Abandonad toda esperanza

martes, 1 de julio de 2008

Bodrios que hay que ver: Full Moon High

Hoy contamos en nuestros queridos "Bodrios que hay que ver" con Larry Cohen, y créanme que me duele ver su nombre en esta simpatiquísima antología de engendros, porque Cohen es un guionista estupendo -suyos son los libretos, por ejemplo, de Yo, el jurado según el libro de Spillane, Best Seller de John Flynn, Body Snatchers en versión de Abel Ferrara, Última llamada de Joel Schumacher... y Captivity (vale, todos tenemos un mal día de vez en cuando)-; e incluso se trata de un realizador inspirado cuando trabaja con material con el que se siente a gusto: ¿recuerdan la impactante saga de Estoy vivo, protagonizada por un bebé mutante asesino? Pues es toda suya, como suyas son películas tan interesantes, curiosas o como poco divertidas, caso de Demon (aka God Told Me To), Special Effects, Regreso a Salem (una recuperación del Salem's Lot de Stephen King y Tobe Hooper con Sam Fuller, ahí es nada, como veterano cazavampiros), Q (La serpiente voladora) u Original Gangstas, recuperación de la blaxploitation un año anterior a la Jackie Brown de Quentin Tarantino.



Pero la película que hoy nos ocupa, Full Moon High -emitida en ocasiones por televisión como Loca noche de luna llena- no hay por dónde cogerla, y supone con casi total seguridad el punto más bajo, más profundo, más ínfimo, más abisal, más denigrante, de la carrera de este buen hombre.

El film en cuestión, estrenado en 1981, es una puesta al día, en clave de comedia (fallida, porque no tiene ni puñetera gracia) de I Was a Teenage Werewolf (esto es, Yo fui un hombre lobo adolescente... ya no se hacen películas con títulos así; menudo cambio de esto a Soñando, soñando, triunfé patinando): la película de 1957 dirigida por Gene Fowler Jr. es uno de los títulos clave del terror de serie B con destino a los programas dobles de los autocines, y supuso el debut como protagonista en la pantalla grande de nada más y nada menos que Michael Landon. Sí, ese Michael Landon, el protagonisa de La casa de la pradera y Autopista hacia el cielo, dos cumbres de la televisión pretérita más lacrimógena.



Aquí es Adam Arkin el encargado de hacer de sosias de Landon: él es Tony, un adolescente que estudia en el instituto Full Moon ("Luna llena": si eso no es el destino, no sé qué es), y que aunque no carece de cierta popularidad no acierta a triunfar en el campo de rugby ni con las chicas (un campo este donde, precisamente la única que le hace más caso es la que más asco le da, la pobre).

Pero la vida de Tony cambiará cuando su padre, que trabaja para el departamento de Inteligencia del ejército norteamericano -eso que Groucho Marx decía que era una gran contradicción-, se lo lleva consigo a Rumanía en una misión secreta. Allí, Tony será atacado por un hombre lobo (o eso dice la sinopsis del film, a mí me pareció un peluche de la feria) poco después de que una mujer que lee las manos -porque, según ella, en Rumanía los libros están prohibidos y solo pueden leer las manos, mientras que en Lituania leen los chichones en la cabeza... sí, los chistes del film son de este calibre hasta que se termina- le advierta de que tiene la maldición del pentagrama y que va a vivir eternamente.

Y la mujer tenía razón: a su regreso a los Estados Unidos, Tony descubrirá que la eterna juventud es la recompensa por haberse convertido en un hombre lobo adolescente... que no tardará en atacar a las jovencitas en mitad de la noche (vamos, lo mismo que quería hacer antes pero no se atrevía), lo que le valdrá en la prensa el divertido apodo no de 'Jack the Ripper' ('Jack el Destripador'), sino 'Jack the Nipper' ('Jack el Sobón'). Sí, otra chanza de alto nivel...



Tras la muerte de su padre pasarán veinte años (es lo que pasa cuando tu padre trabaja en misiones secretas y se muere, que pasan veinte años de repente)... y Tony sigue igual de lozano que veinte años antes. Así, decide regresar al instituto para retomar sus estudios y su carrera como jugador de fútbol americano... pero claro, haciéndose pasar por su propio hijo.

Y en fin, poco más... La historia prosigue atendiendo a la relación de Tony con sus nuevos compañeros, y con viejos amigos del instituto que ahora son padres de alumnos o amas de casa fogosas (como el caso de la chica que lo acosaba, y que seguirá haciéndolo cuando descubra que Tony es... pues eso, Tony), todo ello sazonado por chistes de encefalograma plano sin gracia ninguna.



Lo único digno de la película es la presencia de Alan Arkin, padre del actor protagonista -solo por el ilógico e injustificado cariño hacia su patética descendencia se entiende que accediera a participar en tamaña basura-, en el papel de psiquiatra con una curiosa metodología: insultar, menospreciar y dejar por los suelos a sus pacientes. El actor, recientemente oscarizado por Pequeña Miss Sunshine, y que ha ofrecido interpretaciones memorables en Trampa 22, Elemental, Dr. Freud, Glengarry Glenn Ross o Eduardo Manostijeras, levanta el interés de un film que hasta su aparición carecía totalmente de él... pero esto sucede a un cuarto de hora del final y ya es demasiado tarde, incluso para Arkin Sr, como para arreglar el desaguisado.

La novedad de la película radica en que en algunas ocasiones rompe con la cuarta pared que separa la ficción del público (al final, el protagonista se levanta después de ser abatido a base de balas de plata afirmando que "con la inflación necesitarían al menos ocho balas para acabar conmigo"... Un crack del humor, el licántropo este), y juega con los recursos propios de la técnica cinematográfica -una bala perdida rompe la cámara y la acción queda a oscuras durante unos instantes-... algo que ya había hecho antes, y con mayor fortuna, Mel Brooks. Precisamente El jovencito Frankenstein, estrenada siete años antes, podría ser el referente de este film, pero allí donde Brooks tenía un guión mucho más divertido y sobre todo una realización más rica, Cohen opta por poner el piloto automático y realiza una película que igualmente podrían haber filmado su sobrino de cuatro años o Uwe Boll.



Y al hilo de esto resulta bastante ilustrativo comparar los papeles que el actor Kenneth Mars tiene a su cargo en ambos filmes: en la cinta que parodia la novela de Mary W. Shelley era el férreo inspector Kemp, líder de los perseguidores del monstruo; aquí es el entrenador del equipo del instituto, sarasa con pluma -y con todos los tópicos del estereotipo- que persigue a sus jugadores en las duchas.



Full Moon High todavía sale peor parada si se tiene en cuenta que aquel mismo año John Landis estrenaba la estupenda Un hombre lobo americano en Londres, que también mezclaba terror y comedia pero de forma mucho más acertada. Y si además tenemos en cuenta que el film de Cohen pudo servir de inspiración a la mucho más popular, pero igual de lamentable, Teen Wolf (De pelo en pecho) con Michael J. Fox, la conclusión es que sería mejor para todos, para Cohen y sobre todo para el espectador, que esta lamentable comedieta jamás se hubiera realizado.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hombre, siendo el responsable de "The Stuff" no me extraña que haya pasado por esta sección, supongo que dias bizarros los tiene cualquiera.

Anónimo dijo...

Hey, se nota que ni siquiera has visto "I was a teenage werewolf" Ni van a rumania ni su padre trabaja en el servicio secreto, ni es atacado por un hombre lobo, ni una mujer le lee las manos, y ni hay ningun pentagrama para que viva eternamente ya que el muere al final de la pelicula...

Mala sipnosis de la pelicula, de veras... como te la inventastes??

Francisco J. Ortiz dijo...

Lo que de verdad se nota, amigo anónimo, es su pobre uso del castellano: todos esos elementos que cita son del argumento de "Full Moon High", que es la película que aquí comento -por si no lo había notado-, y no de "I Was a Teenage Werewolf" -que, por cierto, sí he visto.

Cuando dije que esta era una puesta al día de aquella, me refería a que actualizaba la figura del hombre lobo adolescente... y ya está, de igual manera que haría también la citada "Teen Wolf".

En fin, le recomiendo que lea la nota con más atención antes de ejercer según qué juicios. Porque sí, me temo que todas las películas que comento sí las veo de verdad, y jamás me las invento (aunque a veces sean tan marcianas que lo parezca).

Un saludo, esperando verle más por aquí (y a poder ser, firmando).

Francisco J. Ortiz dijo...

PD: Por cierto, además de fastidiar el final del film a quien no lo haya visto, le recomiendo que use tildes de vez en cuando. Y es "inventaste", no "inventastes".


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