Un año más, como ya hicimos en el pasado, toca elegir los diez mejores cómics de todo lo leído a lo largo del 2009.
Antes de anunciar nuestro particular Top 10, queremos aclarar que dos de los mejores tebeos leídos este año -El cadáver y el sofá de Tony Sandoval y, muy especialmente, esa obra maestra indiscutible que es El secreto del estrangulador de Jacques Tardi- fueron publicados a finales del 2007, y por lo tanto no han podido entrar en la lista final.
Igualmente, hemos evitado material reeditado, como es el caso de Negro oscuro de Mezzo y Pirus, Haxtur de Víctor de la Fuente, Pobre cabrón de Joe Matt, Por Soleá 2.0 de Antonio Navarro, El playboy de Chester Brown o Valentina de Guido Crepax.
Y de la misma manera, hemos dejado fuera también obras cuya edición es serializada, como Promethea, Tom Strong o Nexus; o incompleta por el momento, caso del soberbio Fell de Warren Ellis y Ben Templesmith o el muy prometedor Incógnito de Grégory Mardon.
Explicado esto, ahí va nuestro particular Top 10 de cómics leídos en 2008:
10.º- Río abajo
Rabaté (Norma Editorial)
9.º- Conejo de viaje
Liniers (Reservoir Books Mondadori)
8.º- El hijo del diablo
Hideshi Hino (La Cúpula)
7.º- El gato del kimono
Nancy Peña (Dibbuks)
6.º- La lectura de las ruinas
David B. (Norma Editorial)
5.º- El muertero Zabaletta
Diego Agrimbau & Dante Ginevra (Norma Editorial)
4.º- Mi mamá... (está en América y ha conocido a Buffalo Bill)
Jean Renaud & Émile Bravo (Ponent Mon)
3.º- El manual de mi mente
Paco Alcázar (Reservoir Books Mondadori)
2.º- Lost Girls
Alan Moore & Melinda Gebbie (Norma Editorial)
1.º- Fun Home
Alison Bechdel (Reservoir Books Mondadori)
Finalmente, queremos destacar otros diez títulos más como dignos finalistas de esta votación; sirva su mención aquí como recomendación de su lectura:
- Aguas negras (Nabiel Kanan; Dibbuks)
- Batman: Año 100 (Paul Pope; Planeta de Agostini)
- El asombroso swing del Golem (James Sturm; La Cúpula)
- El cuaderno rojo (Teddy Kristiansen; Norma Editorial)
- Elk's Run (Joshua Hale Fialkov & Noel Tuazon, Glénat)
- El testimonio (Étienne Davodeau; Ponent Mon)
- Lecciones de vida (Grégory Mardon; La Cúpula)
- Peplum (Blutch; Ponent Mon)
- Reyes disfrazados (James Vance & Dan Burr; Norma Editorial)
- Shortcomings (Adrian Tomine; Reservoir Books Mondadori)
Y esto ha sido todo en Abandonad toda esperanza en 2008. Les deseamos un feliz Año Nuevo... y esperamos seguir viéndoles por aquí.
(+) Previously on Abandonad toda esperanza:
- Los mejores cómics del año (2007)
- Los mejores cómics del año (2006)
miércoles, 31 de diciembre de 2008
martes, 30 de diciembre de 2008
Bodrios que hay que ver: Lo más peor del 2008
Sí, amigos míos, un año más termina, y durante los 365 días que dejamos atrás -bueno, de momento 363, pero todo se andará- nuestra tele y nuestro DVD se han visto obligados a catar algunas de las películas más lamentables jamás rodadas.
También ha habido buen cine (que podréis descubrir en la inminente entrada del 1 de enero de este vuestro blog), pero hoy, como martes que es, toca echar la vista atrás, a nuestra amada sección de Bodrios que hay que ver, y descubrir cuáles han sido nuestros diez títulos favoritos -este año ha sido muy productivo y no nos hemos podido limitar a cinco-; no necesariamente los mejores ni los peores -aunque podría ser tanto una cosa como otra-, pero sí los más curiosos, los más divertidos, los más marcianos. En resumidas cuentas, nuestros engendros favoritos, aquellos que hay que ver de todas todas.
Sin más dilación, y en estricto orden alfabético, ahí va nuestro Top 10 de los bodrios del 2008... Diez títulos tan criminales que muchos de ellos tienen hasta varios nombres, como en las fichas policiales:
1.º- Blood Diner
(aka Fonda sangrienta)
(Jackie Kong, 1987)
2.º- Caged Fury
(aka Furia enjaulada)
(Bill Milling, 1989)
3.º- Deep Space
(aka Del espacio profundo)
(Fred Olen Ray, 1988)
4.º- Destroyer
(aka Brazo de acero)
(Martin Dolman [Sergio Martino], 1986)
5.º- Force: Five
(aka Escuadrón: Cinco)
(Robert Clouse, 1981)
6.º- Frankenhooker
(aka Frankenputa, Vicios diabólicos)
(Frank Henenlotter, 1990)
7.º- La mujer murciélago
(René Cardona, 1968)
8.º- Noche en el tren del terror
(Varios directores, 1985)
9.º- R.O.T.O.R.
(Cullen Blaine, 1989)
10.º- Zombie Strippers
(Jay Lee, 2008)
Búsquenlos, allá donde estén (ellos y ustedes)... ¡y que los disfruten con salud!
(+) Previously on Abandonad toda esperanza:
- Bodrios que hay que ver: Lo más peor del 2007
lunes, 29 de diciembre de 2008
Cómics para todos
El Premio Nacional de Cómic, creado el pasado año a semejanza de los galardones que desde hace lustros vienen recompensando otras artes como la literatura, el cine, la fotografía o las artes plásticas, ha recaído recientemente en Arrugas, del autor valenciano Paco Roca: una historieta delicada, exquisita, que trata con sumo tacto un tema tan espinoso como la enfermedad de Alzheimer. El año anterior, el premio inaugural recaía en Max, uno de nuestros autores más arriesgados y personales, y en su Bardín el superrealista.
Como podrán imaginar, estamos ante un par de personalidades y sus respectivas obras que en ningún caso pueden considerarse como destinadas a un público infantil o juvenil. Ya era hora de que el Ministerio de Cultura se percatara de que al cómic no se le considera “el noveno arte” en vano, de que viene a ser una disciplina artística tan válida como cualquier otra a la hora de tratar cualquier tipo de género o de temática y de que, como tal, merece ser tenida en igual consideración.
Es de esperar por tanto que poco a poco el cómic (o tebeo, o historieta, o novela gráfica; llámesele como se quiera) empiece a dejar de ser entendido como un producto exclusivamente orientado a lectores muy jóvenes, porque al igual que ocurre con otras artes no se trata de un género en sí mismo, sino de un medio, un lenguaje, un código, a través del cual valerse de los géneros para contar una historia. Así, al igual que hablamos de películas policíacas, románticas, cómicas, de terror o eróticas, podemos hablar de tebeos policíacos, románticos, cómicos, de terror o eróticos, porque la etiqueta cómic solo nos aporta información acerca del lenguaje utilizado, nunca de su contenido; una obra es un cómic por cómo cuenta algo, no por lo que cuenta.
Y de la misma manera que se escriben novelas para niños y para adultos, se representan obras de teatro para niños y para adultos, se estrenan películas para niños y para adultos, se escriben y dibujan cómics para niños y cómics para adultos. Por ello, al igual que nos encontramos con libros o películas que, ya sea por la complejidad de su trama, por la ambición de sus recursos narrativos o estilísticos o por la crudeza explícita de sus contenidos, no nos parecen idóneos para los más pequeños, ocurre lo mismo en el ámbito de la historieta: así, no es lo mismo disfrutar de las correrías de los traviesos Zipi y Zape de José Escobar que reflexionar acerca del mundo de los superhéroes en esa pieza de orfebrería que es Watchmen de Alan Moore y Dave Gibbons, ni esbozar una sonrisa de complicidad con las peripecias de Calvin & Hobbes de Bill Watterson que ser testigo de una revisión histórica del exterminio judío a través de una relación paternofilial en las páginas de Maus de Art Spiegelman, ni observar la cotidianeidad de Charlie Brown, sus amigos y su perro Snoopy en Peanuts de Charles Schulz que dejarse llevar por el errático devenir, de ritmo tan contemplativo como el de un film de Yasujiro Ozu, del silencioso protagonista de El caminante de Jiro Taniguchi. Cualquier adulto con dos dedos de frente que sepa distinguir entre las novelas de J. K. Rowling protagonizadas por Harry Potter y Lolita de Nabokov, o entre las dos películas estrenadas de Las Crónicas de Narnia y la trilogía de El Padrino, y que conozca el contenido de ambas obras, no dejaría al alcance de sus hijos pequeños ni Black Kiss de Howard Chaykin ni Lost Girls de Alan Moore y Melinda Gebbie, dos tebeos de argumento y estética eróticos, casi pornográficos, por más que las protagonistas del segundo surjan de las páginas de El mago de Oz, Alicia en el País de las Maravillas y Peter Pan.
De todo ello se han empezado a dar cuenta una serie de bibliotecas públicas que ya dedican, frente a los paupérrimos cajones que hace unos años no pasaban de incluir algunos álbumes de Asterix y Tintín, un espacio considerable con estanterías repletas de tebeos nacionales y extranjeros. También se han percatado grandes superficies comerciales especializadas en libros, como Fnac o la Casa del Libro, que incluyen secciones específicas de cómics separando el tebeo infantil del juvenil, y estos del destinado a lectores adultos. Y qué duda cabe de que todavía queda mucho por hacer en este proceso de normalización, pero también es cierto que toda piedra hace pared.
Pero todo lo dicho hasta aquí no quita que cuando hablamos de cómic nos situemos ante un arte que, al aunar palabra escrita e imagen como ningún otro -algo en lo que el teatro, el cine, la poesía o la narrativa no pueden suponerle competencia ninguna-, pueda funcionar como una herramienta ideal para introducir en la lectura a nuevas generaciones de lectores audiovisuales reacios a sumergirse en la letra impresa a palo seco, un universo de libros donde las imágenes brillan por su ausencia.
En años pretéritos, mucho antes de que los videojuegos e Internet hirieran de muerte al hábito lector de las últimas generaciones -y no se entienda esto como un ataque a dos medios de ocio perfectamente compatibles con la lectura, y defendibles siempre que haga uso de ellos con inteligente mesura-, y cuando los libros eran un elemento común en la cotidianeidad de la familia española media, solía decirse popularmente que “donde hoy hay un tebeo, mañana habrá un libro”. Hoy esta afirmación ha quedado relegada al olvido, pero nos gustaría pensar en la posibilidad de recuperarla, y está en nuestras manos -las de los padres y tutores, las de los profesores, y la de los propios jóvenes que ya leen tebeos con más o menos asiduidad-, difundir la idea de que el que hoy lee habitualmente (esto es, posee hábito de lectura) Mortadelo y Filemón, Esther y su mundo, Spiderman, Conan, Mafalda, Naruto o Full Metal Alchemist, mañana dispondrá de herramientas -lingüísticas y literarias- suficientes como para poder leer el Quijote, Hamlet, Madame Bovary o el Ulises, y esto es así porque hay una serie de líneas invisibles que pueden trazarse de Marcel Proust a Will Eisner, de Jules Verne a Hergé, de Jorge Luis Borges a Alan Moore, de Italo Calvino a Grant Morrison.
Y recuerden: ahí afuera hay, para cada lector -ya sea adulto, adolescente o niño-, al menos un tebeo esperándole. La cuestión es querer encontrarlo.
[Nota: Este artículo fue publicado en El Valle. Espacio cultural, revista del colegio El Valle de San Juan, Alicante, n.º5, diciembre de 2008, p. 33.]
Como podrán imaginar, estamos ante un par de personalidades y sus respectivas obras que en ningún caso pueden considerarse como destinadas a un público infantil o juvenil. Ya era hora de que el Ministerio de Cultura se percatara de que al cómic no se le considera “el noveno arte” en vano, de que viene a ser una disciplina artística tan válida como cualquier otra a la hora de tratar cualquier tipo de género o de temática y de que, como tal, merece ser tenida en igual consideración.
Es de esperar por tanto que poco a poco el cómic (o tebeo, o historieta, o novela gráfica; llámesele como se quiera) empiece a dejar de ser entendido como un producto exclusivamente orientado a lectores muy jóvenes, porque al igual que ocurre con otras artes no se trata de un género en sí mismo, sino de un medio, un lenguaje, un código, a través del cual valerse de los géneros para contar una historia. Así, al igual que hablamos de películas policíacas, románticas, cómicas, de terror o eróticas, podemos hablar de tebeos policíacos, románticos, cómicos, de terror o eróticos, porque la etiqueta cómic solo nos aporta información acerca del lenguaje utilizado, nunca de su contenido; una obra es un cómic por cómo cuenta algo, no por lo que cuenta.
Y de la misma manera que se escriben novelas para niños y para adultos, se representan obras de teatro para niños y para adultos, se estrenan películas para niños y para adultos, se escriben y dibujan cómics para niños y cómics para adultos. Por ello, al igual que nos encontramos con libros o películas que, ya sea por la complejidad de su trama, por la ambición de sus recursos narrativos o estilísticos o por la crudeza explícita de sus contenidos, no nos parecen idóneos para los más pequeños, ocurre lo mismo en el ámbito de la historieta: así, no es lo mismo disfrutar de las correrías de los traviesos Zipi y Zape de José Escobar que reflexionar acerca del mundo de los superhéroes en esa pieza de orfebrería que es Watchmen de Alan Moore y Dave Gibbons, ni esbozar una sonrisa de complicidad con las peripecias de Calvin & Hobbes de Bill Watterson que ser testigo de una revisión histórica del exterminio judío a través de una relación paternofilial en las páginas de Maus de Art Spiegelman, ni observar la cotidianeidad de Charlie Brown, sus amigos y su perro Snoopy en Peanuts de Charles Schulz que dejarse llevar por el errático devenir, de ritmo tan contemplativo como el de un film de Yasujiro Ozu, del silencioso protagonista de El caminante de Jiro Taniguchi. Cualquier adulto con dos dedos de frente que sepa distinguir entre las novelas de J. K. Rowling protagonizadas por Harry Potter y Lolita de Nabokov, o entre las dos películas estrenadas de Las Crónicas de Narnia y la trilogía de El Padrino, y que conozca el contenido de ambas obras, no dejaría al alcance de sus hijos pequeños ni Black Kiss de Howard Chaykin ni Lost Girls de Alan Moore y Melinda Gebbie, dos tebeos de argumento y estética eróticos, casi pornográficos, por más que las protagonistas del segundo surjan de las páginas de El mago de Oz, Alicia en el País de las Maravillas y Peter Pan.
De todo ello se han empezado a dar cuenta una serie de bibliotecas públicas que ya dedican, frente a los paupérrimos cajones que hace unos años no pasaban de incluir algunos álbumes de Asterix y Tintín, un espacio considerable con estanterías repletas de tebeos nacionales y extranjeros. También se han percatado grandes superficies comerciales especializadas en libros, como Fnac o la Casa del Libro, que incluyen secciones específicas de cómics separando el tebeo infantil del juvenil, y estos del destinado a lectores adultos. Y qué duda cabe de que todavía queda mucho por hacer en este proceso de normalización, pero también es cierto que toda piedra hace pared.
Pero todo lo dicho hasta aquí no quita que cuando hablamos de cómic nos situemos ante un arte que, al aunar palabra escrita e imagen como ningún otro -algo en lo que el teatro, el cine, la poesía o la narrativa no pueden suponerle competencia ninguna-, pueda funcionar como una herramienta ideal para introducir en la lectura a nuevas generaciones de lectores audiovisuales reacios a sumergirse en la letra impresa a palo seco, un universo de libros donde las imágenes brillan por su ausencia.
En años pretéritos, mucho antes de que los videojuegos e Internet hirieran de muerte al hábito lector de las últimas generaciones -y no se entienda esto como un ataque a dos medios de ocio perfectamente compatibles con la lectura, y defendibles siempre que haga uso de ellos con inteligente mesura-, y cuando los libros eran un elemento común en la cotidianeidad de la familia española media, solía decirse popularmente que “donde hoy hay un tebeo, mañana habrá un libro”. Hoy esta afirmación ha quedado relegada al olvido, pero nos gustaría pensar en la posibilidad de recuperarla, y está en nuestras manos -las de los padres y tutores, las de los profesores, y la de los propios jóvenes que ya leen tebeos con más o menos asiduidad-, difundir la idea de que el que hoy lee habitualmente (esto es, posee hábito de lectura) Mortadelo y Filemón, Esther y su mundo, Spiderman, Conan, Mafalda, Naruto o Full Metal Alchemist, mañana dispondrá de herramientas -lingüísticas y literarias- suficientes como para poder leer el Quijote, Hamlet, Madame Bovary o el Ulises, y esto es así porque hay una serie de líneas invisibles que pueden trazarse de Marcel Proust a Will Eisner, de Jules Verne a Hergé, de Jorge Luis Borges a Alan Moore, de Italo Calvino a Grant Morrison.
Y recuerden: ahí afuera hay, para cada lector -ya sea adulto, adolescente o niño-, al menos un tebeo esperándole. La cuestión es querer encontrarlo.
[Nota: Este artículo fue publicado en El Valle. Espacio cultural, revista del colegio El Valle de San Juan, Alicante, n.º5, diciembre de 2008, p. 33.]
domingo, 28 de diciembre de 2008
RIP: Robert Mulligan (1925-2008)
Sería agradable que esta fuera una de las muchas inocentadas que salpican la red un día como hoy, 28 de diciembre, pero no es así: hace unos días sabíamos de la muerte del cineasta estadounidense Robert Mulligan, candidato al Óscar en 1962 por su película mas mítica: Matar a un ruiseñor.
Mulligan comenzó su carrera profesional en la televisión de principios de los 50, y en 1960 ganaría un premio Emmy por el telefilm The Moon and Sixpence. Solo dos años después le llegaría el prestigio y la fama gracias a Matar a un ruiseñor, su adaptación de la exitosa novela ganadora del Pulitzer escrita por Harper Lee, y que protagonizó un soberbio Gregory Peck.
El film en cuestión recibió ocho candidaturas a los Óscar, entre ellas las de mejor película y director, perdiendo ambas ante David Lean y su Lawrence de Arabia. Pero sí acabó recibiendo tres estatuillas: la de mejor actor para Peck por su interpretación del abogado Atticus Finch; la de mejor guión adaptado para Horton Foote; y la de mejor dirección artística para Alexander Golitzen, Henry Bumstead y Oliver Emert.
Mulligan dirigió otras diecinueve cintas, incluyendo su debut El precio del éxito con Anthony Perkins, la inolvidable Verano del 42, un film noir tan sobrio y memorable como El hombre clave, la terrorífica El otro -posiblemente, junto con Matar a un ruiseñor, su mejor película-... y la muy reivindicable Man on the Moon (Verano en Lousiana), su último trabajo, en el que recuperaba el estilo intimista de Verano del 42 y ofrecía a una niña llamada Reese Witherspoon su primer papel cinematográfico.
Lo que muchos no saben es que Mulligan fue el primer director elegido para llevar a la gran pantalla el guión de Paul Schrader Taxi driver, con un joven Jeff Bridges como Travis Bickle. El resultado final, seguro que satisfactorio, habría sido muy distinto de la obra maestra que finalmente acabaron realizando el director Martin Scorsese y el actor Robert De Niro. Pero si nunca podremos saber cómo habría sido Taxi Driver según Robert Mulligan, sí ha dejado como legado una veintena de obras que llevan su imborrable firma.
Robert Mulligan nació en el Bronx, New York, el 23 de agosto de 1925, y falleció en Old Lyme, Connecticut, el pasado 20 de diciembre de 2008. Tenía por tanto 83 años. Descanse en paz.
Mulligan comenzó su carrera profesional en la televisión de principios de los 50, y en 1960 ganaría un premio Emmy por el telefilm The Moon and Sixpence. Solo dos años después le llegaría el prestigio y la fama gracias a Matar a un ruiseñor, su adaptación de la exitosa novela ganadora del Pulitzer escrita por Harper Lee, y que protagonizó un soberbio Gregory Peck.
El film en cuestión recibió ocho candidaturas a los Óscar, entre ellas las de mejor película y director, perdiendo ambas ante David Lean y su Lawrence de Arabia. Pero sí acabó recibiendo tres estatuillas: la de mejor actor para Peck por su interpretación del abogado Atticus Finch; la de mejor guión adaptado para Horton Foote; y la de mejor dirección artística para Alexander Golitzen, Henry Bumstead y Oliver Emert.
Mulligan dirigió otras diecinueve cintas, incluyendo su debut El precio del éxito con Anthony Perkins, la inolvidable Verano del 42, un film noir tan sobrio y memorable como El hombre clave, la terrorífica El otro -posiblemente, junto con Matar a un ruiseñor, su mejor película-... y la muy reivindicable Man on the Moon (Verano en Lousiana), su último trabajo, en el que recuperaba el estilo intimista de Verano del 42 y ofrecía a una niña llamada Reese Witherspoon su primer papel cinematográfico.
Lo que muchos no saben es que Mulligan fue el primer director elegido para llevar a la gran pantalla el guión de Paul Schrader Taxi driver, con un joven Jeff Bridges como Travis Bickle. El resultado final, seguro que satisfactorio, habría sido muy distinto de la obra maestra que finalmente acabaron realizando el director Martin Scorsese y el actor Robert De Niro. Pero si nunca podremos saber cómo habría sido Taxi Driver según Robert Mulligan, sí ha dejado como legado una veintena de obras que llevan su imborrable firma.
Robert Mulligan nació en el Bronx, New York, el 23 de agosto de 1925, y falleció en Old Lyme, Connecticut, el pasado 20 de diciembre de 2008. Tenía por tanto 83 años. Descanse en paz.
sábado, 27 de diciembre de 2008
Las recomendaciones del sábado
Hoy queremos recomendar dos cómics que son continuaciones que vuelven a poner de manifiesto las virtudes y defectos de sus precedentes; dos recomendaciones, por tanto, que hay que tener en consideración siempre que se haya degustado, y disfrutado, la primera entrega.
La primera de ellas es el segundo volumen, de un total de tres, de Cruel Thing, de Lean y Vecchio, que edita Norma Editorial. Nuestra opinión acerca de la primera entrega, ideal para jóvenes góticos y emos, puede consultarse aquí.
En segundo lugar queremos hacer hincapié en la publicación de Solo. Los supervivientes del caos, una precuela del original Solo de Óscar Martín, de nuevo publicada por Edicions de Ponent. Esta entrega narra la juventud del protagonista, en un formato mayor (europeo, vaya) más acorde con el contenido de la obra. Con un poco de suerte, podría ser un nuevo Blacksad...
La primera de ellas es el segundo volumen, de un total de tres, de Cruel Thing, de Lean y Vecchio, que edita Norma Editorial. Nuestra opinión acerca de la primera entrega, ideal para jóvenes góticos y emos, puede consultarse aquí.
En segundo lugar queremos hacer hincapié en la publicación de Solo. Los supervivientes del caos, una precuela del original Solo de Óscar Martín, de nuevo publicada por Edicions de Ponent. Esta entrega narra la juventud del protagonista, en un formato mayor (europeo, vaya) más acorde con el contenido de la obra. Con un poco de suerte, podría ser un nuevo Blacksad...
viernes, 26 de diciembre de 2008
Nuestras películas favoritas del 2008
Los hermanos Coen, Ridley Scott, Christopher Nolan, M. Night Shyamalan, Emir Kusturica... Son algunos de los responsables del mejor cine del 2008.
A partir de nuestra votación para Cahiers du Cinéma de lo mejor de la cartelera anual hemos recordado nuestro cine favorito a lo largo del año que ahora termina en la columna de Abandonad toda esperanza de hoy:
Otro año a oscuras
A partir de nuestra votación para Cahiers du Cinéma de lo mejor de la cartelera anual hemos recordado nuestro cine favorito a lo largo del año que ahora termina en la columna de Abandonad toda esperanza de hoy:
Otro año a oscuras
jueves, 25 de diciembre de 2008
Felicitaciones y despedida... que no cierre
Un viejo año se acerca a su fin, y un nuevo año espera impaciente su arranque. Un nuevo año, el 2009, que esperamos venga cargado de alegrías y parabienes, para todos ustedes y, qué demonios, para un servidor. Un año nuevo donde no faltarán películas, libros y tebeos de los que daremos buena cuenta aquí, en Abandonad toda esperanza.
Y un nuevo año que, para seguir con una ya tradición gozosa, queremos felicitarles a través del christmas que nos ha enviado ese gran artista (¡queremos ver ese Dorian Gray que ríete tú del de Marvel) y mejor amigo que es Enrique J. Corominas.
Y hoy nos vamos, primero a Madrid, para después marchar a una de las ciudades más conocidas del mundo: Nueva York. New York. La Gran Manzana. Sí, nos vamos por la razón que algunos de ustedes ya conocerán a la ciudad a la que Woody Allen hizo el más bello homenaje en blanco y negro con las notas de George Gershwin; esa ciudad donde Paul Auster ubicó la acción de sus tres obras maestras dentro del ámbito de la novela corta; esa ciudad donde habitan Spiderman, los 4 Fantásticos y otros grandes personajes del mundo de las viñetas.
Pero no crean que les vamos a dejar descansar: nuestro cuaderno de bitácora cultural, gracias a la programación de Blogger, seguirá actualizándose a diario, y no faltará a la cita del 1 de enero nuestro balance del mejor cine visto en casa a lo largo del presente año, así como un repaso justiciero a los bodrios que hemos catado recientemente, nuestro listado de los mejores cómics del 2009 y algunas sugerencias para regalar el Día de Reyes Magos. Y ya a nuestro regreso para el día 4 volveremos con las actualizaciones en vivo y en directo a las que les tenemos acostumbrados.
Sin nada más que añadir, Abandonad toda esperanza les desea unas estupendas Navidades y un maravilloso año 2009 en compañía de los suyos.
Y un nuevo año que, para seguir con una ya tradición gozosa, queremos felicitarles a través del christmas que nos ha enviado ese gran artista (¡queremos ver ese Dorian Gray que ríete tú del de Marvel) y mejor amigo que es Enrique J. Corominas.
Y hoy nos vamos, primero a Madrid, para después marchar a una de las ciudades más conocidas del mundo: Nueva York. New York. La Gran Manzana. Sí, nos vamos por la razón que algunos de ustedes ya conocerán a la ciudad a la que Woody Allen hizo el más bello homenaje en blanco y negro con las notas de George Gershwin; esa ciudad donde Paul Auster ubicó la acción de sus tres obras maestras dentro del ámbito de la novela corta; esa ciudad donde habitan Spiderman, los 4 Fantásticos y otros grandes personajes del mundo de las viñetas.
Pero no crean que les vamos a dejar descansar: nuestro cuaderno de bitácora cultural, gracias a la programación de Blogger, seguirá actualizándose a diario, y no faltará a la cita del 1 de enero nuestro balance del mejor cine visto en casa a lo largo del presente año, así como un repaso justiciero a los bodrios que hemos catado recientemente, nuestro listado de los mejores cómics del 2009 y algunas sugerencias para regalar el Día de Reyes Magos. Y ya a nuestro regreso para el día 4 volveremos con las actualizaciones en vivo y en directo a las que les tenemos acostumbrados.
Sin nada más que añadir, Abandonad toda esperanza les desea unas estupendas Navidades y un maravilloso año 2009 en compañía de los suyos.
miércoles, 24 de diciembre de 2008
America's Best Comics: Finales
En el último tramo de este 2008, Norma Editorial ha puesto punto y final a la edición en volúmenes de lujo trimestrales de las dos series más representativas del sello America's Best Comics de Alan Moore: Promethea y Tom Strong. Dos series que leídas en su totalidad no solo reflejan el talento de su escritor, sino que ganan enteros al enfrentarse una a la otra como en un espejo.
Como ya ocurriera en la entrega anterior, el sexto y último volumen de Tom Strong presenta a varios artistas invitados que se unen a Moore y a Chris Sprouse para una despedida por todo lo alto: los textos escritos por Michael Moorcock, Joe Casey, Steve Moore y Peter Hogan cuentan con el apoyo gráfico de Jerry Ordway, Ben Oliver y Paul Gulacy a los lápices, y Jimmy Palmiotti y Karl Story al entintado.
Los primeros en sumarse a esta fiesta donde prima la Aventura -sí, en mayúsculas- por encima de todo, con reconocibles influencias de Jules Verne, H. G. Wells, Robert Louis Stevenson o Emilio Salgari, son nada más y nada menos que Michael Moorcock y Jerry Ordway; en "Tom Strong y la Espada Negra de la Costa Berberisca", un relato en dos partes, el creador de personajes de sword & sorcery tan memorables como Elric, Corum o Hawksmoor ofrece un relato interdimensional al más puro estilo de la tradición de las novelas y las películas de piratas, que incluye homenajes a varios bucaneros famosos, de 'Long' John Silver de La isla del tesoro al mítico pirata Barbanegra de la película de Raoul Walsh, pasando por la mujer pirata de Jacques Tourneur o hasta un fugaz Orlando Bloom sacado de Piratas del Caribe. Pero también queda espacio para otros referentes -la Isla Calavera del Hombre Enmascarado de Lee Falk, o el mismísimo King Kong- y para la descarada fusión de géneros de la que esta colección siempre ha sido abanderada: la historia arranca con la visita de un detective metatemporal inglés, llamado sir Seaton Begg, que parece un trasunto del televisivo Doctor Who, y que será quien reclame a Tom Strong y a su fiel compañero Solomon King para embarcarlos en una trepidante aventura en pos de la mítica y todopoderosa Espada Negra.
El número 34 de la edición original sigue en la tradición más pulp del género de aventuras, si bien esta historia escrita por Steve Moore y dibujado por un estupendo Paul Gulacy (Shang-Chi, Slash Maraud) resulta mucho más satisfactoria que el trabajo de Moorcock y Ordway: "Tom Strong y las agujas de Samakhara" es un estupendo relato casi metaliterario en el que los autores reflexionan sobre la doble y recíproca influencia de la realidad en la ficción y viceversa, así como del rol demiúrgico del escritor, a través de una trama repleta de imaginación e imágenes evocadoras y sugerentes.
Pero antes, en el número 33, hemos podido leer otro relato protagonizado por el robot Pneuman -al igual que el homenaje a Isaac Asimov que pudimos disfrutar con anterioridad-, a través del cual Joe Casey y Ben Oliver recurren a la idea del film Viaje alucinante -toda una odisea por el interior del cuerpo de un ser humano- para acabar ofreciendo una reflexión humanista sobre el valor de toda vida.
El número 35, que recupera ya a Chris Sprouse a los lápices aunque el guión corra a cargo de Peter Hogan, supone un regreso al universo habitual de las aventuras de Tom Strong: volvemos a las calles de Millennium City, y no solo recuperan el protagonismo la familia y los amigos del protagonista, sino que también regresan personajes como Val, el enamorado de Tesla, la soviética Svetlana, Parulian o el malvado -léanlo y entenderán el uso de la letra cursiva- Dr. Permafrost.
Con esta vuelta a los orígenes se prepara al lector para el siguiente número y último de la serie: un número 36 ya con Alan Moore a las riendas de una historia donde se vuelven a reunir los America's Best, donde el supervillano Paul Saveen le confiesa un gran secreto a su némesis Tom Strong -un secreto cargado de significado, y no solo al más puro nivel de la narración-... y donde se confunden tiempo y espacio, al suponer un crossover directo con el último arco argumental de Promethea, la otra serie estrella de ABC Comics y a decir de muchos la mejor.
Es precisamente ese arco el que incluye el quinto y último volumen de Promethea publicado hace un par de meses, y que incluye los números 26 al 32 de la edición original. Un relato que supone nada más y nada menos que el Apocalipsis, el Armaggedon del universo creado por el autor de Watchmen en los tebeos de su propio sello.
Si resulta muy fácil escribir una reseña de Tom Strong, hacerlo de esta serie supone todo lo contrario: un gran (y muy posiblemente frustrado) esfuerzo es el resultado de intentar plasmar por escrito un relato tan místico, espiritual y telúrico como el planteado por Moore no ya en estos últimos números, sino en la colección al completo.
Y es que, leídos ambos tomos, la (falsa) superficialidad autoconsciente de Tom Strong, que parece no pretender otra cosa que recuperar todos los tópicos de la ficción popular, se enriquece frente a la ambiciosa complejidad, la amplitud de miras, de una serie como Promethea, donde las peripecias de Sophie Bangs, la protagonista, parece ser solo una excusa, un hilo conductor, para reflexionar acerca del poder de la imaginación, de la cual Promethea es su encarnación física.
Por ello, si en Tom Strong pueden sucederse varios dibujantes -aunque Sprouse sea el titular y el más habitual- sin que el resultado se resienta en demasía, Promethea solo puede entenderse como una obra única de un portentoso J. H. Williams III, que siguiendo los (siempre muy detallados) guiones de Moore compone una sinfonía de formas y colores, desde el mismo arranque de la serie hasta su espectacular -en todos los sentidos: narrativo y (sobre todo) visual- conclusión, un auténtico tour de force para ambos creadores y para el propio lector.
La sensación que queda después de leer Promethea de forma íntegra es la de haber asistido a un espectáculo que trata absolutamente de todo... Al menos, de todo lo que puede tratar un cómic, como obra de ficción que mezcla la palabra escrita y la imagen. Pero también queda la percepción de que serán necesarias otras lecturas sucesivas para disfrutar de todas las posibilidades que ofrece la obra en cuestión. No obstante, y por si queda alguna duda: de considerarla una obra única (aunque eso significaría haberse perdido 32 magistrales portadas, homenajeando a Vincent van Gogh, Andy Warhol, Salvador Dalí, Winsor McCay o Ross Andru, por citar solo algunos artistas) y si no fuera una reedición parcial, Promethea estaría muy merecidamente entre los diez mejores cómics publicados este año en cualquier votación.
Así pues, dejamos aquí constancia de nuestra recomendación de ambas series, impecablemente editadas por Norma. Pero esto no es un adiós definitivo, sino un hasta pronto: la editorial ya anuncia la inminente publicación de Top 10: Más allá del último distrito y el primer volumen de Tomorrow Stories. Esto nos hace pensar que la edición española definitiva de ABC Comics tiene cuerda para rato y todavía nos deparará grandes momentos. Como el maestro Alan Moore.
Título: Tom Strong (volumen 6)
Autores: Alan Moore et alii (guión) / Chris Sprouse et alii (dibujo)
Editorial: Norma Editorial
Fecha de edición: diciembre de 2008
160 páginas (color) - 15 €
Título: Promethea (volumen 5)
Autores: Alan Moore (guión) / J. H. Williams III (dibujo)
Editorial: Norma Editorial
Fecha de edición: octubre de 2008
200 páginas (color) - 17 €
(+) Previously on Abandonad toda esperanza, los volúmenes anteriores:
-- TOM STRONG:
- Volumen 1
- Volumen 2
- Volumen 3
- Volumen 4
- Volumen 5
-- PROMETHEA:
- Volumen 1
- Volumen 2
- Volumen 3
- Volumen 4