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miércoles, 11 de febrero de 2015

La Comicoteca: Colección Moebius / Métal Hurlant, vol. 2: El hombre del Ciguri




Colección Moebius / Métal Hurlant (Vol. 2: El hombre del Ciguri)
Guion y dibujo: Moebius
Barcelona, Norma Editorial, febrero de 2013
ISBN: 978-84-679-1035-3
56 pp. (color) - 14 €

Este Volumen 2 de la colección Moebius / Métal Hurlant incluye la historia:
- El hombre del Ciguri.

La edición de Norma Editorial cuenta con una nota del editor.




Texto promocional

Una colección imprescindible para un artista irrepetible.

En las décadas de 1970 y 1980, Moebius revolucionó el mundo del cómic. Sus historias de ciencia ficción surrealista y sus carismáticos personajes han influido a generaciones enteras de nuevos creadores.

Métal Hurlant, la mítica revista francesa de la que fue también fundador, fue la plataforma de difusión de esta nueva forma de entender el noveno arte. Su influencia llegó hasta Estados Unidos, donde el trabajo de Moebius se publicó en color.

Esta nueva colección recopila esas ediciones coloreadas, inéditas hasta la fecha en nuestro país.




La crítica ha dicho


"Su trabajo ha influenciado a varias generaciones de dibujantes. La calidad de su arte es indiscutible, la perfección de sus formas, la sencillez de su acertado trazo o la composición de sus diseños son una referencia fundamental para cualquiera que ansíe hacer algo de calidad. Me atrevo a decir que detrás de cualquier dibujante profesional que hay en la actualidad, sea cual sea su edad, hay incontables horas de análisis y aprendizaje a través de la obra de Moebius."
- A. Plást, Imprescindibles

"Para hablar de él, no tengo más remedio que llevarlo todo a un plano personal. Quizá haya muchos lectores para quienes no haya sido tan relevante como les puedan parecer determinados músicos, escritores o directores de cine. E incluso deportistas. Pero para algunos de nosotros -y me consta que no estoy solo- fue una verdadera fuente de inspiración.
Hace muchos años que no leo cómics, o que como mucho los hojeo esporádicamente, probablemente desde la adolescencia. [...] Casi todo lo que recuerdo es lo que leí durante aquella época. Pero hubo al menos un par de dibujantes a los que mantengo en un altar particular -el dorado sagrario de los ídolos de la infancia- por lo que significaron para mí. Uno de ellos, puedo suponer, habrá marcado a muchísimos lectores tanto como a mí durante los años infantiles: Francisco Ibáñez, el creador de Mortadelo y Filemón. [...]
El otro dibujante que marcó a fuego mis devaneos artísticos infantiles fue el francés Jean Giraud, más conocido como Moebius. [...]
[...] Moebius dibujaba lo que yo buscaba en mi mente y jamás hubiese podido plasmar decentemente sobre un papel.
Tal y como mi padre había previsto, o probablemente incluso en mayor medida, me enamoré instantáneamente del trabajo de aquel dibujante. Debió de ser una de las primeras personas de quien pensé que era 'un genio', aunque no sabría decir si empleé esa palabra o no. Me enamoré de todo su estilo, de las líneas precisas -sólo precisas en apariencia-, de los pequeños conjuntos de rocas que le daban peso al paisaje aquí y allá, de las grietas, de las nubes siempre planas en su base y bulbosas en la coronilla [...], de los horizontes lejanos y los grandes espacios, los precipicios, las naves espaciales repletas de pequeñas partes y piezas que siempre tenían aspecto de servir para algo, los edificios a un tiempo futuristas y decrépitos que podrían haber salido de una novela de Harry Harrison, y todo aquel universo que combinaba ornamentación oriental con imaginería mesoamericana y una ciencia-ficción rica y recargada, además de aquellas mujeres que de extremo a extremo recorrían todo el espectro de la belleza, desde una carnalidad abrumadoramente voluptuosa a una sublime delicadeza aristocrática.
Y estaba su sentido de la armonía; en ese aspecto, Moebius podía competir con cualquier artista expuesto en un museo. Sabía cómo distribuir los colores, contrapesando los fríos y los cálidos en unas ocasiones, o creando composiciones casi monotónas en otras (monótonas, esto es, de una única tonalidad... que no 'aburridas'). Agrupaba los abigarrados cúmulos de detalles en una parte de la viñeta, y los espacios vacíos en otras, siempre con un fino instinto para la percepción de gravedad. Porque los dibujos tienen su propia gravedad y los elementos orbitan unos en torno a los otros. Captaba instantes precisos en los movimientos que solían desafiar el equilibrio, a modo de 'foto-finish'. Había un algo de premeditada descompensación en las posturas de los personajes y los objetos, que hacía que sus viñetas basculasen; no estaban muertas.
Siempre hubo mucho de autosatisfacción en su obra, de ejercicio onanista incluso, al menos en el trabajo que firmaba como Moebius, que era su yo más libre, un trabajo más experimental que aquellos que firmaba como Giraud, Teniente Blueberry sobre todo. Había mucho de dibujar para sí mismo. No era dado a pretender mitificarse ante los lectores [...], lo de Moebius era algo más cándido y directo, un prolongar su mundo infantil ante nuestra vista, aderezándolo frecuentemente con un gamberro sarcasmo nacido de la edad adulta.
[...]
Libertad: esa es la palabra que asocio con Moebius. Libertad artística y libertinaje temático: lo que caracterizaba el cómic vanguardista de los setenta y los ochenta, antes de que cosas como Watchmen se erigiesen como el nuevo mainstream. [...]
Si bien resulta innegable que Moebius destiló influencias de la pintura clásica -su uso del color es muy del barroco, muy Rubens, muy Poussin y sobre todo muy Joos de Momper- y del cine -como esos encuadres fordianos del paisaje- era un artista que dibujaba muy 'desde el cómic' y no tanto desde otros medios. Dibujaba desde el cómic y para el cómic más que un Hugo Pratt, por ejemplo, aunque era también poco propenso a dejarse atar por el trabajo de sus predecesores. Cuidó su estilo con mimo; tuvo a bien tomarse tan en serio su dibujo como no se tomaba tan en serio en cuanto que dibujante. En él encontrábamos un despliegue de asombroso ingenio artístico junto a historias mudas sobre un hombre que cabalgaba un pterodáctilo, o de hembras de enormes pezones que se ayuntaban con extraterrestres. Combinaba sin problemas el erotismo 'pulp' de Sally Forth con cacerías de Chtulhus, el existencialismo retorcido de Philip K. Dick o la psicodelia micológica. A veces, incluso, se situaba a sí mismo como protagonista de sus propias historietas, y era casi como contemplar uno de sus sueños. Pocas veces se dejó llevar por la tentación de la intelectualidad, al menos de una intelectualidad encorsetada. Era un artista tremendamente serio con su arte, pero portador de un mensaje desenfadado y libertario.
[...]
Para algunos de nosotros, significó el descubrimiento de que el cómic era algo más que una 'historieta' (aunque una buena historieta es siempre admirable), que podía ser un compendio de referencias que iban mucho más allá de la Metrópolis de Supermán, de la Roma 'ninomanfrediana' de Astérix, del reporterismo santurrón de Tintín e incluso de la deliciosa españolada sarcástica de Mortadelo. El trabajo de Moebius, como el de varios de sus coetáneos, era como una exposición permanente de estampas que resumían y ejemplificaban los hitos de una nueva cultura popular.
Aunque estas cosas -dicen- son siempre cuestión de gustos, para mí acaba de irse el más grande. Sí, el más grande. Jean Giraud ennobleció el arte del cómic no sin ayuda, pero desde luego sí desempeñando un papel fundamental. No sé si hubo un antes y un después de Moebius en la historia del cómic, pero desde luego puedo asegurar que al entrar en contacto con su trabajo hubo un antes y un después en mi imaginación, la cual es una parte fundamental, irrenunciable, de la vida, si uno no quiere terminar convertido en una bestia de carga que sólo espera recibir un puñado de alfalfa a fin de mes.
Ya nunca podremos entrevistar a Jean Giraud en Jot Down -ahora puedo confesar que era uno de mis sueños ocultos- y no sé a dónde va uno cuando se muere, pero si existe Dios y este Dios tiene una pizca de buen gusto, Moebius ha ido a un lugar que se parece a uno de sus dibujos. Es probable que el cielo esté dibujado por él... dudo que Dios sepa dibujar mejor.
Cuando murió Kurt Cobain, dijo Neil Young que ahora estaría 'durmiendo con los ángeles'. ¿Dónde estará Moebius? Cabalgando junto a Arzach... dónde iba a estar si no. Descansa en paz, Jean. Hiciste nuestra vida un poco mejor. Y eso, como diría Hal 9000, es lo máximo que una entidad consciente podría esperar conseguir. Misión cumplida."
- E. J. Rodríguez, "Buenas noches, Moebius", en Jot Down

"[...] uno de los mayores artistas que jamás haya visto el mundo del 9º Arte. Uno de los más versátiles, exquisitos, influyentes, innovadores y sublimes dibujantes de la historia del cómic".
- Mo Sweat, Comic Is Art




Comentario acerca de la serie

Jean Giraud, alias Gir, alias Moebius, es un autor inagotable que hasta el momento de su muerte se reinventó varias veces: desde sus comienzos junto al guionista belga Charlier creando el personaje del Teniente Blueberry hasta la construcción de su particular y postrero 8 1/2, Inside Moebius, pasando por sus celebradas colaboraciones con el chileno Alejandro Jodorowsky como Los ojos del gato, El Incal o El corazón coronado. Pero sin duda, una de sus encarnaciones más memorables es la de autor de historietas de ciencia ficción de corte muy personal que desarrolló a lo largo de las décadas de los 70 y 80 en las páginas de la revista Métal Hurlant, de la que él fue uno de los fundadores junto a Jean-Pierre Dionnet y Philippe Druillet a mediados de los 70.

En esta mítica revista vieron la luz algunos de sus trabajos más memorables, normalmente en blanco y negro; pero cuando estas historias cruzaron el Atlántico una década más tarde para publicarse en Estados Unidos de la mano de Marvel Comics, lo hicieron en una versión en color que contó con el beneplácito del autor.

Dichas historietas, publicada por aquel entonces también en Francia, se reeditaron recientemente en el mercado galo, pero la gran mayoría permanecían inéditas como tales en nuestro país... hasta que a lo largo del año 2013 llegaron al lector español de la mano de Norma Editorial en la colección Moebius / Métal Hurlant, serie de nueve tomos en tapa dura y de periodicidad mensual que comprende los siguientes títulos:

1. The Long Tomorrow
2. El hombre del Ciguri
3. La ciudadela ciega
4. Escala en Pharagonescia
5. Las vacaciones del Mayor
6. El garaje hermético
7. Arzach
8. El empalmado loco
9. Caos / Crónicas metálicas




Comentario acerca de este volumen


El hombre del Ciguri puede considerarse como una continuación o secuela de uno de los álbumes más celebrados de su autor: El garaje hermético... habida cuenta de que ambas historias están protagonizadas por el mismo personaje, el Mayor Grubert, explorador de universos alternativos en el que muchos han visto una clara influencia del escritor de ciencia ficción y fantasía heroica Michael Morcoock y su agente secreto Jerry Cornelius en la obra del co creador de Blueberry.

Por lo tanto, podría resultar curioso que esta segunda parte se publique como segundo volumen de la colección y la propia El garaje hermético no viese la luz hasta el sexto tomo de la misma serie. No obstante, es tanta la libertad con la que Moebius encara la construcción del relato que tanto da leer ambas obras en un orden u otro.

Así, a ningún lector que ya conozca buena parte de la obra del autor francés le sorprenderá el tono experimental de la propuesta, donde el espacio de la acción cambia continuamente; se apela a fórmulas narrativas como las consabidas "Mientras tanto...", "Anteriormente..." o "Resumen de lo ocurrido" con una arbitrariedad sorprendente; y donde lo que prima es el virtuosismo gráfico y, por qué no, la muy sana e irreverente ironía que demuestra un Moebius en estado de gracia al que, gracias a obras como esta, solo se le puede amar u odiar irremediablemente. Sin medias tintas.


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