Como siempre, el Tren Negro ha sido toda una experiencia: un arranque sobre raíles de la propia Semana Negra, donde los autores presentes han hablado de los libros que van a presentar, y de los nuevos que están escribiendo: allí estuvieron, entre otros, el ex-agente de la CIA Barry Eisler y su Salario para matar; Richard Morgan, cuyo Leyes de mercado trata de la inversión de las primeras potencias en las guerras del tercer mundo, todo en clave futurista; Fernando Marías, que presentará Cielo abajo y por cuya cabeza ronda la idea de una novela protagonizada por un detective zombi; José Manuel Fajardo, que piensa en concluir con una novela más su trilogía sobre judíos conversos; Elia Barceló, habitual del evento, que duda entre escribir una novela fantástica, algo habitual en ella, o -por fin- una novela verdaderamente negra; Santiago Rocangliolo, que presenta su flamante Premio Alfaguara, Abril rojo; Bernardo Fernández, autor de Tiempo de alacranes, definida por Paco Taibo II como un auténtico western mexicano contemporáneo; Carlos Castrosín y Pablo Pedro de May, coordinadores de un volumen de relatos ucrónicos con la figura de Franco como eje central... y muchísimos autores más. Demasiados para reseñarlos aquí.
De momento, nos limitaremos a señalar que la Semana Negra, como siempre, pinta realmente bien. Ahora iremos a la caza de ese libro y ese cómic cuyo autor, cuya portada, cuya temática, tanto promete, y comprobaremos que, en algunas ocasiones, lo cumple con creces. Por eso venimos a la Semana Negra: a descubrir nuevos placeres literarios.
Sí, vale, a eso y a ver a los amigos y a departir amigablemente con unas cervecitas fresquitas en la mano. Para qué voy a intentar engañarles, si ya nos conocemos...
[En la imagen, un servidor, entre los escritores cubanos Lorenzo Lunar y Leonardo Padura, en el Tren Negro del año pasado.]
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