En recientes visitas a la ciudad de Alicante, con motivo de Unicómic y Mayo Negro, diversos dibujantes de historieta españoles -David Lafuente, Pedro Camello, Roger Ibáñez- pusieron sobre el tapete la curiosa circunstancia de que durante un largo período de tiempo, todo aquel que quería introducirse en el mundo editorial español publicando con cierta asiduidad y cobrando lo suficiente para poder vivir de ello, debía pasar, casi de forma imperiosa en los comienzos de su carrera profesional, por la realización de historias de corte erótico, cuando no directamente pornográfico, como única salida profesional en la que empezar a despuntar.
Sin desmerecer el género del cómic erótico y/o pornográfico, resulta obvio que las directrices que marca el mismo (y que comparte por entero con el cine X, siendo uno de sus principales objetivos satisfacer el placer onanista del consumidor), limitan la libertad creativa de sus autores mucho más que cualquier otro género que cuente con sus propios estilemas.
Al hilo de esto Raule, guionista de las historias de Amores muertos dibujadas por Roger y recuperadas en Vidas a contraluz (Diábolo Ediciones), señalaba la lucha que se establecía entre los intereses de los autores, más orientados a un realizar un tebeo personal, de autor, con los de las editoras de los magazines de historietas eróticas.
Pese a ello, algunos autores han conseguido hacer del erotismo un medio y no un fin (al menos, no el único fin) de sus creaciones, como veremos en las líneas que siguen. Y no nos referimos a los nombres (italianos en su totalidad) que están en mente de todos -Manara, Crepax, Serpieri-, ni tampoco a Alan Moore y Melinda Gebbie y su reciente Lost Girls (de la que hablaremos en breve)...
Este es el caso de Antonio Altarriba y Laura, los autores de Amores locos, que ahora regresan con El brillo del gato negro, una obra editada por De Ponent hace unos meses y que cuenta con prólogo de Horacio Altuna... otro autor, precisamente, que nunca le ha hecho ascos a realizar historietas eróticas.
El volumen en cuestión incluye dos historias, la que da título al álbum y "El corazón de la serpiente". La primera está ambientada en la China milenaria, y su protagonista es Tcheu-Sinn, séptimo emperador de la dinastía Chang, para el que "el deseo es como la seda. Para disfrutar de él hay que mantenerlo en toda su tersura". Él es un monarca que vive rodeado de lujos... y de un completo harén de amantes serviciales, así como de un gato negro, su animal de compañía favorito, que brilla en las noches de luna llena.
Con este relato, Antonio Altarriba realiza una reflexión sobre el deseo y la decadencia del cuerpo humano, así como sobre el sexo como método de enfrentarse a esta decadencia pero al mismo tiempo una posibilidad perfecta de que aquella se manifieste inesperadamente.
Por su parte, "El corazón de la serpiente" relata una historia ambientada en la convulsa y conflictiva Italia del Renacimiento, marcada por las luchas por el poder entre los Foscari y los Manfredi, y donde Gárgalo Madalamenti -matemático para unos, artista para otros, alquimista en consideración de todos- jugará un importante papel desde las sombras...
La descendencia del encuentro sexual, que no amoroso, entre Manfredi y la hija del señor de Toscari dará lugar al nacimiento de dos gemelos, Ludovico y Galeazzo, de inusual perfección física; dos apuestos muchachos que deberán complementarse el uno al otro, como Eros y Thanatos, para poder sobrevivir a fuerza de repetidos ménage à trois con amantes compartidas...
Son estas dos historias sendos relatos que sin lugar a dudas no buscan despertar la entrepierna del lector, sino su gusto por lo estético: la prosa de Altarriba se presenta cuidada y repleta de delicadeza, y el refinado arte de Laura apuesta por la fragilidad y limpieza de las vidrieras medievales.
Por su parte, Aguas Calientes de Raúlo Cáceres -editado, como su anterior Elizabeth Bathory, por Berenice- es todavía más explícita que el álbum de Altarriba y Laura, y en cierta medida más ambicioso. Donde los autores de El brillo del gato negro apuestan por la sutilidad, Cáceres opta por lo explícito; donde aquellos pecan (con premeditación y alevosía) por defecto, este cae en la tentación del exceso.
Aguas Calientes, que presenta el subtítulo de Pornografía sagrada, se compone de veinticuatro capítulos que en su día se publicaron en la revista mensual Eros Comix de Dolmen, del número 39 al 62, desde el año 2004 al 2006. Una obra que, recopilada ahora, gana enteros frente a su disfrute en forma serializada.
Esta obra destinada a un público exclusivamente adulto hunde sus raíces -como ya hiciera en Elizabeth Bathory, otra obra que mezclaba sexo y terror, aunque esta lo haga ahora en territorio español- en temas mitológicos y legendarios. El autor fija su atención esta vez en el proceloso terreno de las religiones prerromanas, los cultos a la Diosa Madre y las Vírgenes Negras.
La mayor parte de la acción de Aguas Calientes se desarrolla en el pueblo que le da nombre, una localidad ficticia situada en Las Hurdes, ese territorio extremeño olvidado de la mano de Dios durante décadas hasta que Luis Buñuel le dedicó su célebre documental. Hasta allí llegará la protagonista del relato, Melania Ricius, una sexóloga seguidora de las doctrinas de Jung que padece una ninfomanía por la que se deja arrastrar con placer.
Cuando Melania llegue a Aguas Calientes para ayudar a Sara, una antigua alumna que ahora parece encontrarse en problemas, aquella se encontrará con una tierra misteriosa y repleta de leyendas, como el temible Macho Lanú, el duende Entiznau -culpable de la mayoría de incendios forestales que asolan la zona-, las Encorujás o la Serrana -una mujer verdaderamente temible-, además de mitos más modernos y propios de la subcultura de los avistamientos de ovnis, como las Luminarias.
Así, el pueblo de Aguas Calientes se revela en las páginas de la obra homónima como una materialización del inconsciente colectivo de la filosofía jungiana, en unas páginas cargadas de sexo explícito pero en las que lo que llama más poderosamente la atención es la ambiciosa osadía de su autor, tanto temática como, sobre todo, formalmente: numerosas splash pages, muchas incluso dobles, diseñadas atendiendo a una composición atrevidísima, y donde el lector a veces se las ve y -nunca mejor dicho- se las desea para descubrir el orden correcto de lectura... Tal es el atractivo barroquismo que Raúlo Cáceres despliega en su hasta ahora más conseguida obra.
Para terminar, queremos dejar constancia de que El brillo del gato negro resulta una lectura ideal para los amantes de la ficción histórica, aquellos que se dejan embelesar por el exotismo de países lejanos y épocas pasadas; en cambio, Aguas Calientes entusiasmará a aquellos más interesados en la historia autóctona, y es una manera perfecta de conocer la España oculta y mágica sin necesidad de leer Gárgoris y Habidis de Fernando Sánchez Dragó.
Dos lecturas muy recomendables, pues, y claro está, ambas de dos rombos.
Título: El brillo del gato negroAutores: Antonio Altarriba (guión) / Laura (dibujo)
Editorial: Edicions de Ponent
Fecha de edición: marzo de 2008
112 páginas (b/n) - 18 €
Título: Aguas Calientes (Pornografía sagrada)
Autor: Raúlo Cáceres (guión y dibujo)
Editorial: Berenice
Fecha de edición: abril de 2008
192 páginas (b/n) - 25 €
(+) La web de Raúlo Cáceres
(++) Otras obras de Raúlo Cáceres:
- Elizabeth Bathory
[Imagen 2.ª- Vidas a contraluz, de Raule y Roger Ibáñez.]
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