De la estupidez como una de las bellas artes

El cine con y para adolescentes, sea comedia o terror, ha ido cayendo en un progresivo declive hacia la idiotez más absoluta. Un buen ejemplo de ello es Tamara, cinta de terror que remite a clásicos del género como Carrie: estamos ante la enésima variación de la chica inadaptada, aquí una joven nada popular en su instituto que está secretamente enamorada de su profesor de literatura; tras una broma cruel y su muerte accidental, vuelve de la tumba para vengarse de aquellos que se burlaron de ella.



Como ven, lo mismo de siempre, ejecutado sin gracia y con un sopor creciente por parte del espectador. Eso sí, en esta ocasión la inadaptada no es una chica tan poco agraciada como la Sissy Spacek de la cinta de Brian De Palma, sino Jenna Dewan, actriz de físico contundente oculta bajo un aspecto descuidado y demacrado.



Y es que el cine teen ha ido conformando un mundo propio donde todos o casi todos, ellos y ellas, hacen gala de rostros angelicales y cuerpos de infarto. Y en este mundo, los inadaptados ya no parecen serlo por obligación sino por exigencias del guión. Veáse si no A por todas, comedia protagonizada por Kirsten Dunst y centrada en los campeonatos de animadoras, y donde Eliza Dushku es la rebelde del grupo. Una cinta esta que hacia el arranque prometía algo de capacidad autocrítica pero que acaba siendo tan blanda como una de animación de la factoría Disney.



Hacía falta que en este género apareciera una cinta como No es otra estúpida película americana, que se ríe bastante de todo lo expuesto hasta aquí: cintas como Juerga de solteros, Alguien como tú, Viaje de pirados, Chicas malas o la célebre y exitosa saga de American Pie son, claro está, el principal objetivo de esta sátira salvaje, casi una versión teen de Aterriza como puedas, Hot Shots y demás comedias de Abrahams y los Zucker, y cuya trama está ambientada en el John Hughes High School (!) y alrededores, un microuniverso autoreferencial de sexo (explícito e implícito) y escatología.



A lo largo de su metraje, somos testigos de parodias directas de escenas de la citada A por todas (el personaje de Jamie Pressly es un trasunto cabrón del de Kirsten Dunst en aquella) o la famosa escena de sexo con tarta de American Pie, si bien los mejores chistes exceden el género de la comedia adolescente para centrarse en títulos que son algo más, como Crueles intenciones (aquí, una como siempre espléndida Mia Kirshner y una actriz de edad considerable rememoran el beso lésbico, hilo de babilla incluido, entre Sarah Michelle Gellar y Selma Blair en aquel remake teen de Las amistades peligrosas)... o American Beauty, con un divertido Wes Bentley recuperando su papel de adolescente introvertido de la oscarizada cinta de Sam Mendes. Sin olvidar la divertidísima recuperación de algunos momentos de las películas dirigidas por John Hughes en los 80, como La chica de rosa, Dieciséis velas o -la mejor de todas, indiscutiblemente- El club de los cinco (el mismísimo Paul Gleason, fallecido el año pasado, recupera su papel de la película original).



Bentley y Gleason no son los únicos cameos; no faltan Mr. T, que parodia su imagen de consejero adolescente, ni tampoco Molly Ringwald, actriz fetiche de Hughes y estrella del género: simplemente por verla exclamar "¡Putos adolescentes!" hacia el final de la cinta ya vale la pena verla. O también por la escena musical, a medio camino entre Grease y Magnolia. Pero es que, además, No es otra estúpida película americana, efectivamente, no lo es. Tamara sí. Y A por todas, aunque al principio prometía otra cosa, casi también. Pero la película protagonizada por Chyler Leigh y Chris Evans es la obra maestra del género, la película más inteligente del mismo... y también la más (intencionadamente) estúpida. El círculo se cierra.