De un tiempo a esta parte venía oyendo y leyendo opiniones adversas acerca de Banderas de nuestros padres. Lo curioso es que esta reacción virulenta contra la última película como director de Clint Eastwood se había producido inmediatamente después de su ensalzamiento (a priori) como una obra maestra del séptimo arte.
Vista la película, nos parece que ni tanto ni tan calvo. Mucho me temo que en su contra han jugado las altas expectativas que todo el mundo (un servidor incluido, para qué lo vamos a negar) tenía hacia un proyecto de los considerados importantes, ya fuera por el tema tratado (la batalla de Iwo Jima, y la realización de la famosa foto por parte de Joe Rosenthal de los soldados norteamericanos levantando su bandera), como por contar con Paul Haggis (el firmante de la oscarizada Crash) adaptando el libro en el que se basa... y sobre todo por tener a Clint Eastwood, el último clásico verdadero del cine norteamericano (y por una vez, el tópico podría estar más que en lo cierto), detrás de la cámara.
Como le ocurrió al Woody Allen post Match point, Eastwood ha tenido que salvar el hándicap de que sus dos películas anteriores fueron la espléndida (e igualmente premiada en los Oscar) Million Dollar Baby... y sobre todo Mystic River, película que para el que esto firma no sólo es una obra maestra, sino que dentro de algunos años podría ser considerada sin esfuerzo como una de las veinte mejores películas de toda la historia del cine norteamericano.
Pero Banderas de nuestros padres es una película más convencional de lo esperado... al menos desde nuestra perspectiva. Para tratarse de una producción filmada por un realizador de más de setenta años y confeso republicano, y destinada a un sector del público no muy distinto de aquel, la desmitificación que rodea a todo aquello que simboliza la famosa instantánea de Rosenthal y la acción atrapada por su objetivo es más que atrevida; pero para los espectadores más jóvenes y que viven en otras latitudes bastante menos patrioteras, y donde la bandera del país significa para muchos bastante poco (salvo en las emisiones deportivas, ese es otro cantar), Banderas de nuestros padres no ofrece nada que no hayamos visto anteriormente en repetidas ocasiones.
Pero, eso sí, lo ofrece con un oficio innegable, que convierte una película de más de dos horas de duración en un suspiro, con escenas bélicas como no se habían visto desde Salvar al soldado Ryan (no por casualidad Steven Spielberg es co-productor de este film de Eastwood), y con un reparto muy ajustado, encabezado por Ryan Philippe, Jesse Bradford y Adam Beach.
Ahora queda esperar al estreno en marzo de Letters from Iwo Jima, la parte japonesa del díptico de Eastwood sobre la contienda, y que según los que la han visto ya es muy superior a esta Banderas de nuestros padres. Lo que no sé es si alegrarme, o volver a temer lo negativas que pueden ser las expectativas del espectador...
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4 comentarios:
Ah, pues a mi me gustó.
Y yo ya vi Cartas... y es muy superior, sip. Sin duda.
Supongo que estuvo en el estreno en Japón, porque ud, delinquir, no delinque...
A mi me ha parecido de las pelis mas flojas de Clint (no cuento las del Mono, que conste) pero la claro la peli mas floja de Clint está a años luz de las del 95% de las peliculas
Amén. Sobre todo a su último apunte. Ya que todas las películas estuvieran a la altura de BANDERAS. Porque lo de MYSTIC RIVER ya es irrepetible, me temo.
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