Como el tiempo acaba poniendo las cosas en su lugar, uno siempre tiene un cierto temor a la hora de revisar las películas que le conmocionaron en su adolescencia o en los primeros años de la edad adulta.
Eso me ha pasado recientemente con la recuperación de películas de Krzysztof Kieslowski, uno de los primeros directores europeos que me llamó la atención. Pero hace unas semanas vi Azul, la primera entrega de su trilogía de los Tres Colores, y anoche revisé Blanco, y debo señalar que el tiempo no ha hecho mella (todavía) en ambas. Es más: en el caso de esta última, que en su día (tras el deslumbramiento que supuso la cinta previa con Juliette Binoche) decepcionó a no pocos espectadores, creo que ha ganado con el paso de los años.
El retrato que Kieslowski hace de muchos de sus personajes recuerda en algunos momentos a los losers urbanos de Centroeuropa de las películas de Aki Kaurismäki. El Karol Karol encarnado por Zbigniew Zamachowski en Blanco no es una excepción: la cruel a la par que divertida historia de este peluquero abandonado por su esposa y empobrecido de la noche a la mañana se revela como una historia de amor incondicional hacia la mujer (interpretada por Julie Delpy), así como un relato sobre la amistad en tiempos difíciles.
Ahora estamos a la espera de revisar Rojo y otros trabajos del malogrado Kiesloswki, como La doble vida de Verónica o la maravillosa No amarás. Seguro que tampoco nos defraudan, y la poesía que descubrimos en estas cintas hace diez o doce años sigue allí.
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