica, esta obra de Lepage es un espléndido relato de iniciación escrito con precisión y plasmado en viñetas ejecutadas con tanto mimo como minuciosidad.

Muchacho es una obra dividida en dos entregas, y la primera de ellas enseguida sitúa la acción en la selva de Nicaragua de finales de 1976, un microcosmos convulso y azotado por la conflictiva situación política: el presidente Somoza gobierna el país con mano de hierro y solo la guerrilla sandinista, a pesar de sus escasos medios, parece resistirse y se opone a su régimen dictatorial.



Es en este entorno que el autor nos presenta al protagonista de su historia, el joven religioso Gabriel de la Serna, que en breve se convertirá en sacerdote, y que viaja del seminario de Managua a la pequeña localidad de San Juan en compañía del padre Joaquín con la finalidad de pintar un fresco en la iglesia del pueblo.

Porque Gabriel, además de un hombre de Dios, es un artista, del cual la calidad de sus ilustraciones ha corrido de boca en boca y lo ha convertido en una pequeña celebridad entre los feligreses de la región. Ahora su objetivo es pintar la Pasión de Cristo, pero por ello acabará enfrentándose con Rubén, el cura del pueblo, que le echará en cara, precisamente, la perfección de su estilo, su profunda deuda con sus maestros, y la escasa implicación de su propia personalidad en su obra.



Efectivamente, Gabriel de la Serna vive con el peso de un gran secreto, su homosexualidad, y bajo el castigo que le supone ser hijo de un hombre del régimen; y esto le ha llevado a refugiarse en sí mismo y no dejar que buena parte de su interior se haga pública manifestándose en sus ilustraciones -representadas en ese cuaderno de bocetos que pese a que su dueño lo trata con cuidado acabará en manos poco adecuadas. Será a partir de su colaboración con el padre Rubén y la interacción con los ciudadanos de San Juan (especialmente de la promiscua Concepción Martí y del joven Diego, hacia el que Gabriel siente una fuerte atracción), que el protagonista acabará implicándose y encontrando un modo de conmover a los ciudadanos a través de un arte menos perfecto pero mucho más sentido, más personal.

De esta forma, una serie de hechos que no revelaremos aquí, y que Lepage engarza a la perfección, acabarán convirtiendo a Gabriel de la Serna, religioso y pintor, en Gabriel Martí, un guerrillero del movimiento revolucionario, que encontrará en este cambio un modo de exorcizar sus demonios particulares, así como en el manifiesto de su sexualidad un método para conocerse a sí mismo. Dicho cambio aparece reflejado ya desde las dos portadas, de composiciones paralelas, de sendos álbumes, estando el segundo dedicado a mostrar su faceta de hombre comprometido con la revolución política.



Esta historia, donde el arte y el compromiso político se dan la mano en la figura del personaje central, se desarrolla prácticamente toda ella a finales de 1976, en esa nación que llevó a Julio Cortázar a implicarse políticamente y escribir Nicaragua tan violentamente dulce; pero incluye un epílogo, datado en 1979, cuando Somoza es derrocado gracias tanto al movimiento revolucionario como a la intervención del gobierno de los Estados Unidos, entonces liderado por la administración de Jimmy Carter. Es esta una conclusión en la que Lepage muestra a un Gabriel en paz consigo mismo, pero que también ha perdido algo de lo que amaba, porque es obvio que durante el camino del aprendizaje se arriesgan muchas cosas, y no se puede ganar siempre. Al menos, no del todo.

Del apartado gráfico de la obra, qué decir que no esté a la vista de cualquiera que ojee los álbumes o que observe con detenimiento las imágenes que acompañan a estas notas: el trabajo del francés, del que ya conocíamos Alex Clément ha muerto, es impecable, detallista, a todos los niveles (del dibujo al color), al estilo de los mejores y más completos ilustradores de la tradición del cómic europeo o latinoamericano, de Jean Giraud, alias Moebius, a Milo Manara, pasando por Enki Bilal o Enrique Breccia, y narra -como sugeríamos al principio, sin atrevidos experimentos formales-, simple y llanamente, la historia que quiere contarnos. Porque aquí Emmanuel Lepage debuta como autor completo, y escribe una historia de las que nos han contado ya muchas veces pero que aquí, gracias al oficio del autor y a valores y emociones universales, funciona como si fuese la primera vez que la oímos.



Al hilo de todo esto, concluiremos señalando que no nos extraña nada que el jurado del 6e Forum International Cinéma & Littérature de Monaco otorgara en su día a Muchacho el premio al cómic más proclive a ser adaptado a la gran pantalla. Como decíamos al principio, Muchacho funcionaría igual de bien en cualquier otro medio, si los autores hiciesen gala del mismo talento que Lepage ha mostrado para verter la Pasión de Gabriel de la Serna, alias Gabriel Martí, en las páginas de esta convencional, nada arriesgada pero no por ello menos espléndida y emocionante narración gráfica.


Título: Muchacho (2 vols.)
Autor: Emmanuel Lepage (guión y dibujo)
Editorial: Glénat
Fecha de edición: febrero-octubre de 2007
72 y 96 páginas (color) - 15 y 17,95 €

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