Seguimos con la vieja nueva costumbre de incluir un programa doble en esta sección de "Bodrios que hay que ver", aunque una de las películas a tratar no sea realmente tan mala y se quede solo en cutre con ganas... Pero el configurar un programa doble al más puro estilo grindhouse con un par de wip films resulta una posibilidad tan tentadora...
¿Que qué son los wip films? Pues yo se lo cuento: simple y llanamente, películas de prisiones femeninas. ¿Que cómo es posible que haya un género solo para estas historias? Pues porque los abismos de la mente humana son insondables, y hay un sector del público potencial que encuentra excitante cualquier argumento que suceda en una cárcel poblada solo por mujeres. Sí, vale, es algo repugnante, pero a mí no me miren...
Y de igual forma que el género carcelario, en general, ha dado rutilantes joyas al séptimo arte del tamaño de Soy un fugitivo, El hombre de Alcatraz, La gran evasión, Fuga de Alcatraz o Cadena perpetua, el subgénero de las wip films (wip son las siglas de Women In Prison, esto es, "mujeres encarceladas"), por lo general, ha dotado a las arcas del cinematógrafo películas discretas en el mejor de los casos y engendros de la peor calaña la mayoría de veces.
Nuestro programa doble arranca hoy con 99 mujeres, película dirigida por el inclasificable Jesús Franco en 1969. El film, como adelantábamos antes, no es precisamente de lo peor de su director (capaz de firmar títulos como Diario íntimo de una ninfómana, Una virgen entre los muertos vivientes, Lady Porno, Sexo caníbal, Aberraciones sexuales de una mujer casada, La chica de las bragas transparentes, La noche de los sexos abiertos, Confesiones íntimas de una exhibicionista, Macumba sexual, Una rajita para dos, Un pito para tres, El ojete de Lulú, Las chuponas, El abuelo, la condesa y Escarlata la traviesa o, atención que esta tiene tela, Falo Crest), pero sí hace gala de la proberbial desidia -que no torpeza- de su realizador, que cuando no se encontraba con las injerencias de la productora tenía que luchar contra su propio concepto del cine como puro entretenimiento al por mayor. Y, como decíamos, era imposible resistirnos a ofreceros un wip doble...
La acción de 99 mujeres está toda ella ambientada en una prisión se supone situada en algún lugar perdido de una isla indeterminada de Brasil (las escenas selváticas están rodadas allí), aunque los que como Jesús Franco veraneen en la costa mediterránea quizá reconozcan la cárcel como el mismísimo Castillo de Santa Bárbara en Alicante, lugar que el realizador madrileño ha convertido también en alguna ocasión en el castillo de Drácula en los Cárpatos.
Hasta allí llegan tres nuevas prisioneras, que recibirán los números 97, 98 y 99 para completar el personal, y cada una de ellas acusada de un crimen: Helga (Elisa Montés) es una ladrona reincidente; Natalie (Luciana Paluzzi) está acusada de consumo y posesión de heroína; y Marie (Maria Rohm) va a cumplir condena por el homicidio de un hombre que según ella intentó violarla.
En la prisión se encontrarán con el férreo dominio de la intendente Thelma Diaz (Mercedes McCambridge), un retaco hombruno que gobierna la cárcel con mano dura bajo la supervisión del gobernador Santos (Herbert Lom), un terrateniente baboso con predilección por las rubias, así como con algunas prisioneras de dudosa catadura moral lideradas por Zoe (Rosalba Neri), una bella reclusa que parece más aficionada al pescado que a la carne.
Pero la verdadera pesadilla de Marie empezará cuando pida ayuda médica para Natalie -que padece un mono de agárrate y no te menees-, y se encuentre conque la intendente entiende su ruego como una insubordinación y acabará por condenarla a dos semanas en un frío y apartado calabozo...
Una luz de esperanza surgirá con la llegada de Leonie Caroll (Maria Schell), una nueva intendente que es enviada por el ministerio para realizar un informe de la vida en la prisión. La nueva encargada, al más puro estilo Brubaker, apuesta por un régimen más humano y justo, y esto es algo que no gustará nada al gobernador Santos y a su ruda mano derecha...
Pese a los intentos de renovar el sistema de gobierno de la prisión por parte de la recién llegada, tres prisioneras -una rubia, una pelirroja y una morena, como en el chiste-, entre las que se cuentan Maria y Helga, decidirán huir amparadas por la oscuridad de la noche al otro lado de la isla, atravesando la peligrosa selva brasileña, para arribar a un pequeño pueblo de pescadores donde coger una barca y huir de la isla... Pero lo que no imaginan es que Santos y sus hombres las están esperando.
La vuelta a la prisión es inevitable... pero allí vuelven a sublevarse, golpeando a una de las carceleras e intentando huir de nuevo... para volver a ser detenidas (sí, se pasan así toda la película) ante la mirada desengañada de una Leonie Caroll que empieza a dudar de sus métodos ecuánimes.
El film terminaría con un final nada feliz, en el que esta última abandona la cárcel y la isla sintiéndose fracasada, de no ser por un requiebro último precipitado (y muy posiblemente impuesto) hasta decir basta, que en apenas unos diez segundos es capaz de decir que los informes de la nueva encargada y del médico de la región, que ya se había mostrado contrario a los métodos del régimen imperante, van a poner fin al duro régimen de la cárcel protagonista del relato.
Como podrán ver, 99 mujeres es uno de los filmes de Franco que cuenta con un mejor reparto: nada más y nada menos que Maria Schell, la protagonista de Noches blancas y Cimarrón, como personajes positivo principal, así como dos villanos de auténtico lujo: Mercedes McCambridge (la temible pistolera de Johnny Guitar, y voz de la poseída Linda Blair en la versión original de El exorcista), que aquí se muestra deliciosamente sobreactuada y cuyo vuelo de falda es verdaderamente hipnótico, y un Herbert Lom (visto en El quinteto de la muerte, Espartaco, El Cid o como Napoleón en Guerra y paz) que, todo lo contrario, está sobrio y comedido. Pero el escaso presupuesto -el film apenas dura 78 atropellados minutos-, la pobreza de algunos diálogos y el inverosímil final echan por tierra la interesante tesis, oscura y pesimista, de un film que podría haber dado más de sí.
Todo lo contrario que Caged Fury, que no podía dar más de sí porque lo da todo... aunque a su manera, como veremos. Y es que esta cinta, vista en nuestro país a través de plataformas digitales con el título de Furia enjaulada, es como una tienda de Ikea: tiene de todo. Pueden comprobarlo ustedes mismos en estos clips ilustrativos. Ah, y el cartel anterior no es el de esta película, sino de otra de igual título rodada seis años antes (pero es tan chulo que no he podido evitar el ponerlo). El que sí que es es este:
La película en cuestión arranca con un intento de fuga: el de una preciosa chica asiática a través de los conductos de ventilación de una cárcel. Pese a que se supone está en una prisión perdida de la mano de Dios en el último y más infecto agujero del planeta, la susodicha muestra un indudable buen estado de salud: aunque no hace otra cosa que quejarse y mostrarse desfallecida, aparenta estar perfectamente alimentada, además de llevar un sujetador seis tallas menor de lo que le toca que quita el hipo y más rímel que la cantante Alaska y Kaka de Luxe, Dinarama y Fangoria juntos.
Acto seguido y sin aparente solución de continuidad, la acción pasa a una apacible casa de campo en Utah: allí vive el señor Collins y sus hijas Tracy y Kat, ambas se supone según sus ropas y comportamiento entre los 18 y los 22 años, aunque aparentan rondar los 35. La primera es la típica hija rebelde que no hace más que dar disgustos a su padre -que canta en el coro de la iglesia todos los domingos-; y la segunda, que prometía ser la niña buena, también le da un disgusto y de los gordos cuando le deja bien claro que se marcha a Los Ángeles para triunfar en el mundo del cine.
En su periplo a la meca del cine, la pequeña Kat recoge a Rhonda, otra adolescente de cuarenta años que casi sufre una violación por parte de un camionero -aquí todos los personajes masculinos son héroes de acción, policías vagos o criminales; no hay más posibilidades: ni charcuteros, ni ebanistas, ni encofradores-, y ambas se dirigen a la ciudad prometida a encontrarse con un amigo de Rhonda, de profesión chulopu... digo, fotógrafo de modelos femeninas.
Este buen hombre, cuyo único objetivo es acostarse con todas las mujeres con las que trabaja, las lleva a un bar de copas una noche... y allí Kat está a punto de ser víctima de una violación múltiple (sí, también) por parte de una banda de moteros, aunque en el último momento es rescatada por dos individuos que ya habían mostrado antes su antipatía por el grupo: Victor (el actor y cantante Erik Estrada) y Dirk (el luchador de karate Richie Barathy). Acto seguido, y pese a haber vivido una situación tan peligrosa y humillante, la joven Kat está animadísima y bromea con sus nuevos amigos, que la acompañan a casa del fotógrafo.
Al día siguiente, Rhonda y Cat acuden a una audición que les ha conseguido el dicho chulopu... el fotógrafo. Una prueba que resulta ser para una película porno. Indignadas, ambas deciden marcharse de allí, pero se encuentran con la oposición de los miembros del equipo técnico, que casi están a punto de violarlas (sí, otra vez). Ante la resistencia de las jóvenes, la Policía acaba por acudir a la escena del presunto crimen... y las detiene a ellas en lugar de a ellos (ya saben lo que dicen, que en Los Ángeles todo el mundo está loco).
Acusadas de insinuarse al productor (cuya prueba es la grabación de la audición, de la que las pobres insisten que estaban actuando pero nadie les cree; y, además, me pregunto yo que desde cuándo insinuarse a alguien es ilegal, salvo que sea con menores de edad o a un superior laboral o un trabajador a tu cargo), ambas son condenadas a una prisión durante una condena "de no menos de tres meses y no más de dos años" por una jueza también muy bien maquillada (esto es una pista, no se crean que lo digo porque sí).
Así pues ambas son conducidas a la prisión del principio del film, dirigida por una lesbiana vestida de cuero al más puro estilo Ilsa, la loba de las SS y cuya mano derecha parece ser Spyder, un vigilante bastante macarra que se beneficia a todas las presas que puede y se dejan. Allí Kat será obligada a telefonear a su padre y decirle que se marcha un par de meses a México a rodar un film; y ambas sufrirán distintas vejaciones por parte del cuerpo de vigilantes, así como por otras presas más veteranas (todas con expresión deprimida pero cuerpos de infarto y vestidas con saltos de cama patrocinados por Grupo Lo Monaco).
Mientras Kat y Rhonda sobreviven como pueden, la hermana de la primera investiga por su cuenta la desaparición de su hermana... para acabar también en manos del chulopu... del fotógrafo, de quien la salvan también Victor y Dirk, una pareja de forzudos que valen lo mismo para un roto que para un descosido. Pero después, no se sabe muy bien cómo, la pobre Tracy acaba también en prisión, condenada a "no menos de tres meses y no más de dos años" junto con su hermana.
Menos mal que Victor y Dirk no se rinden, y el segundo decide -después de que el primero sufra una herida de bala en un brazo- ir él solito a rescatar a las hermanas Collins de la cárcel. Pero ahora viene lo mejor, y es una idea que explica en cierta manera (echándole bastante cara, eso sí) todas las incongruencias del film: la cárcel no es real, y no es más que un decorado en mitad de Los Ángeles donde un grupo de criminales se dedica a la trata de blancas, vendiendo mujeres sometidas y sumisas a empresarios ricos, y en donde la directora y los vigilantes no son más que actores contratados. Una idea así, obviamente, es tan absurda y marciana que solo podría dar lugar a una obra maestra indiscutible o un engendro inconmensurable... y esta Caged Fury es ambas cosas: un engendro maestro incontestable.
El final del film es muy raro: Dirk suelta a las chicas, que acaban por salir al exterior y se descubren en mitad de LA. Pero Kat se da cuenta de que Rhonda sigue en la cárcel, y regresa a por ella... para enfrentarse de nuevo a Spyder. Acto seguido, en un final más atropellado aún que el de 99 mujeres (que ya es decir), vemos a un recuperado Victor y a Kat a bordo de la moto del primero, en dirección a quién sabe dónde, imaginamos que de vacaciones. Impresionante.
El reparto está encabezado por los ya citados Erik Estrada y Richard Barathy, que dan esperanza a todos los aspirantes a actor feos del mundo que piensan que su condición no les permitirá alcanzar la gloria. Junto a ellos, Roxanna Michaels y Elena Sahagun como Kat y Tracy Collins, y algunos veteranos de la serie B: Paul Smith (el matón enorme de los Harkonnen en Dune) es un carcelero salido y violento, el gran Michael Parks (visto en Twin Peaks y recuperado por Tarantino & Rodriguez en Abierto hasta el amanecer, Kill Bill, Planet Terror y Death Proof) encarna sorprendentemente un papel positivo, el padre de las protagonistas; y James Hong (el villano de Golpe en la Pequeña China), actor asiático habitual del cine norteamericano, es un inspector de Policía bastante vago que hace bien poco más allá de rellenar informes y comer donuts.
Por lo demás, el cameo del actor porno Ron Jeremy como otro de los vigilantes y varias actrices de serie B y Z como presas y strippers completan el nutrido reparto de esta joya del cine más marciano jamás realizado. No dejen de verla si tienen ocasión, porque es algo que no se puede contar: hay que vivirlo.
Y para poner fin a tan ilustrativas líneas, ahí va una pequeña galería de clásicos de este subgénero. Como para perdérselas...
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1 comentario:
A ver cuando nos hablas (no recuerdo si lo has hecho ya) de la saga de Ilsa, la loba de las SS. No es ya solo una prisión nazi con erotismo cutre y gore, sino que se pasa de turbia...
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