miércoles, 26 de diciembre de 2007

El mejor cine del 2007... y vacaciones navideñas

Con esta nota de hoy nos despedimos hasta el próximo día 1 de enero. Un viaje a París, Francia (que no París, Texas), la tierra de Godard y Truffaut, de Céline y Perec, de Goscinny y Moebius, es la razón de que nos resulte imposible actualizar a diario este vuestro blog durante unos días.

Pero lo prometido es deuda: el martes 1 de enero de 2008 volveremos con el tradicional repaso al mejor cine visto en formato doméstico a lo largo del año que ahora termina. En cuanto a las películas vistas en los cines, ya publicamos nuestra votación para la edición española de Cahíers du Cinéma, a partir de la cual hemos realizado también una columna de Abandonad toda esperanza para El Periódico de Villena, que se publicará pasado mañana y que os adelantamos aquí en primicia:

365 días de cine



Lo dicho: nos leemos en el 2008. Felices Navidades y próspero Año Nuevo para todos los internautas.

[Imagen: Al final de la escapada (A bout de soufflé), de Jean-Luc Godard.]

martes, 25 de diciembre de 2007

Bodrios que hay que ver: Lo más peor del 2007

Seguimos haciendo balance del material catado a lo largo del 2007: y si el mejor cine visto en casa nos lo reservamos, como el año pasado, para el día 1 de enero, hoy le toca el turno al peor, ese que desde el pasado verano reseñamos todos los martes en la celebrada sección Bodrios que hay que ver.

Y hoy, martes 25, Día de Navidad, toca edición especial de la sección, recordando los 23 títulos que ya han pasado por ella, y que nos han suministrado algunos de los momentos cinematográficos más inolvidables del año.



Ya hemos explicado en más de una ocasión el doble sentido del título de la sección: en algunas ocasiones, pese a ser engendros de bastante calibre, consideramos que verdaderamente hay que verlos e intentar disfrutarlos, pues proporcionan al espectador un espectáculo ignominioso sobre la aplastante falta de talento (y de medios) de algunos cineastas. Pero, por otro lado, algunos de los films comentados no merecen ni siquiera esa oportunidad, y lo de que hay que verlos no es más que una manera de señalar que hay que verlos para creerlos... y advertir al resto de la humanidad del peligro que entrañan tamaños despropósitos.

Por ello, a continuación, y mencionadas por orden alfabético, elegimos nuestro particular Top 5 de Bodrios que hay que ver... pero de verdad. Son cinco películas inolvidables. Hagan lo posible por verlas, Fuad Ramses (este señor de aquí abajo) y un servidor creemos que no les defraudarán:



1.º- Blood Feast
(Herschell Gordon Lewis, 1963)

Por la relevancia histórica que tiene, al ser considerada la primera película gore de la historia. Y porque te ríes mucho.



2.º- La noche del terror
(Andrea Bianchi, 1981)

Por ser la película de zombis más inepta de la historia, con uno de los guiones más increíbles (por absurdos e incoherentes) que jamás se hayan rodado; y porque es italiana, y el cine de terror italiano no podía faltar en este Top. Y porque también te ríes un montón.



3.º- Ruby
(Curtis Harrington, 1977)

Por estar dirigida por el veterano Curtis Harrington, por estar protagonizada por la inmensa Piper Laurie... y porque quizá sea el bodrio menos bodrio de todos los que han pasado por esta sección. Vamos, que hay que reivindicarla. Por eso mismo, quizá con esta no te ríes tanto.



4.º- Troll 2
(Claudio Fragasso, 1990)

Porque una película considerada durante años por los votantes de la IMDb como la segunda peor de la historia del cine no es moco de pavo. Y porque con esta también te ríes cosa mala.



5.º- Vampirella
(Jim Wynorski, 1996)

Por ser la peor adaptación de un cómic jamás realizada (lo cual tiene su mérito: recuerden las recientes películas de Los 4 Fantásticos), y por convertir a Roger Daltrey en uno de los vampiros más lamentables de la historia del cine. Ah, y porque también te ríes bastante.





Y a continuación, para los completistas más enfermizos, un listado alfabético de los 23 bodrios que hasta ahora conforman la sección. Pinchen en cada uno de los títulos y podrán leer la reseña que hicimos en su día:

- Animadoras asesinas
- Aullidos (The Breed)
- Blood Feast
- BloodRayne
- Cyborg
- Double Team
- El héroe y el terror
- El regreso de los muertos vivientes
- Granja maldita
- Guerreros del espacio
- La casa de la abuela
- La noche del terror
- 1990: Los guerreros del Bronx
- Return to House on Haunted Hill
- Rise (Blood Hunter)
- Ruby
- Say Yes
- Snoop Dogg's Hood of Horror
- The Last Horror Movie
- Troll 2
- Una pandilla alucinante
- Vampirella
- Zone Troopers



Como propósito para el Año Nuevo, dejamos aquí por escrito nuestra voluntad de seguir reseñando material tan infecto como los títulos comentados, haciendo de esta sección de Bodrios que hay que ver un servicio social y un bien para la Comunidad.

lunes, 24 de diciembre de 2007

Las 10 Mejores Reediciones del 2007

Se acerca el fin del año y apenas quedan unos días para despedirnos hasta la llegada del 2008. Es momento de hacer balance de lo mejor que hemos leído a lo largo de este 2007 que ahora termina, y dado que nuestra selección de las mejores novedades nos la reservamos hasta dentro de unos días, cuando se conozca el resultado de Los Diez Mejores de Tebelogs (votación en la que hemos participado), hoy nos centraremos en material ya publicado previamente en su totalidad o en parte.

Por lo tanto ahí va, en estricto orden alfabético y sin ningún orden de preferencia, nuestro Top 10 de las Mejores Reediciones del 2007:

1.- Agujero negro
(Charles Burns; La Cúpula)



2.- Arkham Asylum
(Grant Morrison & Dave McKean; Planeta de Agostini)



3.- Contrato con Dios (La vida en la Avenida Dropsie)
(Will Eisner; Norma Editorial)



4.- Locas
(Jaime Hernández; La Cúpula - 3 vols.)



5.- Maus
(Art Spiegelman; Reservoir Books Mondadori)



6.- Persépolis
(Marjane Satrapi; Norma Editorial)



7.- Planetary
(Warren Ellis & John Cassaday; Norma Editorial)



8.- Shade, el hombre cambiante
(Peter Milligan et alii; Planeta de Agostini - 17 vols.)




9.- Todo Paracuellos

(Carlos Giménez; Mondadori)



10.- Watchmen
(Alan Moore & Dave Gibbons, Planeta de Agostini)



Ha sido duro elegir tan solo diez obras, pues si el 2007 ha sido un año bastante flojo en cuanto a novedades, ha sucedido todo lo contrario en lo relativo a reediciones, pues hemos vivido trescientos sesenta y cinco días cargados de recuperaciones de joyas incontestables de la historieta.



Por ello queremos dejar aquí constancia de otras muchas joyas, como la edición Absolute de Deadman de Neal Adams; dos maravillas de Frank Miller, Ronin y Elektra Lives Again; Sleeper, de Ed Brubaker y Sean Phillips; Concrete, de Paul Chadwick; El eternauta de Oesterheld y Solano López; Trazo de tiza de Miguelanxo Prado o Modotti de Ángel de la Calle.



También hemos querido dejar fuera, entendiendo esta votación como una lista de recomendaciones a seguir por todo aquel interesado en el medio, obras que todavía no se encuentran publicadas en su totalidad o series abiertas: esto ha dejado al margen de la votación obras como Strangers in Paradise de Terry Moore, Odio de Peter Bagge, David Boring de Daniel Clowes, Snoopy y Carlitos de Charles Schultz, la línea ABC Comics de Alan Moore (Promethea, Tom Strong, Top 10), así como multitud de series de Vértigo: La Cosa del Pantano, Hellblazer, Predicador, Transmetropolitan o The Sandman. De todas formas, en estas líneas dejamos constancia de su calidad y su consiguiente recomendación por nuestra parte.



[Imágenes: Elektra Lives Again, Strangers in Paradise, Transmetropolitan.]

domingo, 23 de diciembre de 2007

Soy leyenda: Alone in the Dark



A la hora de realizar una nueva versión de una historia ya contada previamente caben dos posibilidades bien distintas: por un lado, la extrema fidelidad al original, decisión que suele tomarse para no defraudar a los fans de este último, pero que puede suponer también mermar la capacidad de sorprender; por otro lado, el tomarse ciertas libertades respecto del material previo, con el fin de ofrecer a su público algo nuevo y sorprendente, pero que a su vez puede anular algunos logros del original o incluso malograrlo de tal manera que lo que se cuente sea algo totalmente nuevo.

Algo de lo primero encontramos en la adaptación al cómic de Soy leyenda, recientemente editada en España previniendo que la nueva película de Will Smith iba a volver a poner de actualidad la mítica novela de Richard Matheson; y bastante de lo segundo define este film de Francis Lawrence, que acaba de llegar a la cartelera española como uno de los platos fuertes de estas Navidades.



Soy leyenda, que supone la culminación de un proyecto largamente acariciado por varios directores y actores a lo largo de mucho tiempo (si no recuerdo mal, el actor que más sonó durante años fue Arnold Schwarzenegger, y directores como Ridley Scott o Paul Verhoeven estuvieron a punto de filmarla), se ha materializado finalmente como un blockbuster protagonizado por Will Smith (que lleva encadenando desde hace años películas comerciales, algunas verdaderos taquillazos, como Independence Day, Dos policías rebeldes y su secuela, Enemigo público o Yo, robot) y dirigido por Francis Lawrence, que hasta la fecha solo había realizado Constantine, según el cómic de DC.

La película, como ya sabrán si han leído la novela o visto algunas de las dos versiones previas -L’ultimo uomo sulla terra, con Vincent Price, o El último hombre... vivo con Charlton Heston-, centra su acción en un futuro más o menos inmediato, una época postapocalíptica en la que la humanidad parece haberse convertido en una raza de vampiros ávidos de sangre. Solo un hombre, Robert Neville, parece resistir a la transformación, convirtiéndose en un enemigo encarnizado de aquellos que lucha a diario por sobrevivir en un entorno hostil.



Dos son los grandes temas o aspectos del libro de Matheson que hay que mantener si se quiere realizar una digna adaptación del texto: el primero de ellos es la soledad del personaje. En la novela, el autor de El increíble hombre menguante usó la tercera persona narrativa para enfrentarse a una historia que, por su propia naturaleza, se presentaba más propensa a la primera persona; así, acentuaba la soledad del protagonista, a la vez que eludía la tentadora tendencia a considerar que la atroz historia de Neville podría ser fruto de su paranoia y ocurrir tan solo en la mente enferma de un hombre enloquecido por la soledad y el aislamiento.

En el film, un medio distinto con recursos muy diferentes, hay que mostrar esa soledad, y Lawrence lo consigue con creces: los primeros cuarenta minutos son lo mejor de un film donde brilla un Will Smith que va creciendo como actor, y que aquí ofrece un recital en la piel de un solitario Neville que solo puede comunicarse con su perra Sam -por lo tanto, todo un acierto adelantar su presencia en la narración- y con un conjunto de maniquíes dispuestos tal que personas con las que interactuar.



Es en esta parte de la película que encontramos una traslación más que correcta, por encima de cambios más que superficiales y sin relevancia (convertir un personaje de ascendencia germánica y ojos azules en un afroamericano), del universo literario creado por Matheson, a la vez que somos testigos de la posibilidad de que un blockbuster, además de ofrecer entretenimiento, puede también generar reflexión.

En la traslación a los fotogramas del otro aspecto de la novela radica el mayor problema del film, y que hace que estemos ante una adaptación fallida. Soy leyenda, la novela, refleja también el relativismo de toda individualidad: en un mundo donde toda la humanidad se ha convertido en monstruos chupasangre, y donde solo un hombre resiste a la transformación y se convierte en un aniquilador de aquellos, ¿quién es el auténtico monstruo? Así, Neville se acaba constituyendo como el único elemento que altera el status quo, el verdadero monstruo al que hay que eliminar para que todo siga como estaba. Lamentablemente, en la película de Lawrence esto no acaba por transmitirse: las simpatías del público están siempre con un Neville al que interpreta un actor cuya presencia transmite enseguida la iconografía del héroe (véanse las películas del actor citadas hace unas líneas), y que además se enfrenta a una horda de criaturas del averno, creadas infográficamente a partir de actores reales (¿para cuándo se darán cuenta de que, al menos hasta la fecha, los efectos digitales no pueden suplir a los efectos especiales de toda la vida?), y que podrían ser tanto vampiros como zombis o cualquier otra horrible criatura fugada de los píxeles de Resident Evil, Silent Hill o Alone in the Dark.



A esto habría que añadir otras libertades que se han tomado respecto del libro y que no lo enriquecen, sino todo lo contrario: algunas no tienen demasiada relevancia, como los breves flashbacks que muestran a un Nueva York en el que se empieza a desatar la plaga que transformará a los seres humanos, y que muestran a la mujer y a la hija del protagonista, si bien rompen la línea estética y sensorial de soledad conseguida hasta el momento. Pero otras, como ese final más o menos feliz, tan distinto del de la novela, son de juzgado de guardia, y de paso anulan el sentido del título y la última lectura del texto de Matheson.

Así, como ocurrió con el cómic de Steve Niles y Elman Brown, y que nos lleva a seguir esperando una digna adaptación al noveno arte de Soy leyenda, habrá que seguir esperando también a la versión cinematográfica definitiva de este libro que es, digámoslo antes de despedirnos, una de las más grandes novelas de la literatura (en general, no solo fantástica) de todos los tiempos.


(+) Otras adaptaciones de la novela de Richard Matheson:
- El último hombre... vivo (la película de 1971)
- Soy Leyenda (el cómic)

sábado, 22 de diciembre de 2007

El Manglar: El último reducto



Como ya hemos señalado en más de una ocasión, resulta obvio que corren malos tiempos no solo para la lírica, sino para las revistas de cómics: al parecer, no hay demasiada cuota de mercado para obras publicadas de forma serializada, o historias de corto recorrido aglutinadas en una publicación global, como tampoco hay demasiado público interesado en los relatos o la poesía (frente a la novela, auténtico best seller del mercado editorial) o para los cortometrajes (frente a las películas de toda la vida).

De esta forma, los tiempos de publicaciones como Dossier Negro, Cimoc, Totem, Cairo, Zona 84 o Creepy han pasado a la historia. Después vinieron revistas de vida más efímera, como Viñetas o Comix Internacional, que confirmaron nuestros más pesimistas vaticinios. Recientemente, cerraron El Víbora, Mr. K y NSLM (Nosotros somos los muertos), y acaba de anunciarse que el nuevo número de Humo será también el último. Por lo demás, las publicaciones de nueva hornada, Cthulhu e Interzona, son demasiado jóvenes como para prever el futuro (que esperamos largo y próspero), Tangaroa parece desaparecida en combate, y BD Banda tiene una periocididad demasiado errática como para emitir un juicio.



De esta forma, solo El Manglar, la apuesta de Dibbuks, parece mantenerse cual poblado de Asterix ante la invasión romana como último reducto de libertad... Aunque algunos agoreros afirman, dado el retraso de esta entrega (que debió aparecer en septiembre), que podría haber sido la última. Desde aquí esperamos que esto no sean más que eso, malos augurios que nunca lleguen a cumplirse.

Y esto es así porque la calidad de los contenidos de El Manglar es, ya, indiscutible. Aunque en este último número nos encontremos con un leve descenso de nivel no hay que preocuparse, porque la altura alcanzada con los números 3 y 4 era imposible de mantener siempre.



En esta ocasión, la estrella es Rutu Modan, la autora israelí que ha deslumbrado a propios y extraños con Metralla, una de las revelaciones del 2007. Aquí, además de la portada y una interesante entrevista realizada por Pepo Pérez, Modan nos ofrece "Bloqueo energético", una historia breve e inédita, donde quedan bien patentes los logros de su más célebre obra, la citada Metralla: de nuevo estamos ante una historia de corte costumbrista, que pone al descubierto los entresijos de las relaciones creadas en el seno de una familia, y donde la capacidad como ilustradora de su autora, pese a ser limitada (así lo confiesa ella misma en la entrevista previa) se muestra suficientemente expresiva como para conseguir sus propósitos: alcanzar la emoción a través de los rostos, los diálogos y los silencios.

Entre lo mejor de la revista están también las nuevas entregas de "Bobolandia" de Dupuy y Berberian, que continúan analizando con mucha lucidez y bastante mala uva la sociedad de consumo actual; la intrigante "R.O.M". de Carlos Vermut, un thriller oscuro que refleja el mundo de los juegos de rol o simulación en vivo, aunque la serie todavía tiene que poner las cartas sobre la mesa para que veamos por dónde irán los tiros; o el siempre potente "Llerk Valley" de Jorge Parras.



Como no podía ser de otra forma, también cumple Paco Alcázar y su "Antes del desastre": desde aquí nos hemos confesado fans irredentos de la obra de Alcázar, del que esperamos se prodigue más en las distancias largas, un autor que en esta ocasión ofrece una de las mejores entregas de su obra serializada.

Por otro lado, se limitan a cumplir Castaño y Bartual con "Con amigos como estos", o Pep Brocal con "Pequeñas hecatombes". "El vecino" de Santiago García y Pepo Pérez tampoco ofrece una de sus entregas más inspiradas, si bien el trabajo gráfico de esta entrega, un homenaje a los cómics superheroicos de toda la vida, con Jack Kirby a la cabeza (aunque también se aprecia un toque de David Mazzuchelli), compensa sobradamente el viaje.



Completan la oferta las nuevas entregas de "Cosmik Roger" de Julien y MO/CDM, posiblemente el material más flojo de El Manglar desde hace varios números, y del curioso "Distrito Harrigan" de Jorge Monlongo, así como la nueva serie de David Ramírez ("Dracodomus") y una interesante propuesta de Émile Bravo, que parodia a los clásicos Blake y Mortimer de Edward P. Jacobs conviertiéndolos en altos mandatarios del nacionalsocialismo alemán.

Finalmente, nos encontramos con las secciones habituales: "Las tiras del Manglar" (con obras de Santiago García, Javier Olivares, Lorenzo Gómez y Pep Brocal), "La Galería Ilustrada" (dedicada a Mar Hernández), "La última hoja" (cuyo protagonista es Santiago Valenzuela, el autor de Las aventuras del capitán Torrezno)... y la sección "Fruta fresca", donde Borja Crespo analiza el célebre caso del lamentable secuestro de El Jueves por orden de la Casa Real.



Así pues, este nº 5 es una pieza más en ese fascinante puzzle de creatividad que es El Manglar, de compra obligada para todo el que quiera estar al tanto de lo que se hace en el noveno arte aquí y ahora. Ahora solo queda desear que dentro de muy poco podamos hablarles del lanzamiento del sexto número...


Título: El manglar n.º 5
Autores: Varios autores
Editorial: Dibbuks
Fecha de edición: diciembre de 2007
66 páginas (color) - 3,90 €


(+) Las entregas anteriores, aquí:
- El Manglar n.º 1
- El Manglar n.º 2
- El Manglar n.º 3
- El Manglar n.º 4

[Enlace recomendado: Abandonad toda esperanza, salmo 84º: "Corto recorrido"]

viernes, 21 de diciembre de 2007

El trailer del viernes: Sweeney Todd

Ya lo avisa la campaña publicitaria del film: "Tened cuidado, porque estas Navidades llega Sweeney Todd".

La nueva película de Tim Burton, Sweeney Todd (The Demon Barber of Fleet Street), a la par que su enésima colaboración con el actor Johnny Depp tras cintas tan celebradas como Eduardo Manostijeras o Ed Wood, se estrena hoy en Estados Unidos, y a España llegará en febrero de 2008.

Podéis ver el trailer en la web oficial de este esperadísimo film, que coprotagonizan Helena Bonham Carter, Alan Rickman y Sacha Baron Cohen:

Sweeney Todd

Concrete: El hombre que no cabía en el mundo



Con la publicación de los volúmenes 6 y 7 concluye la edición de Concrete por parte de Norma Editorial y nuestra lectura de este clásico contemporáneo de la historieta norteamericana, uno de esos hipotéticos "100 cómics que hay que leer antes de morir".

Porque, digámoslo ya y por si no lo habíamos dejado claro en nuestras críticas de los volúmenes anteriores: esta obra de Paul Chadwick es una joya del noveno arte entendido como disciplina narrativa; no encontrarán en sus páginas grandes reflexiones sobre el medio, ni experimentos al límite con sus posibilidades expresivas (aunque eso no signifique que Chadwick desprecie el cuidado a la hora de planificar la página o las transiciones entre escenas), pero sí unos argumentos construidos con meticulosidad, unos conflictos vitales y morales bien definidos, y unos personajes, tanto protagonistas como episódicos, perfectamente dibujados y muy verosímiles.



Concrete fue una obra de larga distancia, publicándose en varias colecciones a lo largo de una cantidad considerable de tiempo, lo que permitió a Chadwick ir construyendo el mundo del gigante de hormigón poco a poco, matizándolo e incluso variándolo a su gusto. Por ello, en la historia titulada Una extraña armadura (incluida al completo en el sexto volumen de la edición española), el autor revisita el origen del protagonista a partir de un guión cinematográfico basado en la serie, coescrito con el guionista Larry Wilson (Bitelchús, La familia Addams), pero que al final nunca vio la luz en forma de película.



En esta saga, Chadwick reincide en la justificación alienígena que ya presentara en el primer volumen de la colección, si bien alargando la historia y detallando más pormenorizadamente los detalles de la conversión de Ron Lightgow, al que acaba de dejar su esposa, en un titán de hormigón prácticamente invulnerable. Como el autor manifiesta en el prólogo, por aquel entonces la única explicación racional que podía dar a la existencia de Concrete era de índole alienígena, pues le parecía mucho menos absurdo que otras explicaciones de índole mágica o sobrenatural.



Este sexto volumen incluye otras muchas historias breves: "Busco el realismo" es un experimento de Chadwick, que se presenta a sí mismo como personaje que interactúa con su más famosa creación, a la que permite, en su papel de demiurgo, volver a ser un simple humano. Atención en sus páginas a la representación del rastro cinético que dejan los movimientos de Concrete, una estela física de piedra impenetrable.

Tras dos relatos más breves, "Sueño agitado" y "Observando el atardecer", nos encontramos con el interesante "El mundo bajo la piel", una de las historias de Concrete preferidas por su autor, una historia de autoafirmación que incluye reflexiones de Kurt Vonnegut, ese autor en el que todos quieren ver una relación familiar con la doctora Maureen Vonnegut, personaje femenino principal de la serie.



Completan el volumen la inédita en su día "Corriendo", "En el dormitorio de Van Gogh", un homenaje al célebre pintor; "Más brillo" (el primer cómic de Concrete publicado por Dark Horse); dos historias de la serie televisiva "Un cielo de cabezas" (la última de ellas, casi un homenaje a los cómics de ciencia ficción de EC, así como al personalísimo arte de Jack Kirby); y, finalmente, "El edificio que no explotó", historia autobiográfica sobre los años como estudiante de Arte de Chadwick, y que como las historias de "Un cielo de cabezas" vuelve a reflexionar sobre el choque entre la realidad, un mundo sin control donde las cosas, simplemente ocurren, y la ficción, un universo controlado donde todo sucede por una razón. A destacar que este relato de Chadwick ya estaba disponible en español en el volumen colectivo Autobiographix (Glénat).



Por su parte, El dilema humano, el séptimo y último volumen de la colección, confirma todas las virtudes de Concrete: más breve que los tomos anteriores, esta entrega redefine al personaje, a través de una historia de marcada relevancia social y moral (trata un tema tan polémico como el control del índice de natalidad, y a partir de ahí toca elementos afines tan espinosos como el aborto o la castración voluntaria), Chadwick vuelve a hablarnos del compromiso, de la adquisición de responsabilidades, de la sexualidad y de la paternidad, en una historia cargada de sorpresas (una de ellas, verdaderamente mayúscula), donde los compañeros del protagonista -Maureen Vonnegut y Larry Munro- cobrarán un protagonismo indiscutible, y que resultará imposible de olvidar para todo aquel que haya disfrutado de la serie.



Para terminar, destacar la estupenda edición de Norma, siguiendo las directrices de la "obra completa" editada por Dark Horse, aunque en blanco y negro, pero a un precio bastante económico y con un espléndido trabajo de traducción, obra de Raúl Sastre, que no solo se limita a verter al español los parlamentos y demás textos en inglés, sino que se preocupa por trasladar las referencias culturales que pueblan sus páginas (pinturas, libros, películas) con los títulos con los que aquí son conocidas.

Así pues, poco podemos añadir a los que ya hayan disfrutado del Concrete de Paul Chadwick. Pero si usted es de los que todavía no se ha decidido, no lo dude: la colección completa es un perfecto regalo para incluirlo en la carta a los Reyes Magos. No se arrepentirán.


Título: Concrete (vol. 6): Una extraña armadura
Autor: Paul Chadwick (guión y dibujo)
Editorial: Norma Editorial
Fecha de edición: octubre de 2007
208 páginas (b/n) - 14 €


Título: Concrete (vol. 7): El dilema humano
Autor: Paul Chadwick (guión y dibujo)
Editorial: Norma Editorial
Fecha de edición: diciembre de 2007
160 páginas (b/n) - 14 €




(+) Pueden leer las reseñas de los volúmenes anteriores de la serie pinchando a continuación:
- Concrete (vol. 1): Las profundidades
- Concrete (vol. 2): Las alturas
- Concrete (vol. 3): Una criatura frágil
- Concrete (vol. 4): La sonrisa del asesino
- Concrete (vol. 5): Piensa como una montaña

[Enlace recomendado: Abandonad toda esperanza, salmo 51º: Corazón de piedra.]

Apocalípticos e integrados en la cartelera

El apocalíptico es Paul Auster, que reincide como director desde el prisma de la literatura; el integrado, Ang Lee, que ofrece un ejercicio caligráfico que bebe de los clásicos del Hollywood dorado.

Sobre sus últimas películas, La vida interior de Martin Frost y Deseo, peligro, versa la columna de Abandonad toda esperanza de hoy. Podéis leerla aquí:

Zapatero a tus zapatos

jueves, 20 de diciembre de 2007

Más Diarios de festival

Acaba de ver la luz el segundo volumen de Diarios de festival, la obra más personal de Ángel de la Calle, que como su título indica no es otra cosa que los apuntes personales del autor basados en su presencia en distintos festivales culturales por todo el mundo, con especial protagonismo de la Semana Negra de Gijón o las Jornadas de Cómic de Avilés.



Una obra imprescindible para conocer los entresijos de estos certámenes, y de otros especializados en cómic y cultura popular, desde dentro, y de la mano de un testigo privilegiado.

(+) Modotti, la obra más célebre de Ángel de la Calle

El crepúsculo del western

La Revolución industrial, la aparición del ferrocarril y el achicamiento de las fronteras (todo parecía estar más cerca, más accesible) supuso la llegada de la corrupción empresarial del Viejo Continente al Nuevo Mundo, lo cual acabaría trasladándose también, con el paso del tiempo, a la representación cinematográfica de toda una época.



Esto supuso la aparición del llamado western crepuscular (o western sucio, en contraposición con el limpio, el cine del Oeste clásico), una serie de películas que mostraban el ocaso de la figura del pistolero tal y como lo conocíamos.

Y aunque había antecedentes puntuales (por ejemplo, algunos rasgos de los films de Anthony Mann con James Stewart, como Colorado Jim o El hombre de Laramie), fueron dos cineastas los que marcaron el cambio de la figura icónica del género, del vaquero heroico encarnado por John Wayne al antihéroe oscuro que popularizó Clint Eastwood.



Después de filmar con este último la célebre "Trilogía del Hombre sin Nombre" (Por un puñado de dólares, La muerte tenía un precio y El bueno, el feo y el malo) y configurar así los estilemas del spaghetti western o eurowestern, el cineasta italiano Sergio Leone dirigió en 1968 Hasta que llegó su hora, la obra maestra absoluta de esta corriente.



El film, penúltimo western de su realizador (después solo llegaría a filmar la decepcionante Agáchate, maldito y el film de gángsters Érase una vez en América), es una narración de atmósfera mortecina, una danza de la muerte que arranca con el enfrentamiento entre el silencioso Armónica y tres pistoleros a los que debieron interpretar en un principio Eastwood, Eli Wallach y Lee van Cleef, los protagonistas de su film previo, en una diáfana metáfora de la ruptura con todo lo anterior.



A partir de ahí, Leone construye una opera magna sobre el fin de una época, reflejada en una serie de personajes destinados al olvido o la muerte: el citado Armónica, que por una razón desconocida hacia el final busca venganza; el pistolero Frank, un hombre de gatillo fácil al servicio de los intereses de una corrupta compañía ferroviaria; Cheyenne, un canalla delincuente al que intentan colgarle todos los delitos de la comunidad; y Jill, una prostituta llegada de Nueva Orleans en busca de su nuevo marido y sus hijos, para encontrar tan solo sus cadáveres.



Un argumento el del film que, en realidad, no aporta nada nuevo, más allá de su meticulosidad a la hora de mostrar los cambios que empezaba a experimentar el Far West, pero que en manos de un portentoso Leone, acompañado por los entonces desconocidos Dario Argento y Bernardo Bertolucci al guión, una fotografía soberbia de Tonino Delli Colli y una partitura inolvidable de Ennio Morricone, por no hablar de un reparto espectacular (encabezado por Claudia Cardinale, Henry Fonda, Jason Robards y Charles Bronson), se convierte en un film inolvidable, cargado de poesía y emoción.



Pero si hubo un director de cine que definió el western crepuscular, ese fue el californiano Sam Peckinpah. Dos años después del estreno de la obra maestra de Leone, el autor de Duelo en la Alta Sierra (este, ya un western crepuscular de altura) filmaba La balada de Cable Hogue, otra película sobre la importancia de los nuevos medios de locomoción (aquí, la aparición del automóvil) y la necesidad de contar con pozos de agua.



El protagonista del film es Cable Hogue, un pobre hombre sin oficio ni beneficio, al que interpreta de nuevo un impecable Jason Robards, que tras estar a punto de morir por deshidratación en el desierto, encuentra un pozo natural de agua que acaba inscribiendo a su nombre. En su negocio se verá acompañado por la prostituta Hildy (Stella Stevens) y por Joshua, un predicador (un estupendo David Warner); pero el negocio se tambaleará con la invención de los primeros automóviles...



Es curioso que de la mano de un director tan vinculado a la lírica de la violencia (recuerden títulos como Grupo salvaje, Perros de paja, La huida o Quiero la cabeza de Alfredo García) filmase una película tan lírica y sosegada como esta La balada de Cable Hogue, un film elegíaco que versa, como la cinta de Leone, sobre una etapa histórica y vital irremediablemente abocada a su fin.