No es lo primero que el que firma estas líneas ha podido leer de su autor, el francés Emmanuel Lepage: ya habían caído en mis manos, previamente, Muchacho y Tres amigas. Pero la primera obra, aunque construida con oficio y cuya lectura resultaba a la postre muy satisfactoria, nos pareció en el fondo bastante convencional en sus planteamientos narrativos y visuales; en cuanto a la segunda, allí el autor se limitaba a firmar el dibujo, dejando el guion en manos de Sophie Michel. Por tanto, no es de extrañar que haya sido la espléndida Una primavera en Chernóbil, obra multipremiada en Francia -como pueden comprobar aquí- y publicada entre nosotros por Spaceman Books, la novela gráfica que nos haya hecho (re)considerar a Lepage, aquí artista completo, como uno de los autores de cómic más a tener en cuenta en el panorama de la historieta europea actual.
Tampoco es la primera vez que, en el ámbito del noveno arte, se trate el tema principal -aunque no único, como veremos- de la presente obra: sin ir más lejos, los españoles Francisco Sánchez (guion) y Natacha Bustos (dibujo) ya nos ofrecieron hace cuatro años el estupendo Chernóbil: La zona. Pero el alcance de una obra como esta Una primavera en Chernóbil es mucho mayor y va más allá de narrar lo acontecido a partir de la tragedia ocurrida en la madrugada de aquel fatídico 26 de abril de 1986, cuando el Reactor IV del Complejo Nuclear de Chernóbil explotó y liberó una cantidad descomunal de energía nuclear. Un suceso cuyas consecuencias son dolorosamente palpables hoy en día y seguirán siéndolo durante muchos años más.
En esta obra, publicada por vez primera en Francia hace tres años de la mano de Futuropolis, Lepage no se limita a narrar dicho acontecimiento, uno de los más dramáticos del siglo XX y el peor accidente nuclear de la historia: aunque en las primeras páginas relata lo sucedido entonces a través de los testimonios de algunos de los supervivientes, lo que le interesa al autor no es tanto (o al menos, no solamente) mostrar el suceso que lo inició todo y sus consecuencias -lo que le llevaría a realizar una suerte de cómic periodístico o reportaje en viñetas, y algo de eso queda también, en la línea de la obra de Joe Sacco-, como relatar la experiencia personal propia en relación con dicho suceso. Esto es: el álbum que nos ocupa podría titularse también Autorretrato del artista con Chernóbil al fondo.
Emmanuel Lepage
Como explica el mismo Lepage al comienzo de la narración, y tal y como sugiere su título, Una primavera en Chernóbil es el relato de las vivencias del propio autor y de algunos compañeros suyos en las postrimerías de la llamada "zona prohibida" -y, ocasionalmente, dentro de sus límites- durante unas semanas de abril y mayo del 2008, veintidós años después de la tragedia. Hasta allí se desplazan un grupo de artistas porque, en palabras de uno de ellos durante una reunión celebrada meses antes, "Chernóbil no puede estar reservado solo a científicos, técnicos nucleares, periodistas o humanitarios"; declaraciones a los que otros de los allí presentes añaden que "También es nuestro sitio" y "Creemos que los artistas pueden captar la extrañeza que supone vivir allí y testimoniarlo".
Así, y aun a riesgo de poner en peligro su integridad física, este grupo de personas, entre ellos el propio Lepage, y en colaboración con la Asociación de Dessin'Acteurs, crean una suerte de "residencia de artistas" en Chernóbil. Y una vez allí, superando los lógicos temores iniciales, comienzan una etapa de sus vidas breve en extensión temporal pero fundamental en relación a las consecuencias que les puede acarrear primero, y en el desarrollo de sí mismos como creadores y, en definitiva, como seres humanos después.
Así pues, para contar lo que finalmente acaba conformando Una primavera en Chernóbil, Lepage recurre a lo que mejor sabe hacer y opta por dibujarse a sí mismo junto a sus amigos y a los pocos pobladores de la zona afectada, valiéndose de tonos cromáticos muy diferentes -desde los apagados, cercanos al tradicional "blanco y negro" hecho con grises, hasta los más vivos, auténticos estallidos de color-, así como de acabados distintos, moviéndose entre un dibujo más detallista -naturalista, si se quiere- para el discurrir natural del relato y otros aparentemente menos trabajados, al estilo de los bocetos.
De esta manera, el lector puede ver en muchas de las viñetas de la obra a Emmanuel Lepage dibujando un paisaje o un retrato; cuando, en realidad, lo que ve es a un falso Lepage en un falso presente que no deja de ser un autorretrato realizado por el artista a posteriori de los hechos narrados. Se produce así un particular distanciamiento, ejecutado de manera muy diferente al de otras historietas autobiográficas que, como señalaba Scott McCloud en su fundamental Entender el cómic, recurren a figuras humanas (o humanoides) más primarias -pienso en Maus de Art Spielgelman, Persépolis de Marjane Satrapi o en algunos títulos del citado Joe Sacco-, pero cuyo objetivo final es el mismo: dotar de verosimilitud a lo narrado.
Lepage, fotografiado y (auto)dibujado
Por todo ello, y para concluir, es de justicia señalar que Una primavera en Chernóbil aúna dos lecturas, complementarias y de gran valor ambas en su alcance: como testimonio humanista de un suceso histórico, y como reflexión artística a propósito de las artes pictóricas en general y del propio medio utilizado, en este caso el cómic, en particular. Solo por eso ya merece estar entre los títulos más interesantes de entre todo lo publicado en el presente año. Por lo tanto, nuestro consejo es que no lo dejen pasar.
Título: Una primavera en Chernóbil
Autor: Emmanuel Lepage (guion y dibujo)
Editorial: Spaceman Books
Fecha de edición: febrero de 2015
160 pp. (color) - 30 €
(+) Spaceman Books: Una primavera en Chernóbil
- Nota de prensa
- Entrevista con el autor
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