Abandonad toda esperanza

domingo, 16 de septiembre de 2007

La Jungla 4.0: El héroe analógico y el mundo digital



El inconmensurable éxito de La jungla de cristal (Die Hard en versión original) de John McTiernan, y sorprendentemente protagonizada por un Bruce Willis más conocido entonces por la serie Luz de luna y no como héroe de acción, sorprendió a propios y extraños. Pero la reacción no se hizo esperar demasiado, y a lo largo de los años 90 pudimos ver dos nuevas entregas dirigidas por Renny Harlin y de nuevo McTiernan. Ahora, pasados ya muchos años desde este último film, vuelve el policía de Nueva York John McLane, uno de los personajes más memorables del cine de acción contemporáneo.



Y lo hace con un film, La jungla 4.0, que es (como no podía ser menos dados los tiempos que corren) el más espectacular de la franquicia. Esto último, claro está, no significa necesariamente que el film de Len Wiseman (autor de la digna Underworld y su mediocre secuela) sea una gran película, mucho menos que supere a las anteriores... salvo que nos refiramos estrictamente al presupuesto gastado y al número de elementos que se destrozan en pantalla.



Y es que la saga, con este film donde los terroristas emplean por igual los teclados y los monitores que las metralletas, ha llegado a un punto en que McLane, aunque no es un superhéroe, se le parece bastante: por más que los guionistas lo intenten poniendo una reflexión al respecto en boca del personaje, ya no se le representa como el poli de la primera entrega, que ha fracasado como marido y que, por puro azar, se ve inmerso en una situación límite de la que podrá escapar a duras penas. Aquí es un personaje más seguro de sí mismo (qué menos, dadas las andanzas previas de las que ha salido ileso), y en ningún momento el espectador se preocupa realmente por lo que le pueda suceder, por mucho que duela. Eso sí, al menos lo magullan y hacen sangrar un poco...



Con todo, el film presenta más matices de los que parecería a simple vista, uno de ellos el de presentar a McLane como un héroe analógico en un mundo digital: en alguna ocasión expresa claramente que los villanos tienen una capacidad para trabajar con la informática que a él se le escapa. Pero como si le hiciera falta: su capacidad heroica es lo único que necesita para volver a poner las cosas en orden.



Al respecto, la historia demuestra sutilmente que, al hablar de heroísmo, al referirse a la integridad moral de las personas, las cosas no han cambiado tanto: el hacker Martin Farrell, que coprotagoniza el film en un claro intento de facilitar la identificación a los espectadores adolescentes (el grueso del público de este tipo de producciones, sobre todo en Estados Unidos), se siente fascinado por el concepto de "Caos total" (teoría terrorista que aboga por la caída del sistema económico del país, de ahí el título original del film: Live Free or Die Hard), y subraya la manipulación de los informativos por parte de los grandes holdings empresariales. En cambio, se ríe de la afición de McLane por la Creedence Clairwater Revival... grupo emblemático para aquella generación de hippies de los años 60 y 70 que, en una actitud contestaria, criticaron la intervención armada en Vietnam y, precisamente, esa misma manipulación informativa durante la administración de Nixon...



Como no podía ser menos, Bruce Willis se erige, de nuevo y aparentemente sin esfuerzo, como lo mejor de la función: quien quiera negar a estas alturas el carisma del protagonista de películas como Pulp fiction, 12 monos o Falsas apariencias lo tendrá muy difícil: Willis conoce al personaje (los guionistas también), y todos saben que tanto o más importante que las cosas que hace son las que dice y su actitud chulesca y rebelde frente a los problemas que se le plantean.



También cumplen la mayoría de secundarios, como Justin Long (Jeepers Creepers), que interpreta a Farrell; Maggie Q, como la terrorista asiática; o un fugaz Kevin Smith, director de películas de culto como Clerks o Persiguiendo a Amy y guionista de cómics de Daredevil, Spiderman o Green Arrow, en la piel de Freedy 'el Brujo', un "jedi virtual" (sic). Lástima del villano interpretado por Timothy Olyphant (La chica de al lado), que queda muy lejos de la intensidad de los malvados anteriores de la serie: William Sadler, Franco Nero, Jeremy Irons... y, por supuesto, el inolvidable Alan Rickman de la primera entrega.



De esta forma, si el espectador consigue suspender la incredulidad durante un par de horas (algo ya no tan complicado tras el 11-S: véase la imagen del Capitolio saltando por los aires, increíble hace unos años y lamentablemente verosímil hoy día), puede llegar a pasárselo en grande con esta trepidante puesta al día de McLane y sus osadas peripecias, que no desmerecen demasiado, por mucho que digan algunos, las de entregas segunda y tercera de la saga. Eso sí, vuelve a demostrarse que lo de La jungla de cristal, dirigida en 1988 por John McTiernan y basada en la novela de Roderick Thorp, es un milagro imposible de repetir: sencillamente, el que dio como resultado la mejor action movie pura y dura de los últimos veinte años.

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