Abandonad toda esperanza

lunes, 4 de abril de 2016

La Reina Orquídea: El último verano




Will Eisner bendiga a las editoriales pequeñas y/o (sobre todo, y) independientes. Sin Apa-Apa, por ejemplo, no habríamos podido leer joyas de la talla del monumental Ombligo sin fondo de Dash Shaw, Reincidente de Zak Sally o el díptico Trabajo de clase / Los nuevos románticos de Ana Galvañ y Marc Torices. Sin Nadir e Inefable no habríamos disfrutado de la Vida de los más excelentes historietistas urdida por Adrián Bago, René Parra, Víctor Puchalski y César Sebastián. Y sin El Verano del Cohete, muy probablemente, nos habríamos perdido el lujo de gozar con una joya como la que hoy nos ocupa.




La editorial El Verano del Cohete, dirigida por Mayte Alvarado y Borja González, apuesta de forma diáfana y militante por el cómic de autor (espero se entienda la perogrullada de la etiqueta como se entiende usualmente la de cine de autor, más allá de que todo tebeo, como obra artística que es, es de autor). Y dentro de estas reconocibles coordenadas se mueven las diferentes propuestas de su catálogo, del que nos gustaría destacar -aunque editen también a otros autores- sendos títulos que son precisamente obra de los propios editores. De este modo, si hace unos días recuperábamos (y recomendábamos con fervor) un título del año pasado, el magnífico E-19 de Mayte Alvarado, hoy le toca el turno a la deliciosa La Reina Orquídea, novela gráfica de breve extensión pero gran capacidad de sugerencia escrita y dibujada por Borja González y publicada en febrero de este mismo año. Como parece dar a entender su título y la ilustración de su cubierta, podría decirse que estamos ante una suerte de cuento o fábula... si bien tras la lectura de sus primeras páginas descubriremos que no todo es tan sencillo. A continuación interaremos explicar el porqué sin destripar más de lo estrictamente necesario de esta obra al futuro lector afortunado.




La historia de La Reina Orquídea transcurre en el mes de junio, cuando el comienzo del verano supone el consiguiente fin de curso. Teresa y Matilde son dos de las estudiantes que han dejado atrás las aulas: la primera vive en un castillo medieval, recluida por un padre ausente que la castiga prohibiéndole salir durante toda la época estival de los jardines que rodean la fortificación para visitar el pueblo, limitándose así su deambular por los jardines que rodean al castillo y que -a decir de Matilde, que visita a su amiga todos los veranos-, son más grandes que el propio pueblo.




En este territorio, tan proclive a dejar volar la imaginación y la fantasía, transcurre la acción del relato, con Teresa y Matilde pasando el rato mientras ponen nombre a las flores que desconocen, practican esgrima o hablan de la serie de cómics que la primera lee con delectación (y que los créditos finales del libro aclaran que se trata de Rachel Rising, de Terry Moore). Pero una sensación de inquietud constante e inasible -al menos para el lector, que desconoce por qué ese podría ser el último verano que las dos amigas puedan pasar juntas- amenaza con sumirlas a ambas, y muy especialmente a Teresa, en un estado de abrumadora melancolía.




Como ya habrán adivinado, en el devenir de esta historia su autor apuesta por la sugerencia y el misterio de lo inexplicable: las dos protagonistas visten como si se tratara de un relato de época, pero sus diálogos parecen los de una pareja de adolescentes de nuestros días; y cuando se produce el punto de inflexión de la trama al introducirse el elemento fantástico -las jóvenes convocan a Oberón, el rey de las hadas, ofreciéndole sendas cartas a las que el arte de la papiroflexia otorga forma de caballos quen no tardan en desaparecer en la oscuridad de la noche-, el lector se plantea si tal fractura de la historia no es tal y lo fantastique hizo acto de presencia mucho antes: en más de una ocasión se da a entender que podríamos estar ante una ghost story en toda regla, pues se sugiere la posibilidad de que tanto Teresa como Matilde estén muertas y sean, por tanto, dos fantasmas.




De este modo, bajo este prisma intrigante se desarrolla toda la historia, hasta alcanzar un clímax desasosegante que, al menos para el que esto suscribe, emparenta a La Reina Orquídea con algunas obras maestras del cine (fantástico o no) de las últimas décadas, como es el caso de Picnic en Hanging Rock de Peter Weir o Mulholland Drive de David Lynch, dejando en el aire varias preguntas sin respuesta... pero sin que eso signifique, muy al contrario, que la experiencia estética del lector no resulte de lo más gratificante.




Para terminar, me limitaré a aventurar que -a pesar de estar todavía en el primer tercio del año- La Reina Orquídea estará sin duda entre lo mejor de la producción nacional de este 2016; y añadiré que espero que El Verano del Cohete quiera y pueda seguir en esta línea, pues por muchos cómics de este calibre que se publicasen, nunca serían demasiados. Y mucho me temo que tampoco serían muchos.


Título: La Reina Orquídea
Autor:
Borja González
(guion y dibujo)
Editorial: El Verano del Cohete
Fecha de edición: febrero de 2016
80 pp. (color) - 17,50 €

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