(Para D. Carlos Samper, amigo y colega, que hizo gala de su gran corazón prestándonos el DVD. Ten amigos para esto.)
Veamos... Terror en el abismo. Una película con ese título no puede ser mala, ¿no? Una película de terror, genuina desde el epígrafe. Y además, con un abismo, que siempre viene bien. Pues nada, que nos lanzamos de cabeza a verla.
Y hete aquí que nos encontramos con la desagradable sorpresa de que la película, en versión original, no se titula así. Sí, ya sé que si es norteamericana, como es el caso, no se va a titular Terror en el abismo, así en español... Lo que quiero decir que el título en castellano no es la traducción literal de "Horror in the Abyss" o algo así. No, ni mucho menos: cuando nos disponemos a ver el engendro que nos traemos entre manos nos encontramos con la desagradable sorpresa de que en realidad se titula Shark Attack 3. Así que, si el cartel anterior ya tiraba de espaldas, no se pierdan este...
¡Demonios!, exclamarán los completistas que como un servidor gustan de ver las sagas al completo y en orden. Pero bueno, como intuimos que una película de Oscar tampoco es que vaya a ser, ni nos vamos a perder demasiado en tramas complicadas y personajes torturados, hacemos de tripas corazón y nos disponemos a verla. Y que sea lo que Dios quiera.
Pero el film sigue imponiendo bastante, ya que presenta un subtítulo más inquietante que toda la filmografía de Andrés Pajares y Fernando Esteso al completo: Megalodon. ¿Que qué es un megalodón? Pues yo se lo cuento, y no es que lo supiese ya, es que la película lo explica muy bien: es el antepasado prehistórico del actual tiburón, y que se suponía extinguido hasta que unos brutales ataques en la costa parecen ser obra de uno de estos bichos gigantescos.
Como se imaginarán, Shark Attack 3 -perdón: Terror en el abismo- es una copia, otra más, la enésima, del Tiburón de Steven Spielberg (aquella sí, una obra maestra del cine de terror, subgénero de criaturas marinas con mala uva), mal escrita, peor dirigida, y mucho peor interpretada, y en la que para enfrentarse al bicho en cuestión, que además de merendarse a cuanto incauto se acerca a sus fauces está poniendo en peligro la temporada veraniega de hoteles y demás negocios del sector hostelero -¿les suena?-, un guardacostas -interpretado por John Barrowman, el Jack Harkness de la serie Torchwood- y una paleontóloga -encarnada por Jenny Mcshane, que ya aparecía en el primer título de la serie- unen sus fuerzas... y algo más que sus fuerzas, en una de las escenas de sexo más gratuitas (que ya es decir) de la historia del cine.
Así pues, Terror en el abismo resulta ser una película soporífera, que David Worth tiene la desvergüenza de firmar después de haber realizado también la entrega previa de la saga... y que aquí se llamó, de nuevo intentando confundir al personal y darle gato por liebre, Shark, el demonio del mar; cómo mola este título, ni Lucio Fulci se habría atrevido a tanto; bueno, sí, vale, Lucio Fulci sí se habría atrevido. Pero habría hecho una película igual de mala pero mucho más divertida.
Pues eso, un bodrio inaguantable. Habrá que ver las otras dos, ¿no?
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