Abandonad toda esperanza

martes, 4 de marzo de 2008

Bodrios que hay que ver: Hack! (¡Corten!)

La cinefilia es una enfermedad muy peligrosa. Y si no, que se lo pregunten a Matt Flynn, director y guionista de Hack! (¡Corten!). O mejor: que se lo pregunten a los incautos que hayan padecido el visionado de semejante bodrio.



¿Quién es este terrorista del pensamiento llamado Matt Flynn? Pues hasta el año 2006, Flynn era un actor de carrera meteórica (en el sentido en que el meteoro cae en picado a la Tierra y estalla en pedazos), cuyo currículo estaba constituido por su trabajo como "Astronauta" en un capítulo de The Nutt House, su participación como "Invitado" en el telefilm Columbo Cries Wolf, y su papel de "Dependiente" en un episodio de Melrose Place. Con una carrera tan prometedora (en el sentido en que promete desaparecer para siempre), nos extraña mucho que probara a lanzarse a la dirección, pero recuerda: Flynn siempre te sorprende. Aunque acabes de conocerlo. Por eso, en el citado 2006 debutó tras las cámaras con el cortometraje The Light, que tiene el dudoso honor de puntuar 1.7 sobre 10 en la IMDb, a partir de los votos de tan solo... seis personas que lo han visto.

Con semejante bagaje, el salto al largometraje era inevitable (en el sentido en que la peste negra fue inevitable en la Europa medieval), y su debut es esta presunta (y execrable) mezcla de terror y comedia que ahora nos ocupa, ambientada en una isla paradisíaca (o así) donde un grupo de estudiantes universitarios irán muriendo uno a uno a manos de un misterioso psicópata.



Oh, qué aportación más novedosa al género, pensarán ustedes con cinismo. Pues no se vayan a creer, que Matt Flynn sí pretende aportar algo nuevo (o al menos no demasiado sobado) al subgénero de las body counts, y convierte a sus personajes, asesinos y víctimas, en aficionados al cine en general y a las películas de terror en particular.

De esta forma, en el grupito de estudiantes de cine que viajan a dicha isla a realizar un trabajo de biología (la razón de por qué unos alumnos que quieren ser cineastas tienen que estudiar a los escarabajos y las gambas del lugar se me escapa) nos encontramos a un par de amantes del terror clásico, que adoran los monstruos de la Universal, o a una fanática del gore que se pirra por los clavos de Hellraiser y los retorcidos crímenes de Saw.



Al llegar a la casa que les da hospedaje, descubrirán que sus anfitriones, una pareja que siempre está más caliente que el asfalto de Georgia, que diría Lula en Corazón salvaje, son también aficionados al género. Ambos filman continuamente con su videocámara todo lo que les rodea, incluyendo esos asesinatos que salpican (nunca mejor dicho) toda la cinta.

Como no podía ser de otra forma, los protagonistas forman parte de un heterogéneo grupo que incluye: una chica modosita con gafas que, para variar, es virgen; un joven apuesto del que la anterior está enamorada pero al que, para variar, no se lo confiesa; un deportista que, para variar, es medio atolondrado y solo piensa en el sexo; una chica hispana de físico rotundo que, para variar, es una zorrasca y solo piensa en el sexo; un chico negro que, para variar, se pasa todo el día fumado; una rubia lesbiana y radical que, para variar, solo dice tacos; y un asiático gay que, para variar, se comporta como una reinona. Para variar, al espectador le importan un carajo todos ellos.



En el film, todos son sospechosos: el asesino podría ser el malhumorado capitán Bates, cuya película favorita es, claro Tiburón, y que los acerca con su barca Orca a la isla... pero enseguida se lo cargan. También podría ser el misterioso hombre que se entrevé en la oscuridad de la noche, pero apesta a falso culpable, y así es: es Willy, un marinero irlandés que se pasa todo el tiempo empapado en alcohol, y que solo pretende ayudar a los protagonistas, aunque dé más miedo que Freddy Krueger, Jason Vorhees y Whoopi Goldberg juntos. Así, solo quedan como posibles sospechosos los excéntricos anfitriones que no paran de citar a clásicos del terror (y no solo del terror: ahí está el "Un gran poder conlleva una gran responsabilidad" de Spider-Man). Efectivamente, enseguida descubriremos que, oh qué gran revelación, sí son ellos los que, imitando escenas de clásicos del género (de La matanza de Texas a El resplandor, pasando por la citada Hellraiser), van eliminando uno por uno a los estudiantes para grabar un reality show que mezcle survival y cine de terror. Quizá no cayeron en la cuenta de que, al presentar el proyecto, quizá, solo quizá, y por alguna inexplicable y remota razón, los detengan y encierren de por vida en celdas de paredes acolchadas...

En resumidas cuentas: Hack! es una soberana y aburridísima tontería, que cuenta con una de las escenas más marcianas del año (el oriental afeminado cantando y bailando el tema principal de Fama en mitad del bosque para evitar el miedo), y que todavía guarda un as en la manga (uno de los alumnos colabora con la pareja de homicidas)... para cuando al espectador ya le da lo mismo tres que treinta y tres, y donde no tiene ni pizca de gracia la metalingüística del género (que es algo que ya hicieron, y mucho mejor, Vernon Zinemann en el film de culto Fundido a negro o Wes Craven en la célebre trilogía de Scream), ni tampoco divierten los chistes cinéfilos en los nombres de los personajes (un recurso, de nuevo, ya visto en filmes como El terror llama a su puerta o la primera Destino final): aquí, los anfitriones son los King (como Stephen), Mary Shelley (la autora de Frankenstein) y Vincent (como Price); el sheriff se llama Stoker (como Bram, el autor de Drácula); el capitán del barco, Bates (como Norman, el protagonista de Psicosis); y un par de víctimas responden a los nombres de Argento (como Dario) y Carpenter (como John). Oh, qué bien me lo paso jugando al Trivial Horrorpursuit.



Del reparto, cabe destacar que Danica McKellar, a la que todos recordarán como la eterna novia del protagonista de la serie Aquellos maravillosos años, recupera su rol de chica virginal que interpretara entre 1988 y 1993. Lo que más miedo da de este Hack! es que catorce años después la susodicha sigue aparentando quince años de edad. Qué grima, oye.

En el film también podemos ver como nombres destacados a Juliet Landau, hija de Martin Landau y vista en Ed Wood, como la anfritriona homicida; a Burt Young, mítico cuñado de Sylvester Stallone en la saga Rocky, como el capitán Bates; y al siempre magnífico William Forsythe, en el irrelevante papel de Willy. Por lo demás, los roles del anfitrión y de la chica malhablada corren a cargo de Sean Kanan y Adrienne Frantz, que han participado, respectivamente, en 441 y 542 episodios de Belleza y poder (¡ahí es nada!)... Su participación en esta basura titulada Hack! es, sin lugar a dudas, el castigo kármico que tienen que pagar por ello.



Post Scriptum.- De nuevo, como ocurriera con Carretera al infierno II, no disponemos de imágenes suficientes para ilustrar estas notas, más allá de dos carátulas (salas y DVD) de semejante engendro. Por lo tanto, nos vemos en la molesta obligación de acompañar esta reseña con fotografías de Gabrielle Richens, que en el film interpreta a la mencionada zorrupia.

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